Aníbal comenzó con 4 años en el colectivo de los guanches con su padre. Hasta 2019 era la cuchillo de la representación y su hermano Néstor –que falleció durante el covid– la piedra. a quien esta tarde sustituye Ruymán, otro miembro de la familia Castro.


El colectivo que coprotagonizan la representación de la aparición de la Virgen de Candelaria a los aborígenes vuelve a salir esta tarde-noche después de tres años después; la última vez lo hizo en agosto de 2019, pues a la edición siguiente ya se suspendieron las Fiestas de Agosto por la incidencia de la pandemia de covid.

Aníbal Castro Bello, el hombre que asume el papel del aborigen que se cortó con su propio cuchillo cuando intentó disuadir a la Patrona, cuenta que los orígenes de esta recreación se remontan a hace más de 250 años según consta en la documentación, cuando se asegura que «se hacía costumbre de hacer esta tradición». El grupo base está formado por setenta personas, que se incrementa en función de aquellos que deciden acudir con debidamente vestido –con zalea– cada 14 de agosto, a las 20:00 horas, al ayuntamiento viejo de Candelaria. Es el único requisito para formar parte de este colectivo al que le mueve la tradición o la promesa. En el pasado gestionó sus estatutos como asociación pero nunca los llegó a culminar.

Es más complejo conseguir la zalea que salir en el grupo, pues con la implantación de las normativas casi se convierte en misión imposible salvo que se pueda adquirir a través de algún ganadero. «Antes se criaba cabras y ovejas para el consumo propio y se aprovechaba para sacar el cuero; ahora todo eso es un imposible porque está regulado y prohibido. Lo más fácil es conseguir a través de algún ganadero lana de oveja cuando las trasquiles, hacer un patrón de tela adaptado al cuerpo de la persona y coserla mechón a mechón».

Se trata del único día en el que coinciden y encarnan a los guanches a los que se les apareció la Virgen, «luego en el resto del año muchos no nos vemos», cuenta Aníbal, quien confiere a la Patrona el poder de convocatoria. Más allá de eso han participado en actos de forma puntual y aislados, como cuando fueron a ver a la Virgen de Candelaria en las salidas a La Laguna oSanta Cruz. «En vez de ir con ropa de calle, íbamos de guanche, pero sin ningún otro protocolo». Lamenta la pérdida de la organización de las rutas guiadas y culturales por el Camino Viejo a Candelaria que se organizaban con motivo de las fiestas de febrero y de agosto, y que el colectivo de los guanches, como si de una sorpresa se trataba, acogía a los participantes en la Cueva de Añaco, en Igueste de Candelaria, brindándoles con un poco de vino, un trozo de queso o una pella de gofio pequeña.

En el grupo de la representación se participa por tradición –los fijos, como los llaman– y por promesa, con un amplio margen de edad, desde niños de brazo, como explica Aníbal, a mayores. «Participan hasta mujeres embarazadas, así que ya ves la edad de los guanches más pequeños, que participan antes de nacer».

Hace ya más de cuarenta años las mujeres entraron a formar parte de la representación que hasta comienzo de la década de los años ochenta estaba protagonizada por tradición por varones. «Recuerdo que fue una vez que había un grupo de jóvenes que quería participar, y desde entonces está ya normalizado».

Dentro del colectivo se identifica un grupo base que de forma tradicional han llevado el peso de los papeles principales de la representación. Aníbal, que comenzó con cuatro o cinco años, explica que su abuelo –José Bello– encarnó durante años el papel del guanche que portaba el cuchillo, una responsabilidad que él ha heredado, mientras su padre, Elías Castro, era el aborigen que intentó tirarle la piedra a la Virgen y quedó con su brazo paralizado. Durante años, padre e hijo coprotagonizaron la representación con los papeles del cuchillo y la piedra.

La familia Castro, con nueve hermanos, ha estado vinculada históricamente a la representación como la celebrada ayer en la plaza de la Patrona, donde durante décadas Néstor era la piedra, como cuentan en el argot entre participantes, y Aníbal, el cuchillo. La incidencia del covid no pasó de largo en estos tres años por el grupo, hasta el punto que el propio Néstor, una de las caras más conocidas por acaparar los objetivos de las cámaras, falleció en abril del pasado año. Por ello, este año es la primera vez que otro hermano, Ruymán, encarna el papel titular de la piedra en esta representación. «Siempre lo teníamos de recambio por si alguno de nosotros no podía salir, como me ocurrió a mi en una oportunidad, cuando no me recuperé a tiempo de una intervención quirúrgica».

Gentes de todas las edades, lugares de procedencia de la Isla y de las más vario pintas profesiones se identifican en el seno del colectivo de los guanches de Candelaria, explica Aníbal. Él mismo es carpintero de aluminio; el rey guanche es informático y la piedra de este año, su hermano Ruymán, cocinero. En el seno de grupo no faltan desde funcionarios que trabajan en la administración pública, camioneros o trabajadores del sector de la limpieza..., si bien precisa que «dentro del grupo nadie sabe qué profesión es el otro, salvo los conocidos», por aquello que la participación está abierta a cuantos quieran sumarse. «Todos sabemos que tenemos que estar el 14 de agosto en la representación y ya cada uno se organiza con sus respectivos trabajos para tener el día libre», añade.

Es la otra cara de quienes tradicionalmente encarnan el papel de los aborígenes a los que se les apareció la Virgen de Candelaria; cuya dedicación profesional o familiar queda reducida a los papeles del rey, la piedra o el cuchillo para los guanches que por tradición o para cumplir una promesa acuden cada tarde del 14 de agosto hasta el ayuntamiento viejo para salir con la otra familia a la que, en la mayoría de los casos solo ven una vez al año. Muchos no se habían en desde 2019, y con el agravante del relevo de uno de los personajes más carismáticos, Néstor, desde este año más cerca de su Virgen de Candelaria.