Aqualia y la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello han creado la primera Ruta del Agua de Puerto de la Cruz, un recorrido por la historia portuense a través de la permanente búsqueda del líquido indispensable para la vida. La empresa concesionaria del servicio de abastecimiento de agua potable y saneamiento de la ciudad turística ha promovido la puesta en marcha de un paseo por el tiempo y por el espacio que arranca en la playa de Martiánez y concluye en el pozo de la Viuda de Machado.

De la mano del director de la Fundación telesforo Bravo-Juan Coello, Jaime Coello, representantes de Aqualia y del Ayuntamiento de Puerto de la Cruz tuvieron la oportunidad de descubrir, el pasado día 10, algunos de los detalles más curiosos y lugares más emblemáticos de la cultura del agua en esta localidad.

El recorrido a pie, con una duración de entre 90 y 180 minutos, según el ritmo de paseo, permite, en palabras de Jaime Coello, «dibujar toda la historia de esta ciudad a través del agua, desde La Fuente de Martiánez hasta el barranco de San Felipe. Una ruta llena de valores donde se unen la cultura y el agua».

Entre los asistentes al recorrido, el alcalde portuense, Marco González; la edil de Turismo, Carolina Rodríguez; la concejala de Concesiones Administrativas, Julia Isabel Navas, y la responsable de Acción Educativa, Flora Perera. Por Aqualia acudieron Emilio Fernández, Braulio Domínguez y Moisés García, entre otros.

La ruta comenzó en el origen del poblamiento de la zona, ya desde la etapa prehispánica: la ladera de Martiánez. El lugar donde aflora la Fuente de Martiánez, que dio de beber a muchas generaciones de portuenses a lo largo de siglos de historia local. Las capas de almagre rojizo, el suelo impermeabilizado por la acción de la lava volcánica, marcan la veta que sostiene las bolsas de agua de una zona que «podría tratarse del lugar de veraneo del Mencey Bencomo», según apuntó Jaime Coello.

En la segunda parada, en la plaza Viera y Clavijo, los jardines del antiguo hotel Martiánez, Coello recordó la importancia y peligrosidad de este barranco, que amenazaba al desbordarse al cercano asentamiento de la calle La Hoya, «que fue el primer poblado marinero de la ciudad». Durante el aluvión de 1826, la fuerza del barranco destruyó el Fuerte de San Carlos y mató a dos soldados. Esto obligó a las autoridades locales a «pedir un préstamo de 600 pesos al cónsul inglés» para construir un murallón que evitara nuevas desgracias y canalizara la desembocadura del agua al mar. Cerca se ubicaban también los lavaderos, «una zona de encuentro social que debería recordarse», apunta Coello.

El Chorro Cuaco, de 1901, atestigua la importancia del agua de la Fuente de Martiánez durante más de 400 años. «Estuvo a punto de perderse parcialmente», recuerda Coello, «pero gracias a la acción de un vecino se pudo salvar y hoy nos recuerda los esfuerzos que se hicieron para tratar de acercar el agua a la población». La búsqueda de agua fue una constante y la lejanía y difícil acceso de la Fuente de Martiánez obligó a recurrir a pozos como los que existían en los tres conventos de la ciudad y también en la plaza Concejil.

En 1600, debido a la escasez de agua potable, se ordenó abrir el pozo Concejil, que dio nombre a la plaza y que en la actualidad se recuerda con una placa en el suelo. La cercanía del mar y la sobreexplotación provocó su clausura, aunque entre 1825 y 1827 trató de aprovecharse por última vez.

El chorro del muelle se sitúa en el segundo fondeadero de Puerto de la Cruz, la llamada Caleta de la Cruz. Su origen no está claro. Coello recuerda que Álvarez Rixo no lo cita en su obra Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava 1701-1872, así que se entiende que debe ser posterior, «dada la meticulosidad con la que Rixo se refería a este tipo de elementos». Los chorros son un símbolo clave en la cultura e identidad portuenses y, por eso, con motivo de las fiestas de San Juan, cada mes de junio se enraman con flores y frutas. Cerca del muelle también se conserva un tramo de la muralla, ahora de color blanco, que se levantó para proteger la ciudad de los embates del mar.

El chorro de Las Maretas, de 1839, su ubicaba a las afueras de la vieja ciudad, en unos terrenos ganados al mar que eran «pura naturaleza». Hasta ahí se canalizó agua desde Los Realejos para facilitar la vida a la población de la zona. Agua de la galería de Los Beltranes que abastece en parte a la ciudad desde el siglo XVIII.

El Castillo de San Felipe sirve de recordatorio del primer fondeadero de la ciudad, que fue el Puerto Viejo o Caleta de La Orotava, en cuyo entorno se hicieron varias perforaciones para buscar agua. Una de ellas, cerca de la calle El Pozo. A unos cientos de metros del castillo, por debajo de Las Dehesas, se sitúa la estructura del antiguo pozo de la Viuda de Machado, patrimonio industrial que el Consistorio, que tiene el 35% de la propiedad, espera recuperar.

Una propuesta de colaboración

La empresa Aqualia, concesionaria del servicio de abastecimiento de agua potable y saneamiento de Puerto de la Cruz, ofreció al Ayuntamiento de la ciudad turística toda la documentación sobre esta nueva Ruta del Agua, recogida en una página web, para su incorporación a la oferta cultural y turística de la ciudad. Además, Aqualia cuenta con el diseño de unos carteles que podrían señalizar la ruta, salvo que se opte por el sistema de códigos QR o de realidad aumentada mediante geolocalización.