El entorno del Refugio de Altavista presentaba un aspecto «dantesco» antes de la intensa jornada de limpieza del sábado en la cima del Teide.

Una limpieza de mucha altura

Los montañeros han reaccionado a las imágenes de suciedad que algunos desaprensivos han dejado en el sendero de Lomo Tieso, que lleva hasta la cumbre del Teide. Lo han hecho con una intensa jornada de limpieza en el Parque Nacional, llevada a cabo el pasado sábado por veinte voluntarios, coordinados por Chano Gil, vocal de la Federación Tinerfeña de Montañismo, en la que retiraron cientos de kilos de basura. Baste la frase de un caminante curtido por años de pateo en la zona –y es otras muchas del mundo– como es Pedro Millán: «Ha sido mi mejor acción de limpieza y la más dura. Es terrible como estaba la zona. No se lo pueden imaginar».

Una limpieza de mucha altura

Sábado, 21 de agosto de 2021. Dos decenas de montañeros voluntarios, «con absoluto respeto a las normas de seguridad por el Covid-19», apuntan, suben de madrugada al Teide. La idea es realizar un reconocimiento del sendero de Lomo Tieso, el más importante del Parque Nacional porque conduce a la cima del volcán.

Una limpieza de mucha altura

Teleférico del Teide ofrece su colaboración y eso les permite subir muy temprano para aprovechar las primeras horas del día ante las altas temperaturas de estas jornadas veraniegas.

Previamente, la Federación Insular de Montañismo, a través de su presidente, Humberto Domínguez, se había dirigido por carta al director del Parque, Manuel Durbán. Este respondió inmediatamente a la iniciativa al autorizar la recogida de residuos a ambos lados de los senderos.

Los montañeros parten de la estación superior del teleférico y comienzan a descender hacia el Refugio de Altavista. Provistos de bolsas, guantes y recogedores quedan «perplejos» por la cantidad de basura que encuentran a su paso. Especialmente toallitas y papel higiénico, casi todo escondido entre las rocas a ambos lados del camino.

Una vez en el Refugio, el panorama es simplemente «desolador». Los alrededores se encuentran «llenos de basura». Los voluntarios llevan a cabo una limpieza exhaustiva y llenan varias bolsas.

La puerta de entrada al refugio ha sido derribada y uno de los bancos «en los que solemos sentarnos en el exterior» aparece destrozado y atravesado en ella. En el entorno «cientos de colillas» que recogen con extrema paciencia El panorama no cambia demasiado a medida que se aproximan a dos lugares emblemáticos: la Estancia de los Alemanes y la Estancia de los Ingleses. Sus nombres han quedado para la historia porque científicos de estos países se ubicaron tiempo atrás allí. Llegada a Montaña Blanca con muchos kilos de basura. Ahí esperan otros voluntarios, los de Cruz Roja, que ofrecen para transportar los residuos hasta los contenedores de basura más cercanos, lo cual «nos alivia mucho el trabajo».

Los montañeros manifiestan su denuncia pública, «que es lo que nos queda y lo mínimo que podemos y debemos hacer».

También reclaman «la profunda reflexión de todos», además de «buscar alternativas que supongan un cambio radical, a base de criterios de información y educación ambiental para transformar los usos y costumbres de la población, tanto local como foránea».

Desde la Federación de Montaña tienden la mano, tanto a la dirección del Parque Nacional del como a la Consejería de Medio Natural del Cabildo de Tenerife «para colaborar estrechamente y aportar nuestro granito de arena en mejorar la situación». No olvidan que «es necesario aportar más recursos humanos y materiales, sin los cuáles el deterioro actual puede incrementarse hasta convertir el símbolo geológico más importante de la Isla y del Archipiélago en un estercolero». Reiteran asimismo «la necesidad imperiosa de abrir de nuevo el Refugio de Altavista».

Pedro Millán valora en su facebook: «Después de siete horas de trabajo a gran altitud y con mucho calor acabamos exhaustos en Montaña Blanca. Impactados por el volumen y la cantidad de basura que encontramos en nuestro Monumento Natural mas preciado». Pero también «mientras descendíamos nos encontramos con personas que ascendían, locales y foráneos; nos aplaudían y animaban, alguno incluso se animó a cargar parte de lo recogido. Quiero pensar que muchos de ellos se lo pensarán antes de tirar el pañuelo alegremente al suelo».