Hako y Suada vivían en Bosnia en 1992. Una guerra atroz en su país, que costó la vida a unas 100.000 personas, trastocó completamente su existencia y les convirtió en refugiados. Un gesto humanitario del Club de Leones de Icod de los Vinos, liderado por Fernando de Paz, hizo posible que escaparan del horror e iniciaran una nueva vida a más de 3.400 kilómetros de su pueblo. En diciembre se cumplen 29 años del traslado de 86 vecinos de Prijedor y alrededores a la Isla Baja. Un viaje de la guerra en Bosnia a la paz en Tenerife que aún continúa para muchos.

Imagen de la llegada de los refugiados de Bosnia a Tenerife en 1992. Carlos Cabezola / EL DÍA

Según el Museo del Genocidio y los Crímenes Contra la Humanidad de Sarajevo, 3.176 civiles fueron asesinados en Prijedor, entre los que había 102 niños y 258 mujeres. Unos 30.000 más sufrieron en campos de concentración en Omarska, Keraterm y Trnopolje, en las afueras de Prijedor. La mayoría de los asesinatos se produjeron entre mayo y agosto de 1992.

Imagen de la llegada de los refugiados de Bosnia a Tenerife en 1992. CARLOS CABEZOLA / EL DÍA

Hako y Suada son dos de aquellos refugiados que pronto decidieron quedarse en la isla y emprender una nueva vida en un lugar absolutamente desconocido para ellos. Esta semana han coincidido en Tenerife. Suada se casó con un icodense y es madre de dos niños tinerfeños. Hako residió aquí hasta 2012, cuando la crisis del ladrillo le obligó a emigrar a Austria, donde ha fijado su residencia. Sus hijos también son chicharreros.

Imagen de la llegada de los refugiados de Bosnia a Tenerife en 1992. CARLOS CABEZOLA / EL DÍA

Hako Alagic Ekic

El nombre completo de Hako es Hasan Alagic Ekic. Nació en 1974 y tiene «muchos recuerdos de la guerra, de cómo mataban a la gente». «Ya era grandito. Fue muy duro. No sé ni cómo me pude escapar de allí y seguir vivo». A su padre lo mataron muy cerca de su casa. «Los serbios y algunos serbobosnios querían matar a todos los croatas y los bosnios porque eran católicos o musulmanes. Fue una limpieza étnica. Mataron a muchos, pero no pudieron con todos. Fue duro. Mataban a más hombres, pero también a mujeres y niños. Bastaba que les dijeras algo o que les cayeras mal. Mataban y violaban. Se comportaron como locos. Algunos eran nuestros propios vecinos».

Suada y Hako en Tenerife, unos años después de su llegada como refugiados a Los Silos. El Día

«Cuando mataron a mi padre, yo y mi hermano estábamos en casa. Mi padre nos mandó a escondernos cuando vio venir a los soldados. Le preguntaron a mi padre, que estaba con mi hermana Subha, si había alguien más en la casa. Él le dijo que sólo los niños, que éramos nosotros, pero ya no éramos tan pequeños. Nos salvó así, diciendo que aún éramos niños. A él se lo llevaron a cien metros de casa y allí mismo lo mataron con un grupo de 12 ó 13 vecinos», recuerda Hako con la entereza que da el paso del tiempo.

Se quedaron unos días más en el pueblo hasta que los serbios los obligaron a marcharse para quedarse con la ciudad. «Nos marchamos cerca de Sarajevo, a Travnik, y allí estuvimos cerca de un mes y desde ahí nos fuimos a Croacia. Los serbios nos llevaron con camiones y guaguas. Se llevaron a más de mil o dos mil personas. Nos soltaron en una montaña para que bajáramos caminando a Travnik. Tardamos dos o tres horas. Allí pudieron matarnos, pero no lo hicieron porque había un bosnio, mecánico de tanques, que pidió a su comandante que no nos matara porque éramos la gente de su pueblo. Ellos estaban cabreados por eso, se les notaba. Nos pidieron que nos agacharamos al pasar por un pueblo porque allí era donde mataban a la gente que sacaban. Algunas personas miraron y vieron muchos cadáveres. Cuando llegamos a donde nos soltaron, a muchos les pegaron. Gracias a dios, escapamos vivos».

Hako tenía 18 años cuando emprendió la huida con un hermano y una hermana. Pasaron de Prijedor a Travnik, Croacia, Madrid y Los Silos. «La llegada fue extraña. No conocías nada, ni el idioma ni las costumbres ni la comida, pero al poco tiempo te acostumbras a todo. La comida costó bastante al principio, hasta que las mujeres bosnias empezaron a cocinar al estilo de allá. Todos echábamos de menos a familiares y amigos que habían matado, hasta que con el tiempo el dolor se aleja».

«Viví un año en Los Silos hasta que ya nos marchamos a trabajar a Santa Cruz de Tenerife. Mi hermana Subha sigue trabajando en el restaurante Los Delfines, en Residencial Anaga. Yo estuve 20 años aquí, trabajando siempre de camarero, hasta que por la crisis en 2012 me marché a Viena. Trabajé mucho en la hostelería en sitios como Mister Smile, el de los perritos en la Plaza de La Candelaria, donde estuve cinco años. Muchos carnavales pasé allí. Chiquita locura», recuerda entre risas. Hako ya se siente canario, aunque viva en Austria, donde trabaja en la limpieza y, a veces, en hostelería: «Prefiero venir de vacaciones aquí que ir a Bosnia. De verdad. Echo esto de menos. Estuve aquí desde los 18 hasta los 38. Y los recuerdos que tengo de Bosnia duelen».

Suada Hopovac Hodzic nació en 1977 y con apenas 15 años también le tocó vivir el horror de la guerra. Reconoce que tiene marcada en su memoria «el hambre» de aquellos días; el miedo que pasaban cuando venían los soldados que se llevaban a «las chicas más grandes», y el momento en el que la tragedia pasó por poco de largo. Un soldado serbio quiso llevarse a una prima suya, que tenía 20 años. «Los soldados se llevaban a las mujeres que querían y en ese momento lo que la salvó fue que uno de los soldados, con más rango, era un vecino del pueblo (un serbobosnio) que le ordenó que la dejara en paz. Lo pasamos fatal, pero no se la llevaron».

También tiene grabadas las imágenes de los cadáveres que se encontraban junto a los caminos y en las huertas cuando emprendieron la huida hacia Croacia, y el sufrimiento que suponía «no saber nada de mi padre ni de mis tíos. Murieron muchos. A veces nos disparaban y teníamos que caminar dos o tres horas agachados. Si te levantabas, podían matarte. Una vez estuvieron a punto de alcanzar a mi hermana», explica. Han pasado casi 30 años y Suada puede hablar con serenidad de lo vivido: «Nosotras éramos casi niñas y después de tanto tiempo ya lo tenemos superado, pero mi madre no pudo». Su madre falleció hace unos seis años en Bosnia, a causa de un infarto, durante un viaje a su país natal.

De Croacia a Inglaterra y España

Como Hako, fue trasladada en un convoy hasta Croacia y desde allí se les ofreció la oportunidad de marcharse «a Inglaterra o a España». Suada iba con su madre y sus tres hermanos (dos chicas y un chico); una tía y unas primas más pequeñas. «Como mi tía estaba embarazada y sus hijas eran menores que nosotros, sí les permitieron irse a Inglaterra. A nosotros nos rechazaron y entonces nos vinimos a España, aunque no sabíamos que veníamos a Tenerife ni nada. Cuando nos despertamos aquí, después del viaje, fue cuando nos dimos cuenta de que estábamos en una isla», recuerda.

«No teníamos ni idea de a donde íbamos. Fue duro, pero como tenía 15 años lo viví casi como una aventura. Todo era nuevo. No nos dábamos cuenta de lo que pasaba. Nunca habíamos salido del país y de repente nos vimos aquí, después de coger varios aviones. Lo que más nos llamó la atención era el calor, estábamos en diciembre y nos llevaron a bañarnos a la piscina de Los Silos. La gente era muy amable, todos nos saludaban y nosotras alucinábamos. Se portaron muy bien».

400 cuerpos en la fosa común

«Mi madre lo pasó mucho peor porque no sabíamos nada de mi padre», detalla. Cinco o seis años después de llegar a Tenerife, su madre pudo regresar a Bosnia un verano, con el dinero que reunían sus hijos trabajando. Encontraron una fosa común con más de 400 personas en nuestro pueblo. Le tomaron muestras de ADN y así pudieron confirmar, un año después, que uno de aquellos cuerpos era el de su padre. Suada cuenta que su padre era un soldado que «se alistó para luchar, para defender aquello», así que cuando aún vivían en Bosnia «sólo podía estar con nosotros por las noches. Un día desapareció y no lo volvimos a ver más. Tuvimos que marcharnos del pueblo, luego a Croacia y al final terminamos en Tenerife. Pasamos muchos años sin saber nada de él».

Todas las hermanas de Suada se quedaron en la isla, salvo Ado, al que una historia de amor le llevó a vivir en California con otra refugiada de Los Silos. «Ella estuvo aquí, pero a los cinco años se marchó a Estados Unidos. Tiene la misma edad que mi hermano y estaban enamorados desde los 7 años. Con 21 regresó a Tenerife, mi hermano dice que le enseñó la isla y poco después se marcharon juntos y allí siguen», comenta orgullosa.

Suada y sus dos hermanas, Alma Hopo y Sanela, siguen en Tenerife, «una vive en el Puerto de la Cruz y la otra en La Orotava». Las tres se casaron con canarios y son madres de cuatro tinerfeños. Suada conoció a su marido hace 18 años, en una romería de San Roque, en Garachico. El resto de su familia se reparte por Bosnia, Austria, Alemania, Reino Unido o Estados Unidos.

Hako y Suada vivían muy cerca en Prijedor, pero no se conocían. Se hicieron amigos en Los Silos y sus familias aún mantienen contacto. La solidaridad de Tenerife les permitió escapar del horror y empezar una nueva vida. Agradecen la acogida de la gente y el buen trato recibido. Suada es una tinerfeña más y Hako, padre de dos tinerfeños, tiene claro que volverá algún día: «Puede que no espere ni a jubilarme».