Mañana de Martes Santo y reina la calma chicha en las playas de Anaga; aún sin grandes aglomeraciones, entre las once y las tres de la tarde se cerró el acceso a Las Gaviotas por la alta afluencia de vehículos. A la espera de la aplicación que anunció el año pasado Evelyn Alonso, la concejala de Seguridad Ciudadana, para regular los accesos al litoral chicharrero en busca de respiro y refresco, siguen en servicio los semáforos heredados de la etapa de Florentino Guzmán Plasencia.

Nada más alongarse el visitante a tres de las playas del interior de Anaga –Roque de las Bodegas, Almáciga y Benijo–, se encuentra en la primera la autocaravana de Manolo y María, que se reconocen amantes de la naturaleza y practicantes de este hobby, para ellos casi una religión desde hace más de cuarenta años. En el caso de Manolo, recuerda ir con su padre a La Punta, en La Laguna, en una canasta de plátanos; a penas tendría un año; o cuando veía los camiones con cuatro hierros recubiertos por unas hojas de plataneras.

Comenzaron con unas casetas de campaña; luego llegó el combi, más sofisticado hasta que adquirieron una caravana de remolque y más tarde, una autocaravana. Acceden a la conversación con la condición de no desvelar sus apellidos ni que se desvele la matrícula de su autocaravana. Están quemados, y no precisamente del sol. “Somos isleños y nos gusta vivir al filo de la playa; aunque parezca una paradoja, si nos pones a vivir en Madrid nos ahogamos”, cuenta María, que se lamenta que “muchas personas nos miren raro, como si fuéramos perroflautas”, para lamentar el enfrentamiento que “algunas administraciones han alimentado entre vecinos y visitantes”, un hecho por el que unos pocos ayuntamientos –admiten– se han disculpado. “La autocaravana es un vehículo. Pero no nos quieren. Parecen que estorbamos porque dicen que somos incívicos cuando incluso recogemos muchas veces mierda ajena”, se lamenta María.

Manolo, “casi jubilado”; ella, administrativa. Pidió libre del lunes a hoy y nada más salir del trabajo el viernes de la semana pasada, con el tanque de agua limpia cargado, la recogió su pareja y comenzaron su periplo por la Isla. “Practicamos turismo itinerante”, explica María, que elogia la actitud de ayuntamientos como el de Garachico o Los Realejos –donde ayer estaban pendiente de reunión– y el golf del Sur que han habilitado zonas para autocaravanas. “La única diferencia entre mi vehículo y ese turismo es que yo ahora me voy a hacer unas albóndigas; y durante el tiempo que pasamos fuera de nuestras casas compramos en los pueblos por los que pasamos y se genera una economía, como le demostrados al ayuntamiento de Garachico”. Desde el viernes han pasado por El Caletón, en La Matanza; luego El Pris, de Tacoronte; Jóver y La Punta, de La Laguna; ayer Roque de Las Bodegas y se planteaban subir al Teide para ver los tajinastes. María lamenta el discurso que busca el enfrentamiento cuando se dice: “Las autocaravanas nos invaden”. Y ella añade: “Y donde vivo también los 4x4, o los Ford...”. “Es absurdo que por un modelo de vehículo nos aparten y casi nos intenten apalear”, se lamenta. María insiste en recordar que en Tenerife hay unos 1.200 caravanas, para lamentar las señalética que algunos ayuntamientos se inventan. “Nosotros nos regimos por la normativa de la Dirección General de Tráfico”, precisa.

Abuelos de tres nietos –de doce, siete y tres años–, admiten que alimentan el gusanillo de las nuevas generaciones. Eso sí, primero los estudios y cuando acaben toda la tarea que le han mandado, se sumarán a la aventura de sus mayores. “Se van turnando de uno en uno; todavía el pequeño no”.

Rumbo a Casa África

De la autocaravana de Manolo y María al restaurante Casa África, en el Roque de las Bodegas donde la hija de la propietaria, Alejandra, reconocen que, aunque el calendario religioso establece que la Semana Santa comenzó con el Domingo de Ramos, no será hasta este jueves (santo) cuando arranque para la semana santa que dura del jueves al domingo.

“Se nota el bajón; el año pasado no se pudo hacer nada, pero no tiene comparación con otras semana santas”, y para colmo de males, admite Alejandra, dicen que el jueves a a llover. “Nos encomendados al dios Sol para no desmoralizarnos; ¡ay, chico!, qué pena que hoy me hayas cogido así, baja de ánimos, pero hemos esperado esta Semana Santa para mantener los puestos de trabajos de nuestros compañeros; aquí somos diez trabajadores y algunos los hemos sacado estos días...”. Hasta ahora abrían de jueves a domingo y en esta fecha lo hacen de martes a domingo. “Al final sirviendo almuerzos de una a cinco de la tarde, pero no te rinde como antes porque los visitantes van a entrar a almorzar y cuando le dices que no pueden, prefieren marcharse”. No obstante, Casa África ha habilitado una terraza lateral y ha sacado cuantas mesas ha podido en su fachada y hasta en una azotea. “Nosotros agradecemos que la gente vena a la playa porque si cierras el pueblo más, se muere”. “Yo soy de aquí, y la mayoría de los compañeros, también: Alicia, Suso...”.

“Pedimos al ayuntamiento que nos ayude, que no nos cierre, como el año pasado que cerraron arriba. Ahora vienen los impuestos trimestrales, las nóminas...”. “Me ves baja de ánimo y eso que me quité la mascarilla negra y me puse esta de color, más positiva”. Alejandra mira a la entrada del Roque de las Bodegas y ve una pala... “No creo que estén ahora habilitando los aparcamientos que hemos pedido desde hace más de veinte años; como si tienen que sorribar un poco para que puedan aparcar los coches, o poner estacionamientos en batería, como también hemos pedido” como solución a la falta de aparcamientos. “Entendemos que la playa es de todos; ahora lo que no quiero es que llueva porque si eso ocurre... Y nosotros mantenemos a la agricultura, la ganadería y la pesca de la zona, porque le compramos pero... si no viene gente, ¿para qué compramos? Antes comprábamos cien y ahora treinta. Las cajas han caído más de la mitad respecto a años anteriores”, reconoce.

Alejandra ve aparecer a unos turistas y entra corriendo. “¡Chicos, vamos!”, y “pónganse ustedes aquí fuera”. “¡Y ojo, soy una firme defensora de las normas, que son muy importantes de cumplir!”.

La mejor playa para coger olas

Frente a Casa África, tres jóvenes, con neopreno y tablas de fibra, esperan a una de las madres para regresar a casa después de disfrutar de su encuentro con el mar. Amigos del colegio Escuelas Pías, hoy soy estudiantes de segundo curso de universidad: Rafa, en Biología; Rodrigo, de Ingeniería Informática –que se sumó por primera vez ayer a coger olas– y Carlos, que acabó las clases el viernes en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde cursa Ciencias del Deporte, y vino a disfrutar de la mejor playa para la práctica de su actividad favorita.

Antes de seguir a Almáciga, un detalle: a penas hay aparcamientos para tanto visitante pero sí un cargado de vehículos eléctricos.

En la playa de Almáciga, en el arcén derecho, algunos turismos entre media docena de furgones con cocinas móviles y toldos, mientras en la zona más próxima a Benijo, autocaravana en primera línea de playa. En algunas, algún británico que ni hablándole en inglés atiende a preguntas; otros, de la tierra, que rechazan establecer conversación.

Entre las excepciones, Juan Luis García, que ante la mirada de sus tres compañeros caninos, se dispone a almorzar. “Vengo a coger olas y parece que soy un delincuente. No hay quien entienda a las autoridades locales: unas veces dicen que esto es una playa y otra se refiere a esta zona como zona de baño... quizás porque si lo trataran como una playa tendría que tener vigilancia y todavía no los he visto aparecer”. “Eso sin nombrar los restos del kiosco que hay ahí o las dichas que acondicionaron y que vierte el agua directamente a la arena, y dicen que es Parque Rural y Reserva de la Biosfera”. “Han generado una controversia con los vecinos”, se lamenta Juan Luis, que dice que acudió a Almáciga a coger olas y ya se marcha porque “el jueves comienza el festival”, en referencia a la llegada de autocaravanas. Y se lamenta del trato recibido: “He rescatado aquí más gente que la Cruz Roja”.

“El paraíso está aquí”

En un furgón habilitado como autocaravana, Kevin Berndtson –malagueño de ascendencia belga– y Sandra Martín. El primero, ajeno a que estamos en Semana Santa, porque “vivo en el Sur hace cuatro años. Estoy en ERTE. Soy azafato de vuelo”, dice mientras sostiene una guitarra en compañía de Sandra, malagueña, que acabó de dar clases de inglés en una academia en su tierra. “Se nota el océano; vengo de una charca... Porque esto es el paraíso, ¿no?”.

Intercambiador gratis y más guaguas para visitar Anaga

El Cabildo de Tenerife y el distrito de Anaga han coordinado medidas en materia de transporte público para evitar el episodio de la Semana Santa del año pasado, cuando los vehículos acabaron por colapsar la entrada y salida hasta la playa de Benijo con el riesgo de que una ambulancia no pudiera intervenir en la zona. La concejala de Anaga, Macu Fuentes, recordó que, junto a la Dirección Insular de Transportes desde el pasado 27 de marzo se han activado acciones concretas para fomentar el transporte público y facilitar que cuantas personas deseen visitar las playas de la Península de Anaga -Roque de las Bodegas, Almáciga y Benijo- se decante por la guagua. La programación especial de Semana Santa incluye el incremento de guaguas que cubren la línea 910 de Titsa, que enlaza el intercambiador de Santa Cruz con la playa de Las Teresitas; de cinco vehículos se ha ampliado a siete por la mañana y también por la tarde. También se han reforzados los servicios de la línea 945 de Igueste y el servicio 946 que enlaza con Taganana, con el compromiso de incrementar el servicio a demanda. La 947 de Chamorga se amplía al domingo y el micro 916 que sube a Valle Crispín estará operativo el jueves y viernes santos. Y como aliciente añadido, todos los que se decante por el servicio público de guaguas podrán dejar gratis su vehículo en el intercambiador, siempre que utilicen el bono de Titsa.