El Rosario | El vecino que revolucionó un pueblo con su arte

Bocacangrejo, el ‘photocall’ de los corazones

Centenares de pinturas hechas por un vecino convierten el núcleo costero en escenario fotográfico que atrae a turistas, visitantes canarios y creadores de contenido digital

Un miércoles, un día laborable, pasado el mediodía, 14 personas visitaban los corazones de Bocacangrejo, convertidos desde hace algún tiempo en una especie de photocall gigante y al aire libre. Por allí estaban unos jóvenes del Sur, turistas peninsulares, algunos extranjeros… Se trata de un ejemplo claro del grado de atracción de visitantes con el que cuentan estas pinturas que ha ido realizando un vecino. Se llama Rafael Marichal, tiene 73 años y ha llenado de color la parte más próxima al mar de este núcleo de la costa de El Rosario.

Los corazones coloridos son obra de Rafael Marichal, un residente de 73 años de Bocacangrejo

Desde que se conoció la historia, su popularidad, lejos de aminorarse, ha ido en crecimiento. El motivo, en gran medida, se debe a los influencers o creadores de contenido digital que han visitado la zona y que se han fotografiado junto a los corazones, a quienes no son influencers pero también han inmortalizado el momento y lo han publicado en sus redes sociales, y a algunos blogs de viajes que llevan a turistas a incorporar este enclave, formado por casas de autoconstrucción y callejones, en su ruta por la Isla, volviéndolo un punto de parada en la autopista del Sur.

Rafael Marichal, al que todos llaman Rafa, está hecho a la popularidad. Atiende a este periódico con la solvencia de quien ha sido entrevistado en repetidas ocasiones. «Esto empezó después de la erupción de La Palma», arranca su relato. «Puse ‘Todos somos La Palma’ y empecé a ir a más», expone, antes de indicar que cada día, con independencia de que sea verano o invierno, acude mucha gente. «¡Lo que hace una cosa tan pequeña y tan grande!», exclama.

Bocacangrejo, el ‘photocall’  de los corazones

Bocacangrejo, el ‘photocall’ de los corazones / Domingo Ramos D.R.

Rafa nació en 1951 en el santacrucero barrio de La Alegría. Explica que se quedó huérfano y fue acogido en la Casa Cuna. «Hasta que me cansé y me mandé a mudar», afirma. «A partir de ahí me dediqué a la cocina, a toda clase de tallas, a hacer balones…», enumera. Hace 30 años llegó a Bocacangrejo y construyó su casa-cueva, donde tiene la cama y la cocina a apenas unos metros del mar.

Pinturas y pulseras

«A mí nadie me ha ayudado a hacer nada», dice sobre el proyecto de los corazones. «Yo lo que quiero es que pongan a un par de padres de familia a arreglar los jardines que tenemos aquí arriba», expone en dirección al Ayuntamiento cuando se le pregunta por si necesita de su colaboración. Quienes sí han contribuido con él son algunos visitantes y amigos que le han entregado cubos de pintura o material para elaborar pulseras que reparte a quienes acuden a visitar su trabajo. «Ya pasa del millón de pulseras», asegura.

Uno de los visitantes, de nombre Fernando y de 38 años, se muestra encantado. «No me lo esperaba así. Había visto algunas fotos en internet, pero, como eran sobre todo de gente posando delante de los corazones, pensé que había menos, pero está todo el paseo lleno», explica. El suyo es un caso local: es vecino de Tacoronte y quiso aprovechar el día libre para ir a la playa. Según explica, iba inicialmente a Candelaria, pero después se acordó de que en Instagram había visto los corazones y se desplazó a Bocacangrejo, una zona que solía frecuentar en algunos veranos de su juventud junto a familiares y que no visitaba desde antes de la pandemia.

Bocacangrejo, el ‘photocall’  de los corazones

Bocacangrejo, el ‘photocall’ de los corazones / Domingo Ramos D.R.

Aunque predominan los corazones, también hay algún cangrejo y alguna langosta. El conjunto es más amplio: conchas marinas pintadas, imágenes religiosas a las que también dio color y su vivienda integrada en la composición. Puestos a pintar, incluso puso sus iniciales sobre la puerta de su casa: R. M. L. «He ido pintando colores uno encima de otro», dice Rafa sobre el sistema de trabajo que ha aplicado en este tiempo. «Cada corazón tiene su cosa: los negros son por la gente que han matado; los rojos, por la pasión…», puntualiza.

Difundiendo «alegría»

El objetivo último que Rafael Marichal busca con su labor es que «la gente vea otra cosa, alegría». Y parece que, en efecto, los visitantes se van de allí con esa percepción. Laura y Alicia, veinteañeras y que también se encontraban en el lugar, comparten la idea. «Está muy bonito, es colorido, nos gusta», expone Laura cuando se les pregunta por lo que acaban de ver. En este caso llegaron hasta allí durante su recorrido hacia el Sur de la Isla. Tenían previsto ir a El Médano o a La Tejita y aprovecharon el trayecto para hacer una parada en Bocacangrejo. «Sinceramente, paramos por la novelería de ver esto y hacernos la foto», manifiestan. «Si te digo la verdad, es la primera vez que vengo», indica Alicia sobre este enclave situado en la costa rosariera.

Bocacangrejo, el ‘photocall’  de los corazones

Bocacangrejo, el ‘photocall’ de los corazones / Domingo Ramos D.R.

En lo que los visitantes van y vienen, el autor de las pinturas realiza sus tareas cotidianas y, entre medias, los atiende, les explica la iniciativa y les va entregando las pulseras que elabora. El proyecto de los corazones es ahora mismo el eje de su día a día. ¿Y en qué se inspiró para ponerlo en marcha? «Me inspiré en mí mismo, en mi reflejo, en mi manera», apunta Rafa, alma de poeta. De lo que está más satisfecho es del agradecimiento que le muestra la gente hacia su labor. «Hay quienes hasta se han ido llorando de aquí», expresa. «Hubo una persona mayor que vino con bastones y que bajó solo para conocerme. Me dijo: ‘Muchas gracias. Estoy muy orgulloso de usted’. Me quedé temblando», expone.

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El éxito de las pinturas ha generado un problema de aparcamiento en Bocacangrejo. Algunos vecinos están muy molestos. Queda claro con el enfado de un hombre que aparece mientras Rafael Marichal coloca una pulsera a una visitante. Otro residente se sumará después a la misma queja. Y es que estaban acostumbrados a que la zona se llenase en verano o en determinados períodos vacacionales, pero no cualquier día del año. Bien es cierto que, de por sí, hay pocas plazas para estacionar. |

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