El Jardín de Aclimatación de La Orotava (JAO), más conocido como el Jardín Botánico de Puerto de la Cruz, cumple 233 años y nunca deja de sorprender. Ninguna visita a este oasis, creado por orden del rey Carlos III el 17 de agosto de 1788, se parece a la anterior. Este jardín concebido en el siglo XVIII para aclimatar a España especies vegetales de todos los rincones del mundo es un ente vivo, en constante transformación, que esconde un caudal enorme de belleza natural y de saber botánico. Después de más de dos meses en obras de mantenimiento y mejora, acaba de reabrir sus puertas y siempre es un buen momento para regresar y aprender, por ejemplo, que las populares orejas de burro son sudafricanas, como la strelitzia; que en Chile también extraen miel de palma de un tipo de palmera que a Darwin le pareció “muy fea”; que un árbol de origen chino sirvió para embalsamar muertos en Egipto, o que el árbol más emblemático de este Bien de Interés Cultural es una higuera que proviene de una pequeña isla llamada Lord Howe, ubicada a 600 kilómetros al este de Australia, a más de 19.469 kilómetros de Puerto de la Cruz.

El JAO abre todos los días de 9:00 a 18:00 horas y el precio de la entrada es de 3 euros, con tarifa reducida de 2 euros para los residentes en Canarias. Una ganga cuando lo que se ofrece a cambio es un jardín histórico de más de 20.000 metros cuadrados con unas mil especies vegetales de los cinco continentes, de las que al menos una veintena se pueden conocer más en profundidad gracias al servicio de audioguía gratuita (en español, inglés y alemán), a través de los códigos QR que los visitantes pueden consultar con sus dispositivos móviles.

El Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), que depende del Gobierno regional, es la entidad que gestiona en la actualidad “el lugar elegido para intentar aclimatar aquellas plantas que procedían de las posesiones españolas de ultramar en los trópicos del viejo y el nuevo mundo. Al amparo de cuatro grandes expediciones botánicas organizadas por España a finales del siglo XVIII, en Filipinas, Nueva España, Nueva Granada y el Virreinato del Perú, creció el Jardín de Aclimatación de La Orotava, bajo la dirección del lagunero Alonso de Nava y Grimón, sexto marqués de Villanueva del Prado”.

Simplemente pasear por este Bien de Interés Cultural, con la categoría de Jardín Histórico, es un placer para los sentidos. Cientos de placas informativas permiten identificar las diferentes especies tropicales y subtropicales que crecen en este rincón de la ciudad turística en algunos casos desde hace más de un siglo. En los años 70 del siglo XIX se plantó la espectacular higuera de Lord Howe que en la actualidad es el icono del JAO, gracias a sus enormes raíces aéreas. No es el único árbol de esta especie que puede verse allí. En un rincón, no muy lejos de la entrada, hay otro Ficus macrophylla que parece sacado de películas como El señor de los anillos o Los guardianes de la galaxia. Los más pequeños disfrutarán al descubrir que existe un árbol con los brazos en cruz, un traje de raíces y unos ojos y una boca marcados en su corteza. Un ser fantástico que parece capaz de empezar a moverse en cualquier momento.

La familia de la palmera

El 10 de junio de 1914 llegó a este jardín una palmera Encephalartos laurentianus, un ejemplar femenino que vivió casi cien años de soledad hasta que en 2003 tuvo su primera descendencia viable gracias al polen extraído a un macho solitario que vive en el parque municipal de Málaga. Ahora, a su alrededor, se puede ver a parte de su prole.

De no ser por la información del código QR, el chicozapote pasaría desapercibido. No es ni muy grande, ni muy bello, ni muy frondoso, pero sin él jamás hubiéramos masticado chicle. Los mayas extrajeron el látex que brota de su corteza a través de incisiones, lo cocieron a fuego lento y obtuvieron una goma masticable que servía para limpiarse los dientes o engañar al hambre. En el siglo XIX, los estadounidenses añadieron azúcar a la mezcla y triunfaron. Ahora se usan otras gomas de mascar, la mayoría artificiales, pero el origen natural del chicle puede verse en el Puerto de la Cruz y ahora, además, está cargado de frutos, la zapodilla, muy apreciados para elaborar postres y mermeladas por su agradable sabor dulce.

El alcanfor es un árbol originario de China y Japón, protagonista de una leyenda con harakiri incluido, que tampoco llama demasiado la atención a simple vista. De sus hojas, ramas y tronco se extrae un aceite esencial que ya los egipcios usaban para embalsamar a los muertos y que en la actualidad sigue teniendo numerosos usos medicinales, en perfumería y en la industria de fabricación del celuloide y de aislantes eléctricos.

Un árbol sin hojas en verano

Sí obliga a levantar la mirada el espectacular ejemplar de ceiba especiosa que crece en el JAO, la mayor que se puede encontrar en Canarias. Se trata de un árbol que en verano pierde sus hojas y, entre septiembre y noviembre, se llena de flores de color rosado. Su tronco adquiere una forma que recuerda a las botellas, de ahí que también se la conozca como palo borracho. Con su madera se hacen canoas y barricas en Brasil, Paraguay o el norte de Argentina.

La Jubaea chilensis o palmera del vino fue definida en 1834 por el naturalista Charles Darwin como “un árbol muy feo”, que en la actualidad está amenazado por la sobreexplotación de su savia. La Gomera tiene mucho que enseñar a los chilenos, ya que allí extraen miel de palma de su tronco talándolo y tumbándolo para que la savia brote durante meses. Sacan hasta 400 litros de savia por cada palmera, pero acaban con el ejemplar y el sistema no es sostenible. La savia se fermenta para producir una especie de vino de palma.

Estas son sólo seis de las veinte historias que el JAO pone al alcance de cualquier teléfono inteligente en su audioguía gratuita. Y una mínima parte de todo lo que atesora entre sus muros y verjas recientemente remozadas. El director del JAO es Alfredo Reyes, que celebra que este jardín sea ahora mucho más accesible para personas con movilidad reducida gracias a la instalación de nuevas rampas y baños adaptados. En estos tiempos de escasez de turismo, el jardín recibe una media de 150 visitantes al día, que pueden disfrutar de un entorno que se ha recuperado muy bien de los daños sufridos por el temporal de finales de febrero de 2020 y de las limitaciones impuestas por el estado de alarma. Además, acaba de ser objeto de una de las mayores actuaciones de reforma y mantenimiento de las últimas décadas. Un lavado de cara y una modernización que lo preparan para el regreso de los tiempos en los que más de 200.000 personas recorrían cada año sus senderos.

La interminable ampliación, de la que se empezó a hablar en 1988 y ya ha costado varios millones de euros, es la gran asignatura pendiente de este recinto histórico. Alfredo Reyes confía en que la implicación de las áreas regionales de Agricultura y Turismo permitan darle “el empujón definitivo” a la última fase: plantar las especies vegetales que deben embellecer los miles de metros cuadrados que rodean al gran edificio del centro de visitantes, ya terminado, así como su red de riego. En marzo de 2020, poco antes de que el coronavirus pusiera el mundo patas arriba, se anunció una inversión de 525.000 euros para desbloquear una ampliación que añadiría 40.000 metros cuadrados más a este templo de la botánica.

Encephalartos laurentianus llegó al jardín en junio de 1914 y no fue hasta 2003 cuando tuvo descendencia gracias al polen que llegó desde Málaga.