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Consorcio de extinción de incendios | Cincuenta años del Parque de Tomé Cano

Medio siglo de bomberos ‘modernos’ en Tenerife

Mañana se cumplen 50 años del ‘hogar’ en Santa Cruz de quienes luchan contra el fuego | El edificio ocupa un lugar especial en los profesionales que han pasado por allí

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Parque de Bomberos de Santa Cruz de Tenerife Carsten W. Lauritsen

El parque de bomberos de Santa Cruz ha pasado de estar en las afueras, entre plataneras, a ser referente de la zona de Tomé Cano, porque aludir al edificio ayuda a situarse en este punto de la geografía capitalina. El continente ha cambiado tanto como el contenido 50 años después. De unos pocos efectivos a los 71 actuales, de vehículos con campana a espectaculares escalas y del ámbito municipal al Consorcio insular. 

Un 23 de noviembre, tal día como mañana, de hace cincuenta años quedaba inaugurado de manera oficial el Parque de Bomberos de Tenerife, en la santacrucera calle Tomé Cano. El histórico edificio cumple medio siglo en condiciones aceptables. Mejor que antes de la rehabilitación a la que ha sido sometido por sus recurrentes problemas estructurales. Lugar de trabajo y vida de quienes han visto cumplido su sueño de niños: servir a la sociedad enfrentándose al fuego. «Aquí vivimos uno de cada tres días, como media; hay roces, pero por encima está el compañerismo», apunta Ibrahim Ben Mohamed Pérez, jefe del Parque y responsable de la Zona Metropolitana del Consorcio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento de la Isla. Depende del Cabildo, fue creado en 2000 «y es el modelo de gestión adecuado» defiende. La historia de los bomberos tinerfeños abarca más etapas y está muy relacionada con este inmueble.

Labor diaria de los bomberos en dos imágenes del viernes. | | CARSTEN W. LAURITSEN

Ibrahim entró en el cuerpo en 1991. Lo hizo en Las Chafiras (San Miguel de Abona) y ya en el 93 llegó a Tomé Cano. Recuerda que «la última promoción fue la del 86, de la que quedan dos compañeros, Andrés y Jesús». Recorrer el edificio es encontrar los recuerdos de cientos de profesionales que han pasado por aquí en cinco décadas. La mayoría, apunta, «vocacionales», aunque en su caso intentara ser militar profesional.

Medio siglo de bomberos ‘modernos’

Medio siglo de bomberos ‘modernos’

Cambios.

Él no lo vio, pero recuerda lo que contaban los veteranos: «Nos hablaban del campo Don Pelayo, donde se jugaban los partidos de la cantera en la capital, que estaba enfrente». Subraya: «Yo sí recuerdo que no había nada construido donde ahora prácticamente no hay un espacio libre». Reconoce durante el recorrido que «esto ha cambiado muchísimo». Una transformación radical. De un paisaje de huertas y plataneras a ser referente de la zona. Saber donde están «los bomberos» permite ubicarse. De cuartel a parque. Lo valora quien lleva casi tres décadas como bombero: «Era propio de los tiempos una cierta ceremonia militar. Formar en el patio, saludar al oficial o dar novedades. Ahora, todo es distinto». Del viejo material, como los camiones matrícula TF-O que conoció Ibrahim al moderno equipamiento, como las enormes escalas que permiten el acceso a casi cualquier altura. De las campanas con que se avisaba a la población del fuego, al inconfundible sonido de las sirenas de hoy. Y del Ayuntamiento de Santa Cruz al Consorcio insular. Explica: «Los bomberos teníamos un concepto administrativo municipal y mucha conexión con la Policía Local». «Somos actualmente 71 profesionales en turnos de 14 personas y guardias de 24 horas, para cumplir los servicios necesarios», señala Ibrahim. Bastantes más que los seis de 1954, cuando la sede estaba en la chicharrera calle Ruiz de Padrón.

Historia.

Durante la visita se nota la actividad de quienes están de guardia y se preparan entre simulacros de pequeños incendios en el patio de este enorme inmueble, muy cercano a la avenida Tres de Mayo y a la popular barriada de La Victoria. Adivinar eso sería complicado en la foto que muestra el Jefe del Parque. Corresponde a la construcción de finales de los años 60 del pasado siglo. No hay almacenes, ni torre en el interior ni aparece el colegio Tomé Cano, prácticamente anexo hoy. El segundo piso acoge muchos recuerdos. Fotografías, copas ganadas en trofeos deportivos –siempre tuvieron un buen equipo de fútbol– o viejas bombas de extinción de tracción manual. Preside la figura del patrón, San Juan de Dios. La idea es llegar a tener un pequeño museo y para eso recopilan material recuperado. Pero los pocos vehículos antiguos restaurados no pueden quedarse a la intemperie. Al respecto valora: «Tuvimos uno aquí muchos años, en la puerta, pero acabó muy deteriorado. Una asignatura pendiente, algo paliada cuando Ibrahim nombra a históricos que le precedieron al frente del parque, como Miguel Domínguez, en los 90, Juan Amador o, sobre todo, Salvador Reyes. Este último fue su jefe y amigo. «Me ayudó mucho en lo personal y lo profesional», resume. Jubilado hace dos años después de 42 como bombero. Historia viva.

Incidencias.

Cada año se repiten las principales incidencias que enumera: «El típico caldero al fuego, sacar a gente atrapada en ascensores o abrir puertas». En muchas ocasiones con desgracias personales detrás del umbral, «sobre todo de personas que vivían solas». También los suicidios. Pero el peor momento fue «sin duda, la riada del 31 de marzo de 2002. Por las ocho víctimas mortales, por la destrucción y por la reconstrucción. Estaba de guardia ese domingo Santo y no volví casa hasta el jueves siguiente». Acudió desde el principio a la erupción del volcán de La Palma y apreció «un espectáculo hipnotizante de la naturaleza y la elevada destrucción».

«Esto (el reportaje) debe servir para demostrar que hace falta un libro o un archivo con todos los datos históricos». Lo resume una fuente consultada. Por no mencionar los datos urbanísticos, costó encontrar fechas: los primeros bomberos voluntarios (1892), el primer vehículo (1929), la primera cuba y la primera escalera (1954) o la reforma inicial y profunda de la plantilla (1974). Pequeñas pinceladas de una extensa historia que merece un espacio, tanto físico como figurado, porque estos bomberos modernos tienen un pasado que la sociedad a la que protegen debe y quiere conocer.

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