El historiador Germán Rodríguez alerta del abandono y la progresiva pérdida del camino real de la costa, «de trazado prehispánico y usado durante siglos hasta avanzado el siglo XX». Con varios tramos ya desaparecidos, reivindica su recuperación y puesta en valor como vestigio histórico que, además, atraviesa un paisaje de alto valor paisajístico, agrícola y medioambiental.
El camino real de la costa fue durante siglos la principal vía de comunicación entre el Valle de La Orotava, La Rambla, Daute e Icod de los Vinos. Su trazado, heredado probablemente de los guanches que habitaban estas tierras antes de la conquista, se ha mantenido inalterado durante siglos en los que fue el único camino para acercar a personas y mercancías a pie o a lomos de caballerías. El historiador realejero Germán Rodríguez alerta del abandono y la progresiva pérdida de algunos tramos de este camino real costero «usado durante siglos y hasta bien avanzado el siglo XX». Esta senda atraviesa un entorno de gran valor paisajístico, agrícola, cultural y medioambiental y es hoy un patrimonio de todos tan histórico como olvidado.
Rodríguez señala que «desde la ermita de San Pedro hasta el Barranco de Ruiz aún se encuentra gran parte del camino real de la costa. Con algún tramo desaparecido, está cerrado al paso desde la playa de El Socorro, en Los Realejos». Añade que se trata de «una vía que une la franja norte de la isla por una paisaje de alto valor. Abandonado y olvidado por las administraciones públicas, a la espera su recuperación y puesta en valor. A su día a día, se debe sumar el posible deterioro que el cierre del Anillo Insular puede ocasionar a tan vetusta vía de comunicación y a su singular paisaje».
En la actualidad, este camino tiene tramos practicables entre la ermita de San Pedro y la carretera de acceso hacia la playa del Socorro, en la zona de Hacienda de las Cuatro Ventanas. «Antes continuaba por la zona de la carretera actual y al llegar a la parte alta del acantilado de la playa, continuaba por la zona de la ermita del Socorro, a través de la finca La Torre, pasaba por los dominios de los Nava y Grimón y El Terrero, hasta las casas de La Rambla de San Antonio. A partir de ese punto el camino se recupera de nuevo, continúa hasta el Barranco Ruiz, lo cruza y ya entra en La Rambla o El Rosario, en San Juan de la Rambla. En ese último tramo está entero, es transitable, aunque es más estrecho», relata Germán Rodríguez.
Este historiador recuerda que en el mandato 2007-2011 hubo un intento por recuperar alguno de los tramos ahora cerrados del camino real de la costa, «pero no se llegó a acuerdos con todos los propietarios. Se planteó incluso modificar su trazado para reubicarlo en los bordes de las fincas».
Entre la playa del Socorro y La Rambla de San Antonio, hay tramos cerrados y otros se han perdido. «Hay una parte que desapareció por un desprendimiento en la costa y, según se ha ido despoblando toda esa zona, se cortó el paso desde El Socorro y desde el otro lado. En su momento se llegó a ofrecer vallar todos los laterales del camino para proteger las fincas porque el principal obstáculo era la seguridad», recuerda.
Rodríguez explica que «todo el camino real está empedrado. Si hay actualmente partes de tierra es porque se ha ido tapando con el paso de los años. También tiene sus cortes de piedras que sirven de drenaje para botar el agua por los lados del camino, como se aprecia fácilmente en La Rambla o también en San Pedro». Esta era la principal vía de comunicación para toda la población durante siglos. Aquí coincidían los trabajadores de las fincas, los arrieros, los propietarios de las tierras, los viajeros y personas que acudían a trabajar a lugares hoy desaparecidos como el muelle de la punta de El Guindaste, «que fue el muelle que tuvo Los Realejos para embarcar todo el azúcar de caña que se producía, se llevaba en carros y se subía a los barcos a través de pescantes».
«Estamos ante una vía histórica que debería ser rehabilitada. Simplemente hay que adecentar tramos deteriorados, señalizarlos y recuperar lo que ya se ha perdido. No parece una inversión inasumible en una época en la que se lleva tanto el senderismo y, en este caso, hablamos de una senda ligada a la historia, en un lugar donde se ha sembrado caña de azúcar, malvasía y hasta los primeros plátanos de la isla. Atraviesa paisajes y espacios protegidos, y permite aún contemplar las haciendas de los grandes linajes», sentencia Germán Rodríguez.
Lope Antonio de la Guerra
Lope Antonio de la Guerra narra en sus Memorias el viaje que emprende para acudir a una Tertulia de Nava en la Isla Baja y hace una descripción de su recorrido por este camino real en el siglo XVIII.