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La Guancha | Mayores solidarios

El ejemplo de Benito

Tiene 89 años, es viudo y no oye muy bien, pero tiene una constancia, unas manos y una vista privilegiadas

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Benito, el de los gorros Andrés Gutiérrez

Benito, vecino de La Guancha, aprendió después de viejo a tejer gorros de lana. Le enseñó su nieta Leila y desde hace cinco años esta actividad se ha convertido en su principal afición y en la mejor manera que tiene de dar las gracias. Su objetivo es ahora cubrir las cabezas de los enfermos de cáncer.


Benito Hernández Cruz tiene 89 años de edad, es viudo y no oye muy bien, pero tiene una constancia, unas manos y una vista privilegiadas. Hace cinco años, su nieta Leila le enseñó a tejer gorros de lana en un pequeño telar circular y, desde entonces, confeccionar prendas para proteger las cabezas del frío se ha convertido en su principal afición. «Es casi una obsesión», describe su hija Ana Elia, quien añade que le sirve también como la mejor manera de dar las gracias a médicos, enfermeros, periodistas, fotógrafos, amigos, vecinos, visitas... No para de tejer; desde que se levanta hasta que se acuesta, y con el apoyo de su familia ahora se ha marcado el objetivo de cubrir las cabezas de muchos enfermos de cáncer. Todo un ejemplo para jóvenes y mayores.

Desde que Benito aprendió a elaborar los gorros «no para» y es capaz de hacer «hasta tres en un día». Sentado en su salón de La Guancha, demuestra una gran habilidad, y muy buen humor, para tejer con ayuda de unos telares circulares de plástico de diferentes tamaños. | andrés gutiérrez

A Benito ya le conocen como «el de los gorros», un apelativo que se ha ganado a pulso, a base de esfuerzo y dedicación. Pese a su edad, es capaz de tejer en un día hasta tres gorros y eso supone gastar mucho hilo. Su familia le compraba el material necesario, pero llegó un momento en el que el hilo se convirtió en un gasto muy importante para este vecino de La Guancha. «Era una ruina total», confiesa su hija. Desde que los medios de comunicación se han fijado en su labor, Benito recibe algunas donaciones de hilos, aunque tiene sus preferencias y, a veces, se pone bravo con los ovillos que no son de su agrado. «Ya hubiera terminado do tres gorros con otro hilo», comentaba durante su entrevista con EL DÍA, mientras se peleaba con un material demasiado sedoso y más grueso de lo habitual. Su preferido es un hilo acrílico, tipo melisa gruesa, que su familia compra «en el chino del Centro Comercial El Trompo».

El ejemplo de Benito

Las donaciones le ayudan a no perder el ritmo sin arruinar a la familia. Ana Elia recuerda que el año pasado, cuando tuvo que pasar varios meses ingresado en el hospital, en diferentes periodos, «tampoco paraba de tejer gorros para regalárselos a los médicos y a las enfermeras. Es su manera de agradecer». En la actualidad, se centra en crear gorros más pequeños para los niños y niñas con cáncer de las plantas de oncología de los hospitales de la isla.

El ejemplo de Benito

Para divulgar esta labor altruista, su nieta Leila Hernández le ha creado un perfil en Instagram (benitocruz2021) y otro en Facebook (@Benitoeldelosgorros). Las redes sociales han permitido que otras personas solidarias conozcan la historia de Benito y le ayuden a comprar más hilo para no parar hasta que todos los pacientes oncológicos que lo necesiten tengan un gorro para no pasar frío.

Benito se levanta cada día a las seis y media de la mañana y la elaboración de gorros es su principal actividad. Teje por la mañana, almuerza, se acuesta un rato y por la tarde vuelve a tejer unas horas más. «A las seis de la tarde ya dice que cierra», detalla su hija. Lo más curioso es que Benito no había cogido un hilo ni una aguja hasta los 84 años de edad. Toda su vida trabajó con maquinaria pesada, como palas y tractores, y terminó su vida profesional en el hotel Bonanza, en el Puerto de la Cruz, donde se retiró.

«Cuando más fuerte le dio fue cuando mi madre murió», recuerda Ana Elia. Desde que enviudó de María del Carmen, Benito no ha parado de tejer cientos de gorros y alguna bufanda, «aunque eso le gusta menos porque tarda más en terminarlas», recuerda Ana Elia.

"He hecho miles de gorros ya. No sé ni cuantos. Ni los he contado. Si los cuento, me muero"

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A Benito le cuesta oír, pero no pierde la sonrisa: «Llevo más de cinco años con esto. Cuando estaba en el hospital, cansado de estar allí, la chiquilla me dijo que me iba a traer una argolla de esas y le hice gorros a todos ellos: a los enfermeros, a las enfermeras, a los médicos... Ahora le estoy haciendo una campaña para los niños, como estoy aquí sin hacer nada, pues me puse con eso. A mi me encanta, si no me gustara, no lo haría».

«Puedo hacer tres o cuatro en un día. Me levanto antes de las siete y ya me pongo. He hecho miles de gorros ya. No sé ni cuantos. Ni los he contado. Si los cuento, me muero», dice entre carcajadas. No pierde ni la maña ni la vitalidad ni el buen humor, aunque reconoce que a veces se cansa. Cuando no hay tanta energía, toca hacer los gorros «de rato a rato». El pasado fin de semana fue productivo: «Me pusieron cinco rollos de hilo para sábado y domingo, y cuando vinieron el lunes ya no había ninguno», cuenta sin dejar de reír.

Es un hombre de carácter y, sin perder el semblante alegre, tiene tiempo para quejarse de los hilos que son «peores de trabajar», o para acordarse de las culpables de haberle enseñado. A él le encanta mostrar cómo trabaja y confiesa que lo más difícil es «rematar» cada gorro. Anima a otras personas a aprender a tejer y reta a los que dicen «eso lo hago yo, a que se pongan a hacerlo, a ver que hacen... igual con el tiempo puede ser que lo hagan. Esto es bueno para los mayores y para los chicos».

Su familia agradece el apoyo que han recibido desde muchos lugares de Canarias, aunque echan de menos «algo más de cariño» de su pueblo y del Ayuntamiento de La Guancha. Ana Elia cuenta que «han venido de lejos a traerle hilos, hasta del Sur y de Santa Cruz; han recogido donaciones en una mercería de Los Realejos, y así hemos podido seguir, porque cada ovillo cuesta unos dos euros». Quien quiera colaborar con Benito, puede contactar con su familia a través de las redes sociales y del teléfono 626343214.

No usa gafas y trabaja con mucha precisión. Se equivoca poco y diseña él mismo las combinaciones de colores. Le gustan las mezclas alegres «para los chicos, que se enamoran de los colores», y lo dice con una gran sonrisa. La sonrisa de un hombre de 89 años que aprendió a tejer con 84 y que cada día se levanta para trabajar de forma altruista para hacer más agradable la vida de los demás.

Asociaciones contra el cáncer

A finales de agosto, Leila Hernández, la nieta de Benito, contactó con la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), en Santa Cruz de Tenerife, y con el colectivo de mujeres con cáncer de mama Ámate, para comunicarles que su abuelo seguía trabajando en la confección de gorros que quería donar a enfermos de cáncer, especialmente niños y niñas. Leila destaca que ambos colectivos aceptaron encantados su propuesta para «donar gorros para este invierno a sus grandes héroes, luchadores incansables que demuestran cada día el valor de la vida y son grandes ejemplos de superación. Nos emociona saber que podemos darle con estos gorros un poquito de chispa, luz y magia».

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