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Primera investigación arqueológica sobre el valor histórico de las atalayas

El trabajo inicial sobre la red de miradores que ya usaban los guanches se ha desarrollado en la comarca noreste | Tras la conquista se usaban para vigilar la llegada de los corsarios

Investigaciones en una de las atalayas objetos del estudio, en el municipio de La Laguna. E. D.

La Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias impulsa el primer estudio arqueológico que se realiza en la Isla sobre las atalayas. El proyecto Vigilant se centra en el noreste de Tenerife, bajo la dirección de un equipo multidisciplinar de la Universidad de La Laguna (ULL) y el Instituto Catalán de Arqueología Clásica, en colaboración con investigadores de las universidades de Sevilla y de Barcelona.

Este trabajo conjunto pretende arrojar nueva luz sobre la histórica red de miradores defensivos que avisaban de la llegada de corsarios a la Isla. Tenerife está llena de unos accidentes geográficos que ya despertaron el interés de los guanches por alongarse al horizonte. Además, desde el siglo XVI sirvieron de base para advertir de los frecuentes ataques navales. Las prospecciones en la zona noreste inauguran una iniciativa que busca determinar la localización de esos enclaves para proceder más adelane con esta base a desarrollar futuras excavaciones.

Según las fuentes documentales, la estrategia defensiva se llevaba a cabo mediante una red interconectada de atalayas que enviaban y repetían señales de fuego y humo. Sin embargo, prácticamente no existen estudios a nivel arqueológico sobre su emplazamiento y caracterización material.

Por ello, Patrimonio Cultural ha impulsado el inventario de estos espacios de vigilancia El trabajo tiene un interés histórico relacionado con visibilizar la primera línea de defensa de la zona capitalina y también arqueológico por aplicar nuevas líneas de estudio. Promete arrojar nuevos datos sobre el funcionamiento de esta red y la creación de los primeros paisajes culturales tras la conquista.

Recursos públicos

Antonia Perera, directora general de Patrimonio Cultural, valora: «Para el Gobierno de Canarias resulta de interés destinar recursos públicos a estudiar los dispositivos de vigía y las atalayas que protegían a la población». Asegura que se trata de «enclaves estratégicos de importancia social y geopolítica que nos informan de la trama de defensa creada durante siglos» por lo que es necesario «comprender su desarrollo, a través de la arqueología, para conocer más sobre nuestro pasado».

Las atalayas, además, reúnen unos criterios espaciales muy específicos, ya que «requieren visibilidad e intervisibilidad entre enclaves y deben ser accesibles, entre otras características», explica Francesc Conesa, codirector del proyecto. Conesa ha realizado una estancia de investigación en el Laboratorio de Micromorfología y Biomarcadores Arqueológicos (AMBI Lab) de la ULL. Ha contribuido en la integración de la teledetección y la geoarqueología de suelos y sedimentos.

Estos enclaves geográficos se usaron desde el siglo XVI para advertir de los ataques navales

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Durante una visita de campo fueron documentados los restos de una estructura circular de piedra en lo alto de una colina prominente cerca de La Laguna, la capital histórica de la Isla. Vecinos y excursionistas locales conocían la estructura, pero no aparecía en ningún inventario oficial de patrimonio. Una búsqueda preliminar en archivos, fotografías aéreas y mapas topográficos proporciono más ubicaciones que podrían tener estructuras similares.

Las atalayas se disponían en las cumbres con buena intervisibilidad para repetir las señales hacia el puerto, Santa Cruz, y La Laguna. En la red documentada, la primera empezaba en la Montaña de Tafada y de allí pasaba a la del Sabinal, ambas en Anaga, a la de Igueste y a la de San Andrés. Los avisos llegaban al Castillo de San Cristóbal en la capital y viajaban luego a las Montañas de Taco y Ofra.

Tras la recuperación de medio centenar de documentos históricos se llevó a cabo un análisis geoespacial que incluyó la recuperación de toponimia y la reconstrucción de las líneas de visibilidad entre atalayas, a la vez que se desarrolló un programa de prospecciones arqueológicas con técnicas de fotogrametría digital.

Para Jared Carballo, codirector del proyecto, existen las atalayas naturales, sin evidencia material pero localizadas por la toponimia o las fuentes textuales, y aquellas con restos constructivos. Las prospecciones han sido superficiales, pero una segunda fase se añadirá la excavación «y a largo plazo su integración en nuevas rutas culturales», adelanta Conesa. Vigilant permitirá establecer criterios básicos y comunes para ampliar la investigación a toda la Isla, pues hay evidencias de atalayas históricas en el norte y en el sur.

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