Los montes de la Corona Forestal de Tenerife afectados por el incendio empiezan a recuperar la vida. Ayer se pudo ver a ejemplares de algunas de las especies más emblemáticas de este espacio protegido, aves como los pinzones azules, los herrerillos canarios y los picapinos, volar por las zonas dañadas por el fuego en el entorno del mirador de Chipeque, en una de las entradas al Parque Nacional del Teide, donde también entraron las llamas. El pinzón azul, un símbolo de la fauna tinerfeña, vive exclusivamente en estos pinares tinerfeños. En general habitan a una altitud de 1.000 a 2.000 metros aunque alguna vez pueden verse en cotas más bajas.
El regreso de los cantos de estas aves endémicas supone una gran noticia tras unos días de desolación por los graves perjuicios que las llamas han causado al mayor espacio protegido de Canarias. Son los pinares de la Corona Forestal de Tenerife, un cinturón de protección natural del Parque Nacional del Teide que ocupa 46.613 hectáreas. Esta zona forestal en la que predomina el pinar y la vegetación de montaña abarca 17 de los 31 municipios de Tenerife. Un total de 13 sufrieron el ataque del fuego: La Orotava, Arafo, Los Realejos, Güímar, Candelaria, Santa Úrsula, La Victoria, La Matanza, Tacoronte, El Rosario, El Sauzal, San Juan de la Rambla y Fasnia.
El incendio, que no se ha dado oficialmente por extinguido, ha afectado a más de 60 especies protegidas. Entre ellas, la que más preocupa es el cabezón de Añavingo, denominada científicamente Cheirolophus metlesicsii. Se trata de una especie en peligro de extinción, un arbusto que puede llegar a los 2,5 metros de altura, endémico de Tenerife y que llama la atención por su flor de color violeta.