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De este grifo no beberé

La mayoría de vecinos de Santo Domingo se pasaron hace años al agua embotellada y aguantan con estoicismo las restricciones

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Restricciones en el consumo de agua en La Guancha Carsten W. Lauritsen

«En este pueblo en lo que más gastamos es en agua embotellada y en dientes», comenta Yaiza, una joven guanchera que conoce los efectos de la fluorosis en el esmalte dental y que, por esa razón, dejó de beber de la red pública, aunque durante años se lograra rebajar el exceso de flúor. 


El Ayuntamiento de La Guancha anunció el 13 de septiembre una nueva restricción en el consumo de agua potable que afecta a casi la mitad de la población. El aumento de los niveles de flúor, a causa de un corte eléctrico en la Estación Desalinizadora de Aguas Salobres Cruz de los Tarifes, donde se trata el agua de las galerías Vergara I y II, ha obligado a prohibir el uso del agua de la red pública para beber y para cocinar en diez núcleos del municipio, entre los que se encuentra el barrio de Santo Domingo. EL DÍA visitó la zona el viernes 17 y pudo comprobar que la mayoría de los vecinos se pasaron hace años al agua embotellada y se han acostumbrado a aguantar con estoicismo unas restricciones que forman parte de su día a día desde hace décadas. En Santo Domingo el dicho se adapta por la experiencia vivida para dejar claro que «de este grifo no beberé».

De este grifo no beberé

En el supermercado Santo Domingo, abierto hace 34 años, ni siquiera han notado esta semana un aumento en las ventas de agua embotellada. «El agua aquí normalmente es mala, así que la gente ya se ha acostumbrado a comprarla en botellas o garrafas. Aunque digan que se puede beber, no son muchos los que se la beben», detalla una joven trabajadora del negocio. «La gente ya no confía, son tantas veces ya, que apenas se usa para hacer alguna comida, pero ya ni eso», concluye Felipe mientras se encarga de pasar una compra por la caja.

De este grifo no beberé

«Aquí hay gente que se lleva agua embotellada de calidad para beber, como la Fonteide, y otras más baratas para cocinar, por una cuestión de precio», añade Felipe, sin dejar de colocar la compra de un vecino en una caja de cartón. El gasto en agua embotellada es una queja constante de los residentes en esta zona de La Guancha, que echan en falta alguna compensación por no poder contar siempre con agua de calidad en sus casas. «Las garrafitas no son baratas y hay que beber todos los días», advierte Candelaria.

«Algunas perras nos gastamos en agua todos los meses», explica Antonio, mientras mete una caja de agua Bezoya en su maletero. «Esta, que es más suave, la compro para beber porque padezco de los riñones y no puedo beberme cualquier agua. En mi casa, mis abuelos y mis padres tomaron el agua de la zona, toda la vida, pero ahora la notas que ya no es igual».

Algunos mayores, como María, sí usan el agua del grifo para beber cuando no hay restricciones. Está acostumbrada y no la nota «tan mala». Eso sí, cuando le toca cuidar a su nieta, nunca prepara «biberones del chorro». La restricción para los menores de 8 años, que vuelve a aplicarse desde febrero de 2021 en todo el municipio de La Guancha, se lleva a rajatabla. Nadie quiere más generaciones con los dientes manchados por la fluorosis.

«Para nosotros, el agua de La Guancha no se puede beber. Tengo 41 años y desde que nací ya no se podía beber, aunque no lo decían. Los dientes se me hicieron una basura, así que en este pueblo en lo que más gastamos es en agua embotellada y en dientes», sentencia Yaiza en la peluquería. «A mí se me mancharon los dientes de pequeña y me tuve que poner carillas. Si acaso la uso para cocinar cuando dicen que está buena», añade Vanessa, trabajadora de la farmacia.

Hernán cuenta, mientras repara el vehículo de José en el taller Autoher, que «digan lo que digan, yo sigo igual, bebiendo agua de la botella. Mis padres siguen bebiendo del grifo, pero por los niños nosotros dejamos de usarla. Ahora nos hemos comprado un filtro también. El gasto se nota y todo cada vez está más caro: el agua, la luz, la comida...». José asiente. Él también gasta «una renta» para beber en botella.

«Aquí pagamos el agua a precio de oro y no sirve ni para cisterna del baño», lamenta un afectado

«Estaría bien que cuando pasan estas cosas al menos repartieran unas cuantas garrafas de agua entre los vecinos», plantea Estela sin mucha fe. En el bar cafetería La Costa claman por el coste extra que les supone no disponer de agua sin exceso de flúor. «Tenemos que meterle agua embotellada hasta a la cafetera. Compramos varios filtros, pero tampoco podemos usarlos. El gasto se nota y, como vamos tan bien en la hostelería, pues una cosita más. Y luego en casa, como encima vivimos en La Guancha, todo agua embotellada también», sentencia Esther.

En otro negocio de la zona, Juan echa en falta más información por parte del Ayuntamiento: «La primera noticia que tengo de que el agua no se puede beber otra vez es por ustedes, así que me parece que el Ayuntamiento debería trasladar estas cuestiones tan importantes por escrito, al menos a los bares y restaurantes que atienden al público. ¿Quién es responsable si pasa algo? A mí nadie me ha comunicado nada de forma oficial. No vale con poner un anuncio. ¿En qué país vivimos? Aquí pagamos el agua a precio de oro y no sirve ni para la cisterna del baño».

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