La pandemia de la Covid-19 ha traído consigo una crisis a nivel social, económico y sanitario. Las consecuencias también han alcanzado a los refugios de animales, que han seguido prestando cobijo temporal a los animales abandonados y luchando por una realidad que a muchos se les olvida, pero a otros preocupa. Uno de los peores efectos de la pandemia en la protección animal es el aumento en un 25% del número de abandonos de mascotas registrado a nivel nacional tras el confinamiento, según la Real Sociedad Canina de España.

Es un repunte que, sin embargo, no ha afectado a Tenerife, donde los refugios de animales aseguran que no han notado un aumento de las cifras de abandono, tal y como corrobora la Asociación Protectora de Animales del Noroeste de Tenerife (Apanot). Para atender a los animales rescatados, la Isla cuenta con unos 15 refugios, distribuidos por 11 municipios: Puerto de la Cruz, Arona, Adeje, La Orotava, Güímar, El Sauzal, Fasnia, La Laguna, Icod de los Vinos, Granadilla y Los Realejos.

Candy Raya, encargada de la Casa Refugio para perros que lleva su mismo nombre en Puerto de la Cruz, cree que esto se debe a que cada vez hay “una mayor concienciación ciudadana”, mientras que la encargada del refugio K9 Tenerife de San Miguel de Abona, Hazel Eames, añade que durante el confinamiento se registraron menos casos de abandono “ya que, al no poder salir de sus casas, los vecinos no encontraron perros abandonados o no podían traerlos al refugio”.

Ante la creencia generalizada de un aumento de adopciones para burlar el confinamiento, Teresa González, presidenta de la Asociación para la Defensa de los Derechos de los Animales y la Naturaleza de Candelaria (Addanca), puntualiza que “las protectoras son conscientes y no dan un perro así porque sí”. “Seguramente en la Península sí hubiera alguna picaresca con eso”, matiza. Además, alega que “de ser así los refugios no estarían saturados”.

En este sentido, Marc Van Den Reek, presidente de Live Paws, un refugio de animales de Arona, comenta cómo fue su situación. “El año pasado con la pandemia tuvimos 100 perros adoptados. Fue el mejor año por el elevado número de adopciones”. Además, corrobora lo dicho por Candy Raya: “Hay más gente que tiene conciencia y coge un perro para pasear en compañía, pero no por la pandemia. Ahora tienen más tiempo y paciencia para acoger un animal”.

El 80% de los 15 albergues de Tenerife son de gestión privada y colaboran con organizaciones, incluso internacionales, en las que se apoyan para tramitar y gestionar adopciones por parte de personas que residen en otros países de Europa como, por ejemplo, Alemania, Francia o Bélgica. Esto comenta Jack, secretario del refugio La Esperanza del Sur, situado en el municipio de Arona.

Sin financiación pública

La mayoría de estos centros no cuenta con financiación o apoyo económico de entidades públicas, sino que dependen de las aportaciones de socios. A raíz de la crisis del coronavirus, su número se ha reducido. Hay refugios, como Live Paws o K9 Tenerife, que optan por otras fuentes de ingresos, como una tienda de segunda mano de productos para mascotas o una clínica veterinaria propia, como hace Addanca. Algunos tienen convenios con los ayuntamientos de su municipio por el servicio de recogida de animales, pero en ningún caso se trata de una ayuda económica.

La presidenta de la Asociación Protectora de Animales Sirius de Güímar, María Luisa Risueño, cuenta que, a parte de los donativos, recaudan fondos “a través del teaming en facebook, organizando cenas, rifas y colocando huchas en algunos establecimientos”. Por su parte, Apanot apuesta por actos de recogida de alimentos, venta de productos solidarios, puestos informativos o charlas en centros educativos. “La respuesta social es muy positiva ante todos los actos que hacemos, aunque, ahora mismo, está más parado por la pandemia”, explica la Asociación Protectora de Animales del Noroeste de Tenerife, en Icod de los Vinos.

Más allá de las dificultades de financiación, en el Refugio Internacional de Animales de Los Realejos afirman que “el mayor problema de la pandemia fue el estancamiento que se produjo por la falta de adopciones, la interrupción de la labor del voluntariado y la reducción de los donativos”, una situación que se reproduce en la mayoría de los casos.

Independientemente de su modelo de gestión o localización, todos los refugios hacen un llamamiento a la necesidad de seguir trabajando para mejorar la concienciación ciudadana en relación a la esterilización animal, el uso obligatorio del microchip y las vacunas. Así lo exigen desde La Esperanza del Sur.

Hacer cumplir la ley

La vicepresidenta de Asociación Pro Animal Madruga (Apram) de La Orotava, Sylvia Felst, considera que “si las instituciones hicieran cumplir la ley ya estaríamos un poco mejor”. Por su parte, la directora del refugio Acción del Sol de Granadilla de Abona, Marion Köpke, añade que “debería de haber más control en las calles por parte de la policía, para comprobar si los perros que van con sus dueños tienen microchip, lo que contribuiría a que haya menos animales en la calle”. Köpke también señala que el uso del microchip es importante, ya que “muchas veces también llegan en buenas condiciones, pero como no lo tienen, no podemos saber de quién es”.

La competencia de la recogida y albergue de perros, gatos y otros animales abandonados es de los ayuntamientos. En algunos casos, colaboran entre ellos, como ocurre con el mayor refugio de la Isla: Valle Colino, situado en Finca España (La Laguna). Da servicio a los municipios de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, Tegueste y El Rosario. La Federación Canaria de Asociaciones Protectoras de Animales y Plantas (Fecapap), que gestiona este albergue desde su apertura, ha anunciado en varias ocasiones que quiere abandonar la dirección del centro. El alcalde de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, se ha ofrecido a tomar el mando. Pero el proceso aún no se ha resuelto.

De forma paralela, el Cabildo de Tenerife también participa al ser propietario del Centro de Protección Animal Tierra Blanca, ubicado en Fasnia, y que gestiona a través de la empresa pública estatal Tragsatec. Además, la Corporación insular colabora con la Asociación de Defensa y Protectora de Animales de Canarias (Adepac), en Ravelo (El Sauzal), que dispone de un refugio, a través de un convenio que incluye 200.000 euros al año, que en determinados casos se ha incrementado, para dar respuesta a las necesidades del refugio.

Tanto en uno como en otro centro, el consejero insular de Agricultura, Ganadería y Pesca, Javier Parrilla, confirma que “no ha habido problemas de gestión durante la pandemia”. Sí hubo problemas con las lluvias de este invierno, que inundaron el refugio de Tierra Blanca, pero en estos momentos se están ejecutando obras para mejorar las instalaciones y las condiciones de los animales, mientras que, en el caso del refugio de Ravelo, el Cabildo está estudiando realizar algunas inversiones para, entre otras cosas, “conseguir que dispongan de su propia clínica”, detalló el consejero. “Estas mejoras están destinadas a reforzar la política del Cabildo de Tenerife” en bienestar animal. Así lo ha destacado Parrilla, quien asegura que “tenemos un objetivo claro: sacrificio cero”. Esto requiere que, a más edad, más cuidado y más medicinas y “esa es la clave”, matiza. Hay otros lugares que sí la practican porque lo permite la ley, “pero nosotros no trabajamos así”, concluye el consejero.

Filaria: la pandemia de los perros

Mientras la pandemia azota en Canarias a personas de todas las edades, los perros luchan contra su propia pandemia en las Islas. Se trata de la filaria, conocida más comúnmente como el gusano de corazón. Este parásito se traslada de un animal a otro a través de las picaduras de mosquito, provocando afecciones cardíacas graves, una patología que es muy habitual en Canarias. De hecho, el 30% de los perros que llegan al Refugio Internacional para Animales, en Los Realejos, padecen esta enfermedad, según confirma suportavoz.Cuando alguno de estos perros llega a las instalaciones de un refugio no suele hacerlo en las mejores condiciones, ya que, sin contar con la filaria, muchos están desnutridos o tienen heridas, parásitos, problemas en la piel, entre otras patologías. Además de darles un hogar temporal, los refugios se hacen cargo de estas afecciones y asumen los costes del microchip, la esterilización o castración y las vacunas. Es por ello que, a la hora de adoptar a uno de sus animales, la persona tiene que abonar una pequeña aportación con la que se cubre parte de estos gastos. Es importante destacar que este precio no es un beneficio, sino que se destina a atender a otros perros o gatos, un coste que puede ser el doble o el triple en una clínica veterinaria.