Víctor Albertos, 45 años, tinerfeño, ingeniero electrónico, profesor de FP y con esclerosis múltiple diagnosticada tarde –apenas hace un par de años– que supera cada día con voluntad de hierro. Es, en principio, un perfil más, la ficha de una persona cualquiera. Pero en el caso de Víctor adquiere otra dimensión porque, desde muy joven, tiene la solidaridad como motor de su vida. Lo focaliza ahora con su pertenencia como cooperante voluntario a la ONG Nasco, fundada por el emigrante ghanés Ousman Umar. De su mano desarrolla el sueño de llevar a África «una red de escuelas alimentadas con energía fotovoltaica para que los niños puedan estudiar en su país y no tengan que jugarse la vida al emigrar».

Un tinerfeño proyecta una red solidaria de escuelas en zonas rurales de Ghana

«Tenía dos opciones: o quedarme llorando en una esquina o hacer algo por la sociedad. Elegí la segunda». Toda una declaración de intenciones. Víctor Manuel Hernández Albertos (Santa Cruz de Tenerife, 1974), alias Ras Viktor por sus características rastas, ha encontrado su camino recientemente. Lo cuenta: «Durante el confinamiento (marzo a mayo del año pasado) vi por casualidad un vídeo de Ousman y me impactó».

Víctor logra contactar con Umar, un emigrante que en su día llegó a Canarias en patera y es el diseñador de Nasco, a través de las redes sociales. Luego llegan las llamadas telefónicas y por fin el encuentro físico porque Ousman retorna a Canarias. La buena sintonía preside la relación entre ambos: el africano y el canario, el blanco y el negro. Unidos por la solidaridad. Víctor ya es un voluntario más de Nasco, nombre relacionado con la infancia de Ousman en Ghana».

La clave es la formación

Ya es realidad un centro educativo en la zona rural del país africano donde se desarrolla la idea. Un proyecto piloto que debe preceder a la red de centros en Ghana y exportable a otros lugares de África. Son 500 metros cuadrados en una construcción humilde pero en la que ya se forman una veintena de chicos con herramientas tecnológicas llegadas desde el Archipiélago (tabletas, ordenadores, etcétera). Explica Albertos: «La clave para estos niños es la formación. Pero la existencia del centro, demuestra, además que la energía fotovoltaica funciona de manera aislada, sin conexión a una red eléctrica. Por otra parte, creo que la idea debe partir desde Canarias donde recibimos el gran flujo de emigración africana». Lo resume: «Obligación moral, momento histórico y posibilidad de plasmar un proyecto que ayude a África».

El desarrollo de este proyecto es circular. De ida y vuelta. Primero planta la semilla en los centros educativos de aquí para que, con un visado de estudios, los chicos del continente negro vengan a formarse y luego vuelvan para aplicar en sus países lo que han aprendido y a su vez enseñar allí.

Albertos añade: «Las herramientas del cambio son el proyecto y el sol. Pretendemos montar la infraestructura de la energía fotovoltaica en los techos de las aulas de catorce escuelas en una zona rural cercana a Accra, la capital».

El profesor tinerfeño tiene claro que «puede existir un mercado entre África y Canarias. Una de las vías para hacerlo realidad pasa por potenciar las energías limpias, como la fotovoltaica». Ahonda en su tesis: «Las infraestructuras eléctricas basadas en cable son muy costosas y llevan un largo tiempo de montaje. Mientras, la energía renovable será tan barata como se quiera, siempre que no caiga en manos de buitres de dos patas. Una opción perfectamente viable, sostenible , extrapolable y posible». Víctor cree en la idea y así lo trasmite a sus alumnois de Formación Profesional cuando les da clase: «Hay salida y trabajo en un mundo aún por descubrir».

Conocedor del continente negro opina sobre su actualidad: «El principal problema de África, aunque parezca paradójico, es su riqueza. Todos los países desarrollados del planeta y en todas las épocas se han fijado en ella. Primero la esclavitud de forma literal y ahora otra más disimulada basada en la pobreza, la falta de infraestructuras y la poca voluntad de las grandes potencias en que se desarrolle». Esas grandes potencias, continua, «tienen una excusa perfecta para entrar en el continente, sacar las materias primas y controlar la extracción de los recursos a través de dictadores o enfrentamientos bélicos fabricados desde fuera».

Frente a esto, la ilusión de «implantar la Formación Profesional» porque «no solo evita la fuga de cerebros sino que aporta suficientes elementos para que los chicos se puedan formar , montar empresas, desarrollar proyectos propios y crear puestos de trabajo en el continente». La manera de «impedir que se metan en una patera con destino al fondo del mar». Remata: «Un proyecto de africanos para africanos y un modelo a seguir por el resto del planeta».

Una filosofía de vida

El ingeniero y cooperante solidario valora: «He sacado en conclusión de este viaje personal, a través de la vida , el dolor y la empatía con el ser humano, que todo lo que nos une pesa más que lo nos separa aunque que muchos intentan hacernos creer lo contrario».

En paralelo a la reflexión filosófica, Albertos apuesta por «apoyar entre todos el cambio energético porque sin él ni el planeta, ni la vida ni los niños tendrán una oportunidad». Víctor entiende que «el momento es ahora. También para crear un mercado directo con África, no sólo en lo económico, más equitativo y justo que reparta beneficios, en todos los aspectos, para ambas partes».