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La orotava | La despedida de un referente del Archivo Municipal
Pedro Hernández Luis Auxiliar de archivo durante 30 años

«El Archivo no guarda las cosas del Ayuntamiento, guarda la historia de La Orotava»

«Entre las diapositivas y las fotos en papel y en digital, hay más de 600.000 imágenes», indica el auxiliar de archivo durante 30 años

Pedro Hernández Luis en el Archivo Municipal de La Orotava. E. D.

Pedro Hernández Luis cumplió su sueño de niño, trabajar rodeado de documentos, cuando en 1993 empezó a ejercer como auxiliar en el Archivo Municipal de la Villa. Se jubila en junio.


¿Cómo transcurrió su infancia en La Orotava?

Yo nací el 27 de junio de 1957, un día de las alfombras. Vivíamos en Camino Polo y, con apenas diez meses, mi familia se trasladó a las barriadas de San Isidro, en Los Poyos. Mi padre era transportista y eso marcó mi vida. Siempre con el dinerito justo para mantener una familia numerosa, con cinco hijos varones. A mí siempre me gustó la fotografía, desde chiquitito, pero era una afición cara y no pude desarrollarla en ese momento por falta de recursos. Mi padre iba a buscar mercancías al muelle y la repartía por el Valle de La Orotava. En verano, como aprobaba todo en junio, podía acompañarlo en el camión y descubrí un montón de cosas en aquellos paseos por el muelle, los barcos... Del colegio de Los Poyos pasé al instituto de La Torrita, que prácticamente estrené. Llegué en 1970 y lo habían inaugurado en 1968. Y compartí clase con el actual alcalde de La Orotava, Francisco Linares.

¿Cuándo empezó a trabajar en el Archivo de la Villa?

En junio de 1993, el Ayuntamiento contrató gente al principio para ayudar al archivero, pero con el paso de los años nos fuimos especializando y pude aprobar unas oposiciones.

¿Cómo era aquel archivo que encontró hace casi 30 años?

Digamos que era un punto de partida. Prácticamente era una montaña de papeles, aunque también había documentación organizada. Para poder tener algo bien ordenado hacen falta dos cosas: tiempo y espacio. Y en aquel momento, Negrín, que era el encargado, no sé si tenía tiempo, pero espacio seguro que no tenía. El archivo era apenas un cuartito, donde ahora está el ascensor. La gente prácticamente pasaba por encima de los papeles. El primer gran cambio vino cuando la Banda de Música se trasladó, en 1992, a la Casa de la Cultura, y dejó el local que tenían en la plaza del Ayuntamiento. Allí se pusieron estanterías y se bajó el archivo. ¿El problema? Aún había muchos papeles sueltos, y eso provocaba que cuando alguien iba a buscar algo, la cosa terminaba más desordenada aún. En aquel momento, con montañas de papeles en las estanterías y lo que pudo organizar Negrín, empezamos prácticamente de cero.

Usted ha vivido todo ese proceso de cambio desde dentro...

En efecto, y nada de lo que se ve hoy en el Archivo Municipal de La Orotava es fruto de la casualidad. Nada ha caído del cielo. Cada papel, cada milímetro, ha sido estudiado a conciencia. Hemos sido un equipo magnífico y he tenido la suerte enorme de trabajar con dos directores como Antonio Álvarez y Concepción Perdomo. He aprendido mucho con ellos y han sido muy buena gente. Tampoco tengo ninguna queja de los compañeros del Ayuntamiento, que han sido todos maravillosos. Lo mejor de este archivo es que siempre hemos trabajado en equipo, aportando ideas y mejorando lo presente. Con consenso y sin ordeno y mando. No tengo nada negativo que decir del archivo, y a la cabeza de lo positivo está su personal. Han sido como una segunda familia para mí.

¿Lo peor de estos años han sido las mudanzas?

Bueno, hemos trabajado con mucho rigor y siempre han salido bien. Fue intenso y tuvimos que trabajar mucho en las tres grandes transformaciones. La primera, de aquel cuarto lleno de papeles al local de la plaza del ayuntamiento. La segunda, en 2001, cuando el Ayuntamiento se traslada temporalmente a las oficinas del Mercadona actual y nosotros tenemos que empaquetar toda la documentación para trasladarnos de forma provisional a la sede actual. Hay que tener en cuenta que la documentación es un mundo aparte. Siempre tienes que saber qué estás cogiendo y dónde lo vas a poner. Tardamos más de un año en el proceso, que concluyó en mayo de 2000. En 2005 no volvimos al Ayuntamiento con el resto de dependencias. La tercera gran transformación fue, entre 2016 y 2017, con la instalación de los armarios compactos. Fue un gran reto, una gran inversión y una buena decisión política, pero no fue una empresa fácil. Tuvimos que empaquetar y sellar todo para que lo trasladara una empresa de seguridad. Y salió perfecto.

¿Cuáles han sido sus mejores momentos en este trabajo?

Como he sido feliz todo el tiempo, es difícil destacar algo. Fui feliz cuando entré en el archivo, sabía que no era cualquier trabajo. Para mí no existe un trabajo mejor. A los que nos gusta la documentación y la historia, nos cierran la puerta, nos ponen una cama y nos quedamos a vivir aquí.

«En el presente organizamos el pasado para que lo puedan revivir en el futuro»

La fotografía es otra de sus grandes aficiones...

Yo tengo tres aficiones en la vida. La historia, que no me deja tiempo para leer novelas; la documentación, ya que desde chiquitito he sentido un vínculo con los papeles y siempre quería trabajar en una mesa llena de documentos. Al principio la única referencia que tenía eran los bancos y en eso pensaba. Siempre tuve vocación por la organización y mis papeles estaban bien organizados y cuidados desde chiquito. Y la gran pasión de todas es la fotografía, pero la fotografía documental, no la artística. Disfruto con las fotos artísticas de otros, pero lo mío son las fotos documentales y de arquitectura. Las hago pensando en el futuro, en lo que queda. Y saco mis fotos pensando sobre todo en La Orotava.

¿Cuántas fotos puede tener en su archivo personal?

¿Mínimo? Entre diapositivas, fotos en papel y en digital, tengo más de 600.000 imágenes... y me quedo corto. Sólo en una romería he hecho 6.500 fotos. En 2015 fui al puchero de La Florida, desde el viernes, cuando cortan la verdura, e hice 4.500 fotos allí. Fotografío todos los detalles pensando en el día de mañana. Estos días estuve haciendo fotos por las noches del asfaltado de la TF-21. Lo disfruto.

¿Piensa donar esas fotos al Archivo Municipal?

Ya voy más para viejo que para joven y esa es mi idea. Ya he dejado muchas fotos, pero lo haré poco a poco, por lotes y de forma ordenada, porque sé que no se pueden traer de golpe 10.000 fotos. No quiero volverlos locos.

¿Qué tipo de fotos necesitan?

La gente piensa que la foto de una calle o de una casa no tiene demasiado valor, pero sí lo tiene, como también lo tiene la foto antigua de bodas de un pariente. Si 200 personas nos donaran las fotos de bodas de sus padres, abuelos o bisabuelos, podríamos ver el reflejo de distintas épocas. El valor sociológico sería enorme.

¿Qué valor da a los carteles?

Pues yo estoy obsesionado con el cartelismo, que es algo tan efímero que en unas semanas desaparece. Qué poco generosos somos con el futuro. Si no guardamos esos carteles y esos programas sociales, religiosos, deportivos o culturales... ¿cómo sabrán las futuras generaciones qué es lo que hacíamos? El Archivo no guarda las cosas del Ayuntamiento, guarda la historia de La Orotava. En el presente organizamos el pasado para que lo revivan en el futuro. Esto no es un almacén de papeles, aquí se guarda la historia de un pueblo. Y los carteles son parte de esa historia.

¿Qué planes tiene para después de su jubilación?

Pues seguiré colaborando con el Archivo Municipal de otra manera. Voy a seguir proporcionándole fotos y carteles. Incluso más que ahora, porque tendré más tiempo libre. Voy a ser la pesadilla del cartelismo en La Orotava. Dejo de estar aquí como trabajador, pero no dejaré mi esencia archivera, mi vocación por la historia ni mi amor por la Villa. Eso morirá conmigo.

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