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espacios naturales | El delicado equilibrio entre la protección y el disfrute

Pintadas, destrozos de vehículos y otros atentados a la naturaleza tinerfeña

La Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello no para de denunciar en las redes sociales, a través de su campaña ’Pasa sin huella’, las flagrantes agresiones al medio ambiente

Pintadas en lugares de especial valor etnográfico o geológico, destrozos originados por los vehículos en zonas protegidas y otros atentados contra la naturaleza en Tenerife. Es el resumen de las numerosas denuncias contra el vandalismo realizadas en redes sociales, a través de la campaña Pasa sin huella, por la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello. Su fundador –en 2015— y director, Jaime Coello Bravo (Puerto de la Cruz, 1973), cierra el debate sobre el equilibrio entre protección y disfrute de los espacios naturales surgido a raíz del reciente acuerdo plenario del Cabildo para poner coto a las actividades de los 4x4.

Pintadas, destrozos de vehículos y otros atentados a la naturaleza tinerfeña

Coello considera de entrada «fundamental» incorporar la tecnología a la gestión de los espacios naturales. Recuerda como en muchos lugares del mundo, su utilización ha aportado grandes beneficios. Entiende que «debe ser un complemento a la labor de los agentes de medio ambiente y en ningún caso sustituirla». Además aboga por «mejorar los medios con los que cuentan estos efectivos de vigilancia que, en muchos casos, resultan insuficientes».

El director de la Fundación echa en falta «campañas de concienciación y sensibilización en los principales medios de comunicación y en las redes sociales». De forma regular y sistemática. Al respecto subraya: «Hace muchos años que no se emplean por razones que desconocemos». Reflexiona al respecto: «Si se trata de motivos económicos, las administraciones cometen un grave error porque cada euro empleado en prevenir el vandalismo, las infracciones o los delitos ambientales, supone el ahorro de mucho dinero a las arcas públicas y sale del bolsillo de todos».

Aumento exponencial

Jaime Coello opina que el aumento de personas en los espacios naturales de la Isla «ha sido exponencial desde la llegada de la pandemia y ha tenido consecuencias». Valora que «se trata de personas que carecen de cultura ambiental y si realizan comportamientos incívicos en la ciudad, también los cometen en la naturaleza».

Esto ha supuesto un aumento en la presión que ya sufrían algunos espacios naturales, lo que, en opinión de Coello, «ha repercutido también en un empeoramiento de la calidad de vida para los habitantes y trabajadores de esas zonas». Pone como ejemplo el caso del Parque Rural de Anaga. No obstante, reconoce que «también un porcentaje considerable de esas personas han podido comprobar que el ser humano necesita de la naturaleza tal y como es, sin intervenciones humanas, lo cual repercute en una mejora de la salud y el bienestar».

La Fundación recibe insultos y amenazas, «el precio que hay que pagar por defender nuestro patrimonio»

El director de la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello es partidario de mejorar los medios de vigilancia en los espacios naturales de Tenerife porque «no admite discusión que son claramente insuficientes». Incide en la escasez de agentes de medio ambiente en una Isla extensa, con un alto porcentaje del territorio protegido y en ocasiones sin un solo vigilante disponible para cubrir una comarca. Coello apostilla: « Nos da la impresión de que la figura del agente no ha sido bien interiorizada ni suficientemente valorada por nuestros responsables públicos y a veces se les ve más como enemigos que pueden restar votos si ejercen sus competencias y tramitan las denuncias». Muy al contrario, los valora como «piezas fundamentales en la vigilancia y la protección de nuestro mayor tesoro público: el patrimonio natural».

Rechaza que patrullen solos, «cuando deberían ir en pareja» y entiende que «esos medios de vigilancia deben dedicarse también a monitorizar las redes sociales». Al respecto destaca que «Pasasinhuella, con tres o cuatro voluntarios y las denuncias ciudadanas, detecta decenas de infracciones ambientales con búsquedas simples». Mientras, « el órgano encargado de gestionar esos mismos espacios no dedique medios a idéntica labor».

Equilibrio entre protección y disfrute del espacio natural. Ahí está el debate. Coello piensa que «cada colectivo, de forma legítima, pretende disfrutar de la naturaleza. Todos acuden a practicar su afición, aunque es evidente que el grado de afección que provoca cada actividad es distinto».

«El problema –valora este experto medioambiental– empieza cuando ese disfrute colisiona con el de otros y sobre todo cuando implica incumplir las normas y deteriorar el medio ambiente». Tiene claro quien también es licenciado en Derecho que «las normas ambientales no se aprueban por capricho, existe una razón de ser y no es molestar a nadie sino proteger el medio natural».

Educar y sensibilizar

Coello critica el «abandono de la educación y la sensibilización ambientales por parte de las administraciones públicas». Plantea que «no se ha enseñado que los espacios naturales se protegen para preservar un conjunto de valores ambientales que están por encima o son compatibles con cualquier acción humana». Lo resume: «Todas las aficiones y actividades económicas, en ningún caso deben estar por encima y prevalecer sobre el patrimonio natural, hasta el punto de agredirlo».

Defiende que este no es un territorio continental, sino insular, con ecosistemas muy frágiles, y «determinados comportamientos dañan de forma irreversible, la flora, la fauna y el patrimonio geológico; por eso deben ser perseguidos». De ahí las actividades prohibidas y las zonas de reserva donde no se puede acceder. Cree muy importante la vigilancia y que se castiguen las infracciones porque «si no, estamos dando una sensación de impunidad».

Por último, valora: «En esta Isla ya vivimos un millón de personas que, junto con los cuatro de turistas anteriores a la pandemia, provocamos una presión insostenible en nuestra ya mermada naturaleza». Por eso propone «comprender e interiorizar el concepto de límite». Actividades que no se pueden practicar en determinados ámbitos o lugares a los que no se pueda ir «porque el disfrute masivo y sin control puede suponer una pérdida irreversible, para nosotros y las generaciones futuras».

Coello reconoce haber recibido insultos y amenazas, algunas denunciadas, pero entiende que «es el precio a pagar por defender nuestro patrimonio más preciado». Sin embargo, se queda «con la colaboración ciudadana, que nos hace llegar un importante número de denuncias cada día en el marco de Pasasinhuella». También resalta «la colaboración abierta con los agentes y técnicos ambientales, así como con el Seprona de la Guardia Civil».

De las barbacoas en el Teide a los ‘artistas’ en zona protegida

Desde la Fundación diferencian entre las grandes barbaridades, de impacto, y las pequeñas que «por acumulación» se convierten en grandes. Coello valora: «El Puerto de Granadilla ocupa lo alto del podio entre las primeras por el destrozo ambiental que provocó para estar ahora prácticamente vacío». Apunta al proyecto de Fonsalía que, subraya, «nos parece un enorme despropósito». Considera «indigna» la forma de implantar los nuevos aerogeneradores en Arico, «al machacar suelo de alto valor ambiental, ocupar mucho terreno por dispersos y producir afecciones al patrimonio cultural». En cuanto al ámbito menor, señala: «Me quedo con la barbacoa de dos jóvenes alemanes en el Parque Nacional del Teide o el deplorable estado del Barranco de Badajoz, en Güímar, dentro del Paisaje Protegido de Siete Lomas, con decenas de pintadas y grabados». Sin olvidar los realizados en la duna fósil del Monumento Natural de Montaña Amarilla o «al ciudadano ucraniano que hizo una hoguera en el Alto de Guajara en febrero y pasó el confinamiento en el Sitio de Interés Científico de La Caleta de Adeje, en compañía de más de 150 personas. Cuando por fin fueron desalojados habían arrasado con la flora, ocupado las cuevas y dejado excrementos por todas partes». También menciona «el destrozo de algunos ciclistas de descenso en el volcán de Arafo, ca campo a través por una capa de picón reciente (erupción de 1706)»

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