La tragedia de la Cueva del Tancón dejó una imagen para el recuerdo: un policía local encaramado en un escalón de las resbaladizas paredes basálticas del bufadero sujeta a una de las heridas mientras unos bañistas ayudan a sacarla de ese hoyo con una cuerda y un salvavidas. El agente es Edwin Gorrín González, perteneciente a la Policía Local de Santiago del Teide. Nacido hace 41 años en Arguayo, en el mismo municipio santiaguero, Edwin fue el primer integrante del operativo de rescate que llegó al Tancón después de que el jueves, a las 19:26, se diera el primer aviso de que varias personas estaban en apuros.

El agente Edwin Gorrín. E. D.

«Estaba trabajando con un compañero cuando nos avisaron. Yo cogí la moto para llegar lo más rápido posible». Cuando alcanzó la cueva, justo debajo del Hotel Barceló Santiago, ya algunas personas que se encontraban en ese punto de la costa de Puerto Santiago atendían a dos mujeres afectadas por un golpe de mar cuando se bañaban en el peligroso bufadero. «Había un gran alboroto y mucha gente, unos ayudando y otros mirando. Unas personas que se encontraban en el lugar habían podido sacar a una joven que se había ahogado. Le estaban practicando una RCP [maniobras de reanimación cardiopulmonar]. Otros estaban intentando sacar a otra mujer que se había podido agarrar a las paredes volcánicas», relató el agente.

La joven a la que los espontáneos intentaban reanimar era Jasmine Ben Ali, una activista social y arquitecta suiza de 33 años que acababa de llegar a Tenerife para pasar unas vacaciones procedente de Mendrisio, una ciudad del cantón de Tesino, en la frontera de Suiza con Italia. Jasmine había acudido al Tancón junto a Giovanni Rodríguez, un italiano de 27 años residente en Santa Cruz de Tenerife, y la mujer, también residente en la Isla –su identidad no ha sido revelada–, que el policía local se encontró agarrada a las paredes del bufadero. «Estaba en shock. El mar empezaba a subir. En un primer golpe, el agua la cubrió a la mitad, pero en el segundo, la cubrió completa. No dudé en meterme en el bufadero para sacarla inmediatamente de allí».

Edwin Gorrín recuerda que una de las personas que se encontraban en el lugar apareció con una cuerda y un salvavidas que habían aportado los trabajadores del Hotel Barceló Santiago. «Con ese equipo y aprovechando un momento que el mar se había retirado, la subimos a la parte alta del bufadero. Por fin logramos ponerla a salvo, mientras en ese momento comenzaron a llegar los bomberos, las ambulancias y el resto del operativo», rememora. «¡Mi amigo está abajo, mi amigo está abajo!», repetía con desesperación la mujer refiriéndose a Giovanni, al que había engullido el mar y se lo había tragado a las profundidades de la cueva. No había rastro del joven entre la espuma de un mar totalmente revuelto. Mientras, la mujer miraba cómo el grupo de bañistas trataba de recuperar a pocos metros a su amiga Jasmine, a la que habían logrado sacar a superficie no sin grandes apuros.

El agente recuerda además que las maniobras de reanimación a Jasmine Ben Ali se prolongaron durante más de una hora. «Hubo un momento en que los profesionales sanitarios tomaron el relevo pero se le veía mal. Se había ahogado y estaba en parada cardiorrespiratoria. Fue muy angustioso». Según las informaciones recabadas por los testigos, estas tres personas se estaban bañando en el bufadero, posiblemente con la intención de entrar en la cueva, cuando llegó el golpe de mar. El zarandeo hizo que Jasmine y Giovanni se golpearan la cabeza contra el techo del pequeño paso que conduce a la cueva. Perdieron el conocimiento y quedaron a merced del reboso.

Buzos de Santiago del Teide y San Miguel de Abona que conocen esta cueva y sus peligros se incorporaron a la búsqueda de Giovanni. Ellos y otros buzos lo llegaron a ver e intentaron sacarlo al exterior pero otro golpe de mar se lo llevó al fondo. Ya en ese momento no tenían esperanzas de encontrarlo vivo. Su cuerpo sin vida apareció al día siguiente a pocos metros del Tancón, mientras el sábado los médicos del Hospital de la Candelaria confirmaban la muerte de Jasmine. La otra mujer y un bañista que cooperó en las tareas de rescate resultaron heridos leves.

No era la primera vez que Edwin acudía de urgencia a esta parte del litoral santiaguero. «Fui al menos otras dos veces a sacar a gente en apuros». Admite que nunca se ha atrevido a bañarse allí. «Todo el mundo sabe en Santiago del Teide que es una zona muy peligrosa, en la que además desde hace unos años está prohibido bañarse», precisa. El policía local reconoce que pudo haberse resbalado pero en ningún momento pensó que su vida también podía correr peligro. «Siempre te la juegas. Sin embargo, en lo único que piensas en esos momentos es en salvar vidas. Cada segundo es crucial. Podía haber sido peor», concluye Edwin Gorrín.