Historia | Una expedición pionera a la cima de la Isla

Primeras experiencias astronómicas en las Cañadas del Teide de Piazzi Smyth en 1856

Piazzi Smyth, a la derecha, y a la izquierda una imagen de su expedición a las Cañadas del Teide en 1856.

Piazzi Smyth, a la derecha, y a la izquierda una imagen de su expedición a las Cañadas del Teide en 1856. / El Día

José Manuel Ledesma Alonso

A los seis años, Charles Piazzi Smith (Nápoles, 1819- Inglaterra, 1900) se trasladó a vivir a Inglaterra al haber sido su padre destinado al Observatorio de Bedford. Diez años más tarde ya trabajaba como auxiliar en el Observatorio Astronómico del Cabo de Buena Esperanza, donde pudo estudiar el cometa Halley. En 1845 fue nombrado astrónomo real de Escocia y profesor de astronomía en la Universidad de Edimburgo. Perteneció a las academias de ciencias de Múnich y Palermo, y fue miembro honorario de numerosas sociedades científicas y culturales.

En 1856 se traslada a Tenerife porque consideraba que al realizar sus observaciones astronómicas en el Teide, éstas se beneficiarían al eliminar la tercera o cuarta parte más baja de la atmósfera. Para ello contó con la inestimable ayuda de Robert Stephenson, miembro del Parlamento británico, quien puso a su disposición su barco Titania y una tripulación de 16 hombres; la del honorable Charles Wood, quien le entregó 500 libras para que pudiera llevar a cabo la experiencia; la de George Biddell Airy, director del Observatorio de Greenwich; y la de Mister Pattinson, astrónomo Real de Newcastle, quien le facilitó el gran telescopio Equatorial, un telescopio Sheepshank, actinómetros, magnetómetros, termómetros de radiación, barómetros, otros telescopios, cronómetros y aparatos de polarización. También recibió la colaboración del Ministerio de Marina, de la Royal Society de Londres, de la Royal Astronomical y la British Association.

A bordo del ‘Titania’

Recibido el permiso de las autoridades españolas, Piazzi Smith partió de Southampton el 24 de junio de 1856, a bordo del Titania, capitaneado por Loving Cooke, llegando al Puerto de Santa Cruz de Tenerife el 8 de julio de ese año. En el muelle fueron recibidos por las autoridades canarias y el cónsul británico en el Archipiélago, Henry John Murray, quienes pusieron a su disposición todo lo necesario para su trabajo. El barco siguió rumbo al Puerto de La Orotava, donde descargaría los pesados y valiosos instrumentos que transportaban, mientras Piazzi Smyth y su joven esposa, Jessie Anne Duncan, con la que acababa de casarse, recorrieron la Villa y pernoctaron en Santa Cruz, partiendo al día siguiente para el Norte.

El 14 de julio de 1856, Charles Piazzi Smyth comenzaba la ascensión al Teide. Le acompañaban su esposa, el guía (Manuel), el criado (Manuel), los acemileros con sus 27 animales de carga (mulas y caballos) y varios miembros de la tripulación del barco. En las Cañadas del Teide estableció dos estaciones de observación, una en la montaña de Guajara, donde hoy se encuentra el Parador de Turismo, y la otra en el refugio de Altavista, a 3.300 metros de altitud. En Altavista levantaron un muro de 55 metros de longitud, 1,20 de ancho y 1,80 de alto, formando un recinto cerrado que les protegía de los vientos del norte, oeste y sur. Allí construyeron las celdas para el alojamiento y el gran telescopio Equatorial, de Pattinson.

Como este lugar contaba con perfecta visión cenital y tenía la más diáfana de las atmósferas, durante 28 días pudo observar las difíciles estrellas B y C de la gama de Andrómeda, así como las estrellas más opacas o difíciles a un ojo práctico. También pudo ver la pequeña división del anillo de Saturno, la superficie de Júpiter o vistas extraordinarias de la Luna. Gracias al extraordinario incremento en la capacidad de penetración espacial del telescopio, que pasaba de la décima a la decimocuarta magnitud, las estrellas no sólo aparecían más brillantes, sino que mejoraban su definición. Fruto de estas investigaciones, dos montes en la Luna llevarían los nombres de Teide y Tenerife.

Para suministrarse de agua, utilizaron la Cueva del Hielo. La primera vez que entraron lo hicieron por un agujero de un metro cuadrado, descendiendo luego por una cuerda con nudos entrelazados para poner los pies. Dentro de la cueva encontraron una cerca anular de nieve de 1 metro de altura y 2 de ancho, una gran superficie de agua maravillosamente pura y un gran trozo de nieve que se extendía hasta las paredes más recónditas de la cueva.

En la Cueva del Hielo

Para que Jessie Anne Duncan pudiera acceder a la cueva y revelar las placas de colodión de las fotos realizadas con la máquina estereoscópica, el carpintero del Titania construyó una escala, la cual dejaron allí en honor de los neveros que en épocas veraniegas surtían de hielo a los habitantes de Santa Cruz, La Laguna, La Orotava y Gran Canaria. Durante los 37 días que estuvo en Guajara y los 26 que permaneció en Altavista, recibió la colaboración de distintas personalidades tinerfeñas, que les enviaban carne, pescado, leche o huevos.

Regreso a Santa Cruz

Piazzi Smyth regresaría a Santa Cruz el 26 de septiembre para desmontar el mareómetro que había dejado en el muelle el día de su llegada, con el fin de que el capitán Loving Cooke efectuara observaciones meteorológicas exactas y continuas.

Al día siguiente, al abandonar Tenerife rumbo a Inglaterra, escribe: «Cuando la noche cae y nuestra última visión del Pico permanece aún alta en el cielo, nos preguntamos por cuánto tiempo el mundo ilustrado retrasará la instalación de una estación de observación en las Cañadas del Teide, que tanto promete para el mejor avance de la más sublime de las Ciencias». Habría que esperar un siglo hasta que se inaugurara el Observatorio de Izaña, considerado uno de los más importantes del mundo por la comunidad científica internacional.

Las experiencias realizadas por Piazzi Smyth en Tenerife se comenzaron a publicar en el diario inglés Daily News a partir del 20 de octubre de 1856. Dos años más tarde, el autor publicaría en Londres un extenso libro titulado Teneriffe, an astronomer’s experiment (Tenerife, las experiencias de un astrónomo), ilustrado con 20 fotografías estereoscópicas realizadas por su esposa; libro que poseía mi estimado amigo y antecesor en mi cargo, Luis Cola Benítez, y que fue traducido al castellano por José Luís García Pérez y Emilio Abad Ripoll, miembros de la Tertulia Amigos del 25 de Julio.

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