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El Santo Hermano Pedro y un justificado copatronazgo del Archipiélago

El pasado viernes, el pleno de la Corporación municipal de Vilaflor de Chasna adoptó un relevante acuerdo acerca de su hijo más ilustre y universal, el Santo Hermano Pedro de Bethencourt, nacido en dicho pueblo tinerfeño en 1626 y fallecido en Guatemala en 1667 en loor de santidad. Se trata de una solicitud que oficialmente realiza la Corporación chasnera y que va dirigida a los prelados canarios para que el Hermano Pedro sea designado copatrón de las Diócesis Nivariense y Canariense respectivamente. Sobrados son los méritos que para ello, a mi juicio, este humilde pastor del sur de Tenerife posee y que trascienden más allá de una religión concreta o de una forma particular de vivir la fe y la espiritualidad. Y es que, además de que Pedro de Bethencourt es el primer natural de las Islas Canarias en haber sido canonizado (por S.S. Juan Pablo II el 30 de julio de 2002), su excepcional figura y labor a favor del prójimo continúa siendo, a pesar de los más de tres siglos transcurridos desde su muerte, un referente a seguir para las presentes y futuras generaciones. Así, el Hermano Pedro puede ser considerado como la figura más relevante y universal de cuantas han venido al mundo en el Archipiélago canario, un auténtico precursor de los Derechos Humanos en una época (siglo XVII) en la que dichos derechos no gozaban de refrendo jurídico alguno y raramente formaban parte del debate ético-jurídico de la época, pues no será hasta 1948 cuando los Derechos Humanos, como derechos básicos e inalienables a todo ser humano, van a obtener un reconocimiento y tratamiento internacionales. El Hermano Pedro de Bethencourt se adelantó a dicha Declaración Universal ofreciendo su ayuda y consuelo a todos los que la necesitaban en la estratificada sociedad guatemalteca del siglo XVII sin hacer distinciones por la raza, sexo, edad, origen social o étnico de las personas que lo necesitasen. Y así, Hermano Pedro fue un precursor en la alfabetización infantil, especialmente de niños indios y negros, los cuales no solían recibir ninguna clase de instrucción debido a su pertenencia a los estratos más bajos de la sociedad de la época. Fue también un adelantado para su época, siendo el primero en impulsar la asistencia social en América al fundar el primer hospital de Convalecientes, dado que en aquella época muchos enfermos que escapaban de una enfermedad grave morían luego durante su convalecencia desasistidos al no tener quien los cuidase. El Hermano Pedro dedicaba su tiempo a los más necesitados, repartiéndoles toda la comida y la ropa que podía conseguir. Además visitaba y atendía a enfermos que, por estar aquejados de repugnantes enfermedades como la lepra, nadie quería asistir, realizando desde las tareas más sencillas (como barrer y limpiar altares o pedir limosna) hasta las más duras, como visitar una vez a la semana a los presos en las cárceles y procurar aliviar en lo posible sus duras condiciones de vida.

La encomiable labor en favor de los más débiles y necesitados realizada por el Hermano Pedro durante la mitad de su vida que pasó en Guatemala justifica, sin duda, su nombramiento como copatrón de las dos diócesis que existen en el archipiélago en el que nació y a las que se encuentra estrechamente unido por vínculos familiares. Así, y respecto de la Diócesis Nivariense, por haber sido la isla de Tenerife su terruño de nacimiento, mientras que respecto de la Diócesis Canariense, por ser la mayoría de sus antepasados, tanto por el lado paterno como materno, aborígenes de la isla de Gran Canaria que se enrolaron en el ejército castellano que conquistó la isla de Tenerife en 1496 y entre los que podemos mencionar a un nutrido grupo de guerreros canarios, ya bautizados con nombres y apellidos españoles, que participaron decisivamente en la conquista y repoblación de Tenerife, tales como Alonso de Córdoba, Pedro Delgado, Diego de Torres, Juan Buenviaje, Pedro González y Pedro Texena o Texenen, este último su apelativo aborigen grancanario. Ante estos incuestionables méritos, no es de extrañar que el Ayuntamiento de Vilaflor de Chasna, a través de un escrito dirigido a la Fecam, haya solicitado al resto de 87 corporaciones municipales del Archipiélago su adhesión a la solicitud oficial para que el humilde cabrero Pedro de Bethencourt, el hombre que fue caridad, sea nombrado copatrón de las dos diócesis existentes en las islas que le vieron nacer hace ya casi cuatro siglos.

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