«No diría que estamos colapsados, pero la saturación es mayor que nunca». El testimonio de Patricia Viña, enfermera y rastreadora en Tenerife, se repite en boca de los otros cientos de profesionales que abandonaron sus puestos de trabajo habituales hace un año y medio para dedicarse íntegramente a esta importante labor para poner coto a los contagios en Canarias. La quinta ola que está arrasando el Archipiélago ha sobrepasado su capacidad de respuesta con creces. Si en otras ocasiones veían difícil llegar a todos los casos, a día hoy el aluvión de positivos es tal que ha generado grandes retrasos en la atención y ha obligado a reformular todo el servicio.

«Llegamos entre 72 horas y cuatro días tarde», admite Daniel González, también rastreador de Tenerife. Esta demora, unida a la falta de colaboración de la población –que es mucho mayor que en otros episodios de la pandemia–, ha empujado finalmente a los equipos de rastreo a repensar los protocolos establecidos para adaptarlos a una realidad mucho más compleja que la que habían vivido hasta el momento.

Por un lado se ha priorizado a las personas más vulnerables para evitar las peores consecuencias de la Covid-19: los fallecimientos. «Nos hemos centrado esencialmente en hacer seguimiento a las personas no vacunadas, con patologías de base y de avanzada edad», narra González, que señala en que en este último grupo, gracias a las vacunas, la mayoría pasa la infección de manera asintomática. Con este método, los rastreadores se cercioran que, pese a la saturación del sistema sanitario, la población que pueda necesitar una atención más rápida la va a obtener.

Los equipos también han dejado en manos del positivo el llamar a sus propios contactos estrechos, y a estos últimos la tarea de llamar al 900 y solicitar cita para realizarse una prueba diagnóstica.

Un entorno hostil

Todo esto ha ocurrido porque el entorno de trabajo se ha convertido en una verdadera batalla campal. El cansancio de la población, la menor cantidad de restricciones y el auge de ciertos movimientos negacionistas están aumentando la hostilidad entre la sala de rastreos. «Cuando les llamamos, hay muchas más personas que nos advierten de que no van a cumplir el aislamiento», afirma Patricia Viña, quien no duda que eso ocurriera antes, pero «no nos lo decían». La situación se ha vuelto tan extrema, que ha habido ocasiones en las que «nos han llegado a insultar y a amenazar».

Tampoco ayuda que esta quinta ola esté azotando al Archipiélago en pleno verano. «Hay un perfil de pacientes que no está cumpliendo porque no está dispuesto a renunciar a sus vacaciones», señala González. El ejemplo es el del hombre que decidió viajar a otra isla pese a saber que era positivo y acabó ingresado en UCI. Y finalmente están los negacionistas y los jóvenes. Unos por negar la evidencia científica y otros por no haber querido colaborar con los miembros del equipo, han acabado siendo el mayor quebradero de cabeza para estos profesionales.

Al agotamiento físico y mental que, como otros sanitarios, están sufriendo los rastreadores, se suma la «frustración». «Estamos trabajando horas extra, arrimando el hombro y esforzándonos por sacar el trabajo adelante y, mientras, vemos que no tenemos el apoyo del conjunto de la ciudadanía», lamenta Viña. «La realidad es que las medidas nos ayudarían a controlar la pandemia y nos baja la moral que muchas iniciativas del Gobierno no salgan adelante», resume González.

Imposible rastreo

Como señalan los profesionales, para Canarias «es imposible rastrear los más de 500 casos diarios que se están dando». Ya era difícil hacerlo cuando tan solo eran unos pocos cientos de personas y ahora la situación está fuera de control. Ni siquiera si la plantilla fuera mayor podrían dar servicio a todos los positivos y sus contactos estrechos. En Tenerife el grupo de rastreadores está conformado por unos 70 profesionales del Servicio Canario de la Salud (SCS) y durante esta quinta ola no se han visto reforzados, salvo por dos militares que han vuelto a Canarias. Por esa razón, los datos de contagios del día a de ayer, que alcanzaron los 671 nuevos positivos en coronavirus, siguen postergando esta situación de saturación que ya no solo afecta a los rastreos, sino también a la asistencia en Atención Primaria y a la actividad hospitalaria en las Islas.