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El apuntador de la vida

Fisioterapeuta, licenciado en Periodismo y Filología, profesor e hijo de la emigración canaria, en su caso a Suiza e Inglaterra, Pupilo Pérez «lo cuenta todo» en cien dietarios

Pupilo Pérez escribe uno de sus episodios vitales más recientes en su casa del municipio de La Laguna . E. D.

Pupilo Pérez lleva cinco décadas editando cotidianidad. Este lagunero del barrio de Taco escribe lo que le ocurre de interés en toda clase de papeles, desde facturas a servilletas o cuentas de restaurantes, sobre todo guachinches. Luego pasa el ‘collage’, porque incluye también fotos u otros documentos, a un dietario. Ya tiene más de cien productos de una travesía personal de más de medio siglo. Es el apuntador de la vida.   


Pupilo Pérez apunta todo lo que considera de interés desde hace cinco décadas. Escenas de la cotidianidad escritas en toda clase de papeles, desde facturas a servilletas y cuentas de restaurantes, sobre todo guachinches. El collage, que incluye también fotos u otros documentos, lo pasa luego a un dietario. Ya ha rellenado más de cien con el mismo proceso. Es el apuntador de la vida.

El apuntador de la vida

Fisioterapeuta, licenciado en Periodismo y Filología inglesa, además de profesor de FP con un amplio periplo por diferentes destinos docentes. Desde La Guancha a Santa Cruz, donde ha terminado su labor el curso pasado en el César Manrique de Ofra, la antigua Escuela de Comercio. Y también en Las Palmas de Gran Canaria, su segunda casa. Tiene 63 años, pero aparenta diez menos, dos hijos y una nieta, Marla, el ojito derecho de su abuelo. Un hombre autodidacta que cumple como pocos el refrán de hecho a sí mismo.

Es el perfil de Pupilo Pérez. Pero falta tal vez lo más importante. Su faceta como escribidor en todo tipo de soporte de papel que cae en sus manos. Durante cinco décadas ha apuntado, sobre todo a lápiz, cada idea, situación o anécdota que le ha parecido trascendente. Con ellas ha llenado un centenar de dietarios que conserva como un tesoro en su casa de La Laguna.

Pupilo Pérez -Manuel Pupilo Hernández Pérez- nació y creció en Taco, el populoso barrio de La Laguna. Recuerda su infancia: «Mi padre, Domingo el rubio, que era muy conocido en la zona, tenía una venta y yo quería escribir poesía. Cuando la cerró me dejó en herencia el dietario. Ahí escribí un primer poema con 14 años y luego pegué una quiniela que me saqué. Así empezó todo». Razones: «No había ni hay ninguna en especial, ni un fin concreto. Empecé como un hábito para plasmar mis reflexiones y hoy me da cierta pena no continuar. Me siento obligado y pienso que así será hasta que muera». Considera que «me preocupa e paso del tiempo y pienso en los dietarios que me que quedan por llenar. Me levanto y digo un día menos». Pero, armado con las pequeñas agendas que siempre lleva consigo o gracias a cualquier papel que aguante la escritura, sigue apuntando la vida.

Pupilo califica en varias ocasiones como un tesauro el resultado de apuntarlo todo. «Casi todo», puntualiza «porque a veces no hay nada que reseñar. Lo que escriba tiene que significar algo». El encuentro con quien suscribe y el fotógrafo hay que reflejarlo «para la posteridad». Con imágenes incluidas que completen lo escrito. El episodio ya está incluido en el particular universo de Pupilo.

«No hubo ninguna razón para escribir; empecé como un hábito y me apena no seguir»

Vuelve al concepto de tesauro para dejar claro que «este no es un diario, esa no es la idea porque a veces vuelvo atrás y pego, por ejemplo, la esquela de un conocido muerto con algún añadido, no siempre favorable al difunto». Un dato: «A veces escriben otras personas como si fuera un acto colectivo». Y, además, «la media es una vez cada tres días y a veces pasan cinco sin añadir nada». Tesauro: lista de palabras o términos empleados para representar conceptos. En esta definición se encuentra más cómodo Pupi, como le llaman su familia y los amigos. Suele implicar a sus alumnos en la afición de escribir en el tesauro.

Nacido en un entorno muy humilde y criado en aquel Taco producto de la inmigración isleña interior de los años setenta del siglo pasado, Pupilo -nombre que, asegura, «me puso mi madre, María de las Nieves, todavía no sé muy bien por qué»- recuerda su juventud. Entre la descarga de containers de Galletas Artiach –todavía está enganchado a las de nata– por 5.000 pesetas para ganarse el sustento y la lectura compulsiva. Lo cuenta: «Leía todo lo que caía en mis manos y me marcaron mucho Miakovski y Parsternak. O Nietzche. Un chico de barrio con la mente cultivada. Pero tenía tiempo para ir a la plaza, hacer deporte y fumar algún canuto. Era la época de las drogas y la heroína se llevó a muchos amigos». No había mucho futuro en aquella Canarias y salir fuera era una buena opción.

Pupilo emigra dos veces. La primera a Suiza con su entonces pareja. Allí está dos años, tiene su primera hija, y regresa a mediados de los 80. La segunda vez marcha, ya en solitario, a Inglaterra. Fueron tres años como freganchín (wahs in up). Trabaja duro pero vuelve «rico por el cambio de la libra y con dominio del inglés». Ahorra, invierte y toma la decisión de formarse académicamente.

Calcula que cada diez años ha acabado una carrera. Fiosioterapia en la ULL, con 30; Periodismo también en la ULL, con 40, y Filología inglesa en Las Palmas, a los 50. Cuando daba clases de Fisioterapia en el Negrín lo llaman para incorporarse como docente de FP en La Guancha. Un giro en su vida.

«Fui un chico de barrio, pero con la mente cultivada por Pasternak o Maiakovski»

La penúltima historia que cuenta en el tesauro es la de una señora –por su vida han pasado unas cuantas– que vivió la tragedia del crucero Costa Concordia. La última relata su experiencia en el reciente Festival Rock&books en la capital grancanaria.

A Pupilo le va bien. Vive en el centro de La Laguna, donde tiene su consulta. Salir por Aguere con él –en tenis, pantalón corto y y un chándal de la UD Las Palmas, su segundo equipo, porque el primero es el Tete– obliga a pararse en cada esquina. Conoce a todo el mundo y es a su vez conocido.

Reflexiona para concluir: «Si alguien me dicen con 15 años, cuando vivía en Taco que hoy mi casa estaría aquí –uno de los templos históricos de la burguesía lagunera– le hubiera recomendado ir al psiquiatra». De Taco al corazón de La Laguna con paso por Suiza, Inglaterra o Las Palmas –allí vive de jueves a domingo– . Un periplo intenso. Y todo bien apuntadito.

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