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Cho Vito sigue a la espera

La Audiencia provincial no ha resuelto la denuncia de los vecinos por la intervención que terminó con el poblado en 2012

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Cho Vito Andrés Gutiérrez

Cuatro minutos antes de las 10 de la mañana del 16 de noviembre de hace nueve años empezó el derribo de la casa de Tomás González y su familia. Fue la primera que cayó en la segunda intervención que hizo desaparecer un poblado para construir un paseo que termina en el muro de una central eléctrica.

El 4 de marzo de 1998, el Boletín Oficial de Canarias (BOC) publica el convenio de colaboración entre el Ministerio de Medio Ambiente y el Gobierno de Canarias para actuaciones en infraestructuras, cuyo listado apareció en la edición del BOC del día 28 de ese mismo mes. El número 47 del listado era el proyecto de paseo marítimo y demolición en Cho Vito. Hoy el paseo está construido, pero apenas tiene usuarios porque muere en los muros de la central eléctrica de Las Caletillas. Para crearlo el Estado destruyó Cho Vito hace nueve años.

A las 9:56 horas del viernes, 16 de noviembre de 2012, una pala comenzó a demoler la vivienda de Tomás González y su familia, el último símbolo de Cho Vito. Era la primera de las nueve casas que dejaron en pie en el poblado marinero cuatro años antes, tras una intervención que pretendió ser ejemplo de lo que ocurriría con el resto de enclaves del país situados en dominio público marítimo-terrestre. Pero el exceso tuvo el efecto contrario.

El 17 de abril de 2005, los vecinos descubrieron que el proyecto de Plan General de Ordenación (PGO) de Candelaria incluye el llamado Anejo A15, documento que propone la demolición de Cho Vito. Comenzó entonces una lucha que no ha terminado. La intervención definitiva, la de hace nueve años, está a la espera del pronunciamiento de la Audiencia Provincial en el proceso abierto por la denuncia de los afectados contra la delegada del Gobierno, María del Carmen Hernández Bento, y el subdelegado en Santa Cruz de Tenerife, Guillermo Díaz Guerra. «Consideramos que se vulneraron derechos fundamentales porque, entre otras cosas, nos echaron de nuestras casas y las tumbaron sin que hubiera decisión judicial alguna que avalara la entrada en nuestros domicilios», denuncia Tomás González.

Algo parecido ocurre con la intervención del 7 de octubre de 2008, cuando 23 de las 31 casas que formaban Cho Vito fueron demolidas. «Los juzgados tampoco han dicho la última palabra en ese caso. Por mucho tiempo que pase, esto no caduca y algún día esperamos justicia».

Cho Vito sigue a la espera

De vez en cuando

Filiberto, Marta, David, Miguel, Davinia, Tomás... Están entre los últimos nombres de Cho Vito. El lugar, hoy convertido en callao, soledad, mierda y un paseo a ninguna parte, no es un sitio que frecuenten quienes hicieron de aquel poblado un sitio para vivir. «Nos vemos de vez en cuando, nos consultamos, pero el covid ha sido un freno. Creo que en este tiempo he estado cuatro veces allí. No quiero volver. Es muy duro y muy triste lo que ocurrió y para qué se hizo».

Tomás González era el líder natural del movimiento vecinal y quien encabezó lo que se definió como «el espíritu de Cho Vito». Una frase que simboliza la lucha de un grupo de personas en defensa de sus hogares, a pesar de la existencia de algunas sentencias, y que hoy «se mantiene vigente». Por motivos profesionales, González se encuentra en La Palma, donde la Dirección General de la Costa y el Mar emprende algunos procesos para recuperar el dominio público marítimo-terrestre. Es el caso de El Faro, La Zamora y Puntalarga, en el municipio Fuencaliente. «Nuestro ejemplo sirve para ayudar y orientar a quienes ahora se ven en nuestra misma dificultad». «No quiero que se repita lo nuestro en ningún lugar de Canarias», reflexiona.

La última fue la de Lolita

«Fuimos ejemplo de unidad, de solidaridad y de trabajo, pero lo que perdura es la injusticia», rememora Tomás González, quien con cierta melancolía no deja de señalar que «nadie nos ha pedido perdón, pero seguimos esperando que alguien lo haga».

Cho Vito terminó de desaparecer cuando cayó la casa de Lolita, la más alejada de las entradas al pueblo. Nueve años después, Tomás González apunta: «Que quede claro. Costas vino a Cho Vito porque Candelaria fue a buscarla»

Un problema similar está por resolver a pocos metros de donde estaba Cho Vito, al otro lado de este la central eléctrica. Costas ha reactivado el expediente de recuperación del espacio de dominio público en Bajo la Cuesta. Peligro.

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