Megatrón es un gallo que se lanzó a la autopista del Sur desde el camión que lo llevaba al matadero. Un coche lo salvó de un atropello seguro y lo llevó a una gasolinera cercana, que a su vez trasladó al gallo a una reserva de animales que sus trabajadores sabían que había cerca, en La Jaca, Arico. Fue hace unos cuatro meses. Hoy Megatrón pesa 8 kilos, es uno de los jefes del santuario y corretea de aquí para allá a sus anchas. Muy cerca está Turbo, un caballo con sus crines cortas azabaches. Llegó con 28 años tras pasar por dos abandonos, primero tras ser campeón de salto y luego después de que lo compraran para meterlo en la doma. Cuando lo trajeron a La Jaca no le daban muchos días de vida. Estaba en muy mal estado. Hoy, con 32 años, corretea sin herraduras, ni silla, ni mantilla, ni riendas. Se acerca para que le masajeen la cara y le den un trozo de mango.

Historias como las de Megatrón o Turbo –que se llamó Turbo I y William y ahora se llama solo Turbo– se repiten entre los 18 caballos, 16 perros, 30 gatos, 6 conejos, 6 tortugas, 60 cobayas, 40 pájaros, además de 3 ovejas, 4 cabras, 3 cerdos y 2 burros que habitan en libertad este santuario de animales abandonados de la Isla. Se llama Tenerife Horse Rescue, ocupa una gran extensión de 6.500 metros cuadrados en las ventosas medianías de Arico, con privilegiadas vistas al mar, y todo, absolutamente todo, lo que se hace en esta arca de Noé es reciclado y donado, incluyendo los excrementos de los animales –con el que se hace compost– y hasta las plantas, que se rescatan de la basura. Es la filosofía con la que el italiano Edoardo Pensato y la inglesa Emma Greenfield gestionan la instalación.

Todo reciclado

«Hasta calentamos el agua con el compost», detalla Pensato mientras acaricia a uno de los caballos acogidos en este santuario. Emma y Edoardo vivían en Fuerteventura cuando se les ocurrió montar un gran refugio. Se enteraron de que se vendía un gran terreno en Arico, lo compraron y empezaron a montar en 2018 las amplias instalaciones de Tenerife Horse Rescue dada su pasión por los animales. No aceptan subvenciones, sino donaciones de empresas y particulares. Por ejemplo, reciben todo tipo de comida sobrante de supermercados de Lidl y Hiperdino, de la sociedad agraria Canarisol y hasta de pastelerías, como La Canela, de San Isidro (Granadilla de Abona). Gracias a esas aportaciones, Edoardo y Emma cuentan con la colaboración de 30 voluntarios, todos repartidos en las distintas labores. El argentino Matías Buttigliero, uno de ellos, pisa con sus pies descalzos la arcilla que usa para hacer unos muros con inspiración gaudiana. Como no, todo es reciclado, hasta la cerámica y los cristales decorativos.

Otra de las voluntarias es Diana Pirés, una riojana de 28 años a la que sigue a sol y sombra Sergio. Este perro de 12 años se pasó toda su vida en un albergue. Al quedarse este sin espacio, lo ofrecieron a la residencia de La Jaca. «Primero pasan por un periodo de adaptación. Aquí andan libres y la gran mayoría no está precisamente acostumbrada a estar así. Llegan aquí tras permanecer largos periodos encerrados, abandonados y en pésimas condiciones. Sergio, por ejemplo, se pasó toda su vida en una jaula. Nadie lo adoptó. Pero, míralo... Unos meses después de llegar ya está acostumbrado al lugar, no se despega de mí y es muy cariñoso». Y es que la mayor satisfacción para todos los voluntarios, venidos de diferentes partes del mundo, es «ver cómo unos animales que han sufrido tanto se recuperan, pasan a una vida sin la menor atadura e incluso muestran su felicidad devolviendo el cariño que les damos», como cuenta Diana.

La historia de Nona

Edoardo interrumpe la faena para acompañarla en un recorrido por el santuario. Y si Sergio no se despega de Diana, Nona no lo hace de Edoardo. La de esta pastora alemana es otra de las muchas historias curiosas de los habitantes de Tenerife Horse Rescue. La tenía un alemán en una finca pero la perra tenía la manía de destrozar las mangueras del sistema de riego. «Sentía fascinación por el agua y las mangueras», detalla Edoardo entre risas. Cuando la trajeron tenía filaria, los gusanos que atacan al corazón. Por la enfermedad y su avanzada edad, 9 años, parecía que su horizonte de vida estaba muy limitado. Pero meses después se ha curado, ha aprendido que no hay que morder las mangueras, es la jefa de toda esta heterogénea manada –junto con el gallo Megatrón– y va allá donde se encuentra Edoardo, al que también siguen otra media docena de perros de diferentes razas. Pero Nona es especial para él: llegó justo el día que le comunicaron que había fallecido su abuela. «Por eso se llama así, abuela en italiano».

Tenerife Horse Rescue no solo cuenta con la treintena de voluntarios y las empresas e instituciones colaboradoras. También con las mamis, una decena de mujeres que aportan donaciones y se hacen responsables del cuidado de algunos de los residentes de esta reserva. Es una figura de colaboración que cada vez tiene más aceptación. «Aportan dinero para mantener a los animales y vienen muy frecuentemente para cuidarlos, limpiarlos, darles cariño, llevarlos a dar una vuelta...», explica Diana Pirés. Entre esas mamis hay dos campeonas de hípica, Poppy Rose McLean y Stelle Natalia Lee, dos menores inglesas residentes en la Isla y amantes del deporte de la hípica que acuden frecuentemente con sus familiares a La Jaca para cuidar de los caballos. Quiénes mejor que ellas para dar cariño a los equinos.

El papel de las ‘mamis’

Uno de los caballos mimados por las mamis es Jerónimo. Lo habían abandonado en una finca encadenado en un pie. Avisó de su pésimo estado el principal proveedor de la reserva, un hombre dedicado a estos animales que se entera por sus contactos de los numerosos casos de abandonos de caballos en la Isla. Son animales que necesitan mucho cuidado, inversión e instalaciones espaciosas. Y cuando se convierten en un estorbo, como Jerónimo, acaban tirados en una finca o un establo. «Jerónimo, que tiene 15 años, llegó en los huesos y con graves problemas digestivos. Nos costó pues había comido mucha tierra por el hambre que pasó. Ahora anda perfecto, siempre acompañado por dos hembras, Jingle y Quica, también abandonadas», narra Edoardo Pensato.

En el espacio de las ovejas, Fredy come zanahorias y hierbas mientras su hermana y su madre descansan a la sombra. La hermana está embarazada. La trajeron así y fue el motivo que alegaron para no poder cuidarlos. En la parte inferior de las instalaciones están Wela, Erik y Capri, de los primeros caballos que llegaron a La Jaca. Se comen porciones de mango como si fuera un manjar mientras asoman el hocico para recibir caricias. Más allá están los dos caballos más bravos e intratables: Cadete y Fauno. Son jóvenes, el primero de 11 años y el segundo de 5, y como asegura Edoardo «están en la edad del pavo». «Pero se van adaptando. Es un proceso». Y cerca de la zona de cobayas y conejos andan las cabras Heidi y Meh, entregadas después de que una familia cambiara una finca por un piso como lugar de residencia.

La despensa de las donaciones

Tenerife Horse Rescue tiene en total cinco potreros para caballos, 20 zonas para animales pequeños –incluso una específica para tres gatos con enfermedades contagiosas que reciben cuidados especiales– y otras estancias para, por ejemplo, guardar las verduras, frutas, hierbas, arroz, harina, pasta y otro tipo de alimentos que reciben de las donaciones. Debido a que solo se financian con las aportaciones privadas, se mueven mucho en redes sociales como forma de promoción para mantener su actividad. Incluso tienen planes de futuro que pasan por ampliar el centro: están interesados en una parcela anexa tres veces mayor para aumentar la capacidad de acogida y mantener siempre a los animales en libertad.

Además de todos los cuidados y atenciones veterinarias, Edoardo y Emma están especializados en entrenar a los caballos sin herraduras para mejorar su fortaleza física y bienestar. Emma es de hecho una de las representantes en Canarias de The World Bitless Association, un grupo voluntario de entrenadores, jinetes, otros profesionales equinos y amantes de los caballos. Son los servicios de uno de los mayores santuarios de Tenerife, donde los animales abandonados pasan lo que les queda de existencia en unas condiciones que jamás imaginaron y que no se parecen en lo más mínimo a sus duras experiencias.