Magdalena Gil Pol acude a la cita cargada de papeles y con dos muletas. Está en plena rehabilitación de una rotura de tibia producida de forma colateral por el problema que quiere contar, nerviosa pero entera. Magdalena tiembla cuando llega el fin de semana. Su hija Nazaret, 22 años de fuerza descontrolada, vuelve a casa. Ahí empieza su particular calvario de dos días. Rotura de toda clase de objetos –macetas, cristales o figuras– en episodios de ira y diferentes tipos de agresiones, porque «cuando está así tira de todo y contra todos». Consecuencia: multitud de partes en Urgencias, que muestra. El miércoles se cumple, por edad, la etapa de Nazaret en el centro especial Hermano Pedro, donde reside de lunes a viernes. Su madre pide con urgencia una plaza fija residencial y ha presentado la solicitud al IASS, dependiente del Cabildo. Han puesto a su hija «en lista de espera» y por eso está desesperada. Lanza un SOS para que se actúe «antes de que ocurra una desgracia».

Magdalena (47 años, 35% de discapacidad) muestra toda la fuerza de una madre al explicar el caso: «Estos niños son como peces, que si los sacas del agua se mueren. Ella no quiere hacerme daño, pero no puede controlar su agresividad». Nazaret tiene un 68% de discapacidad y un diagnóstico de epilepsia. Pero, sobre todo, «enorme dependencia de su madre», de la que casi no se separa cuando está con ella. Pero eso no es posible. Incluso, Magdalena ha tenido que dejarla dos años en desamparo legal, con un tutor, para escolarizarla y proteger a sus dos hermanos adolescentes, que conviven con ellas en la vivienda de un barrio del suroeste de Santa Cruz.

Valora: «La ponen en lista de espera. ¿Y, mientras tanto, qué hacemos su madre y sus hermanos menores –Juan, para 17, y Yanet, a punto de cumplir 18–, en reunificación familiar porque ambos están tutelados? Añade: «No podemos vivir en este infierno. Ella nos agrede y hay peligro de que se autolesione o algo más grave. ¿Qué hacemos en casa mientras alguien decide si le dan una plaza a Nazaret o no?».

Magdalena da muestra del profundo amor por su hija: «Voy a verla al centro entre semana y si entra en otro permanente, estaría ahí siempre». Pero la connivencia diaria resulta imposible». Muestra como pruebas vídeos de regueros de tierra por la casa, cristales rotos, una televisión de plasma destrozada, huellas de heridas en espaldas y muslos de los chicos... El desolador panorama que deja atrás una Nazaret desatada. «De cada cuatro fines de semana que tiene el mes, tres acabamos en Urgencias», apunta.

El 23 de junio, Nazaret sale por edad de la tutela de la Consejería de Educación y tiene que dejar el Hermano Pedro. Entre los 8 y los 15 años estuvo escolarizada en un centro ordinario «con muchos problemas y repetición sistemática de cursos», señala su madre. Esta solicitó la derivación a uno especial, pero «los orientadores escolares lo denegaron». Hasta que Magdalena decide que la solución temporal es el desamparo y durante dos años –entre los 15 y los 17– deja de ser la madre legal de Nazaret. En el Hermano Pedro repite un año y por eso sale ahora, ya con 22».

Nazaret toma a diario «entre 16 y 20 pastilla», apunta Magdalena. Valora: «No suele dejar de tomárselas». Su diagnóstico es conducta agresiva incontrolada. El de su madre, depresión y arritmias.

Magdalena explica: «Cuando la niña tenía 19 años me dirigí a la trabajadora social para la solicitud de la plaza en el IASS. Me dijo que mientras estuviera en el Hermano Pedro no me la iban a dar. Me planteé hasta el traslado de centro, pero no se movió nada entonces». Magdalena se ha dirigido a múltiples administraciones y tiene informes de todo tipo, pero se ha encontrado con «mucha burocracia y poca ayuda». Todos concluyen lo mismo, pero ahí sigue la espada de Damócles del día 23.

Sus pruebas

Muestra una decena de atestados de la Policía Local de Santa Cruz con Nazaret como protagonista. Meros ejemplos. También ha habido denuncias en la Policía Nacional. Incluso, indica, «tengo una sentencia como víctima de violencia. La posible orden de alejamiento no me valía, porque soy su madre y tutora legal». Magdalena no quiere desamparar de nuevo a su hija. Desde noviembre de 2020 solicita una plaza al Instituto de Atensión Social y Sociosanitaria, de momento sin respuesta.

Como madre defiende a su hija porque «ella no quiere hacerlo, pero pierde el control». Ha llegado a afirmar que le gustaría darse cuenta para pararlo, «porque mi madre sufre». Esta madre sufrida espera «que no se repitan negligencias como las que han cometido con mi hija». Solicita «más recursos para estos niños» y acaba de nuevo con su ruego, casi un grito: «Una plaza residencial permanente cuanto antes. Cada día que pasa es peor porque hay riesgo para ella y para la unidad familiar».

Oposición a la figura de autoridad

La valoración de Nazaret por la Consejería de Educación en 2013 ya era concluyente. El informe plantea «un ritmo de aprendizaje muy lento y una baja memoria... Problemas inespecíficos en el comportamiento... Y oposición a las figuras de autoridad tales como profesorado y padres, escaso conocimiento del peligro, ausencias no autorizadas del domicilio familiar... Todo consecuencia de su propia actividad deficitaria cerebral, según los especialistas clínicos». El informe psiquátrico más reciente, el pasado domingo 13, subraya: «Alteración de la conducta, agresividad y agitación tras discusión familiar, con ideación autolítica (persistentes pensamientos o ideas encaminadas al suicidio) de tirarse por el balcón aunque, según refiere, para llamar la atención».