Una exposición organizada por el Centro Sefarad-Israel, la embajada de Bosnia-Herzegovina y la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife muestra, en la sede de esta última institución, en la calle San Agustín, los recuerdos de la presencia militar española en el país balcánico de 1992 a 2010.

Sarajevo, Mostar, Srebrenica... Nombres que suenan entre la niebla del recuerdo de la última, cruel e incivil Guerra de los Balcanes, la que originó el desmembramiento de Yugoslavia en seis repúblicas desde los primeros años 90 del siglo XX al inicio del milenio. Todas las referencias geográficas corresponden a lo que hoy es Bosnia-Herzegovina, uno de esos seis países independientes surgidos del paraíso de la autogestión en tiempos de Tito. Esos nombres representan también las etapas del conflicto en las heridas de un pueblo. Su reparación y alivio, al menos en parte, correspondió a un Ejército español que dejó en el país una impronta indeleble. Este es el eje principal de la muestra Bosnia: imágenes de una tragedia que puede visitarse hasta el próximo día 24, de lunes a viernes, de 9:00 a 13:00 y de 16:00 a 19:00 horas, en la sala de exposiciones de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (RSEAPT), en el número 23 de la lagunera calle San Agustín. Una instalación exclusiva para estas jornadas. 

El pueblo bosnio y sus autoridades reconocen el enorme esfuerzo del Ejército español al mandar a 46.000 soldados desplegados allí como misión militar, bajo bandera de la ONU o la OTAN, hasta 2010. De ellos, 22 murieron en esa misión de paz. Una placa con sus nombres los recuerda en la parte exterior del Alcázar de Toledo. También se les rinde tributo en la plaza de España de Mostar. Pese a que tropas de numerosas nacionalidades estuvieron allí durante distintas etapas, esta es la única referencia que recuerda a una de ellas en tierras bosnias.

Un total de 32 paneles y 130 imágenes, junto a mapas y otros recursos gráficos, recorren décadas de historia con el Ejército español como eje y sus tres preceptos en tierras balcánicas: vigilar, proteger y reconstruir. Ángel Quintero, comisario de la muestra, recalca este último con referencia a dos símbolos concretos: «La biblioteca de Sarajevo, destruida a martillazos por los serbios lo cual demuestra el odio desatado en aquella guerra entre hermanos. Y el famoso puente de Mostar, Patrimonio de la Humanidad, reconstruido por los españoles».

El recorrido incluye fotografías icónicas como el edificio de la capital, Sarajevo, desde donde los francotiradores serbios masacraban a la población. Quintero relata: «Salían los niños y les disparaban en las piernas para obligar a hacerlo a sus padres y pegarles un tiro desde la distancia». Las imágenes de destrucción se repiten. Como las de la antigua Villa Olímpica, pues Sarajevo albergó en 1984 los Juegos Olímpicos de Invierno. Cuenta Ángel la anécdota de un tanque situado sobre una loma que cuando cambiaba de manos servía para ametrallar desde la altura al otro bando. 

El comisario reflexiona: «Esta exposición, que pensamos dejar fija en el Museo Militar de Almeyda, es más oportuna que nunca. Europa repite guerras y genocidios. Ocurrió con los nazis a mitad del siglo XX, en la antigua Yugoslavia en los 90 y ahora en la invasión rusa de Ucrania». Concluye: «Pocas cosas han cambiado en el tránsito entre dos siglos».

De fondo siempre aparece la labor militar y humanitaria de los soldados españoles. Levantar lo derribado por las bombas, formar a los nuevos policías locales, ayudar siempre a los civiles, desminar un subsuelo todavía hoy lleno de artefactos explosivos... 

La vitrina central reúne recursos donados por los propios militares que estuvieron en Bosnia. Gorras, chalecos, carnets, condecoraciones o insignias de la OTAN o de la ONU. Y las peculiares pipas de colores usadas tradicionalmente en los Balcanes.

En Bosnia se piensa que con los españoles nunca hubiera sido lo mismo en Srebrenica, cuando los 400 cascos azules holandeses miraron hacia otro lado en 1995 mientras los serbios masacraban a 8.000 bosnios musulmanes.

Tierra de fronteras

En paralelo a la muestra se ha desarrollado toda esta semana, en el salón de actos de la RSEAPT, el ciclo de conferencias Bosnia: tierra de fronteras. Ha sido organizado como la exposición por la embajada de Bosnia i Herzegovina y el Centro Sefarad-Israel del Ministerio de Asuntos Exteriores. Ayer la cerraba la embajadora bosnia en España, Danka Savic, quien estuvo antes en el Parlamento de Canarias. Hoy visita Los Silos, un pueblo muy unido a la diáspora de su país, porque allí se refugiaron un grupo de 86 niños y mayores al inicio de la guerra, en la antigua Yugoslavia, gracias al esfuerzo de Fernando de Paz, quien lideró a través de la ONG que fundó, Amigos de la Paz, la complicada operación humanitaria. De Paz contó también su experiencia en este foro a través de la conferencia La lucha por la paz y la ayuda a las víctimas de la guerra de Bosnia. 

Dos militares tinerfeños que estuvieron en el frente de aquel conflicto han ofrecido sendas charlas en el ciclo. Por un lado, el general de Brigada (ONU) Emilio Abad Ripoll, quien contó su experiencia en Con una boina azul (Ex-Yugoslavia 1995-1996). Por otra parte, el comandante del Ejército de Tierra José Felipe Dorta, que disertó sobe Bosnia i Herzegovina: la sinrazón del ser humano.

Por último, la directora de Cultura del Centro Sefarad-Israel, Esther Bendahan, glosó la figura de la protagonista de la exposición de la embajada bajo el título Del judeo español de Laura Papo a las nuevas y nuevos creadores.

‘Laura Papo, escritora sefardí’

Junto a la exposición sobre la guerra en Bosnia y el cico de charlas, la sede lagunera de la RSEAPT acoge otra muestra denominada Vida y obra de Laura Papo, escritora sefardí, aportación directa de la embajada en España. Puede visitarse hasta el día 24 en el mismo horario que la otra instalación. Recorre la vida y la obra de la escritora y dramaturga cuyos hijos fallecieron en el terrible campo de concentración de Jasenovac donde se calcula que el régimen filonazi de la Ustacha croata asesinó a casi 100.000 personas entre 1941 y 1945. Laura Papo (Sarajevo, 1891-1942) fue conocida también por el seudónimo de Bohoreta (la primogénita, en ladino), con el que a veces firmaba. Contribuyó decisivamente al estudio de la cultura sefardí -terreno que le llevó a colaborar con la Junta de Ampliación de Estudios española- y a la divulgación del judeo-español, lengua de la que pasa por ser la primera autora de teatro.