Son sólo diez paneles. Diez historias de hombres y mujeres que comparten toda la crudeza de la incomprensión. Las imágenes y los textos de la exposición itinerante Ayer y Hoy. Memoria Trans de Canarias remueven conciencias y ponen a la sociedad frente a diez historias de personas que tuvieron que enfrentarse a la vida con el cuerpo equivocado y decidieron, tras un tránsito a veces brutal, cambiarlo por coherencia con su identidad de género. Esta muestra promovida por la Consejería de Participación y Diversidad del Cabildo de Tenerife, ahora expuesta en un pasillo del IES La Guancha, supone un paso más en la lucha compartida de transformar el rechazo en respeto.

Frente a un grupo de alumnos de Secundaria implicados en proyectos de igualdad y diversidad afectivo sexual, el consejero insular Nauzet Gugliotta recordó que los cambios sociales más profundos “comienzan en los colegios y en los institutos, con la educación”, pero también con un rasgo tan humano “como la empatía”, que nos ha llevado a tener ahora “una sociedad mucho más justa, más inclusiva y más respetuosa con la diversidad de las personas”. Un mundo en el que “ser feliz no sea un acto de rebeldía”.

Plantarse frente a cada uno de estos paneles es un doloroso ejercicio de empatía, en el que las personas con la capacidad para ponerse en el lugar del otro pueden entender cuánto han tenido que pasar personas como Teresa León Peña, nacida en 1964, quien con 8 años ya tenía claro que “no quería ser un niño”; con 11, en la búsqueda de su verdadera identidad, consiguió sus primeras hormonas, y con 13, tras descubrir que tenía pechos, su padre la echó de casa.

O Alexander García López, nacido en 1986, un militar y campeón tricontinental de artes marciales, que nació mujer pero “desde muy pequeño intentó comunicar a su familia que se sentía niño, aunque todo fue inútil”. Una depresión le obligó a dejar los estudios y le alejó más de su familia. Se alistó en el ejército de tierra en 2006 y allí pasó años duros y complicados. En su segunda misión de paz en Afganistán, en 2011, sufrió un atentado en el que perdió una pierna. Fue un punto de inflexión. Tras recuperarse de las heridas y quemaduras, decidió tomar las riendas de su vida. Conoció a su mujer, se casó y formó una familia. Gracias a su apoyo, en 2018 inició su tránsito para “convertirse en el hombre que siempre fue”.

O Álvaro Martín, de 1986, que tras una infancia y una adolescencia muy confusas y dolorosas por la poca información y los prejuicios sobre la diversidad afectivo sexual y de género, encontró, a los 27 años, un vídeo en internet que le ayudó a entender y aceptar lo que vivía. Ahora es él quien orienta a personas trans y a sus familias. O Andy Benítez, nacido en 1990, quien abrió los ojos por primera vez en toda su vida a los 28 años, “cansado de vivir para los demás”. Así empezó su tránsito para convertirse en un hombre trans que ha creado los recursos que no encontró para él en su isla natal, La Palma, y se ha enfrentado a la transfobia. Ahora es padre de una niña y ayuda a personas que empiezan ahora su cambio.

O Samuel Pérez, nacido en 1988, quien se dio cuenta a tiempo de que “lo que tanto había deseado era totalmente posible”. Y hoy, ya convertido en médico, con una mujer y un hijo, ha emprendido el camino hacia su felicidad. O Adam Cabrera, licenciado en Psicología en la Universidad de La Laguna, que comenzó su transición con 27 años y la define como “un viaje brutal”. O Marcela Rodríguez, hermana de otras dos mujeres transexuales, nacida en 1955 y víctima durante años de la discriminación, las burlas y los abusos en una época oscura y difícil en la que, junto a sus compañeras de lucha por los derechos de los trasexuales, abrió caminos que otros y otras transitan ahora.

O Rosario Miranda, nacida en 1937 y fallecida en 2004, una mujer que rompió estereotipos en el entorno rural de su Buenavista del Norte natal. Desde pequeña, con tan solo 9 años, sabía que en ella había una mujer como sus hermanas, y sólo quería vestirse y ser libre como ellas. Sin saberlo, se convirtió en un icono.

O Nayara Martínez, quien frente a estos alumnos guancheros, narró como el acoso escolar la obligó a dejar de estudiar con 15 años y la llevó por el mal camino, del que felizmente ha logrado salir. Atrás quedaron la prostitución y el delito que la llevó a pasar tres años en prisión. El suyo ha sido un “tránsito agridulce”, agrio por trabas sociales como el acoso escolar, los insultos, las burlas o la falta de empleo, y dulce por “encontrarte al fin y saber quién eres”.

Para el alcalde de La Guancha, Antonio Hernández (PP), esta muestra, que recorrerá todos los municipios de Tenerife, ayudará en el objetivo de “normalizar la diversidad y respetarla para poder ser felices todos”. Una exposición tan necesaria como demuestra la silueta sin rostro del panel de Dona Hernández, que en pleno siglo XXI, en una España de democracia cuarentona, sigue teniendo miedo de mostrarse al mundo.

Sufrió acoso escolar en el colegio y en el instituto porque la consideraban “un chico gay muy afeminado”, una etiqueta con la que no se reconocía. El bullyng la obligó a abandonar los estudios y complicó su vida hasta llevarla al mundo de la prostitución y a la cárcel.

Sin saberlo, Rosario Miranda rompió los estereotipos en el mundo rural y se convirtió en todo un icono de la lucha activista desde Buenavista del Norte, enseñando que la libertad sexual y de género es un derecho de todas las personas. Falleció en 2004.

Terry, con 8 años de edad, ya lo tenía claro: “No quería ser un niño”. A los 11, en la búsqueda de su verdadera identidad, comenzó a tomar sus primeras hormonas de manos de una amiga transexual. A los 13 años su padre la echó de casa por tener pechos.

Dona vive una vida “plenamente feliz”, aunque, para llegar a esta situación, ha sufrido muchísimo por “vivir en un entorno poco tolerante”. Tal es así que en pleno siglo XXI, en una España democrática, no quiere revelar su imagen actual pues aún “siente miedo”.

Tras sufrir discriminación y abusos durante la dictadura franquista, hoy Marcela se siente respetada, pero afirma que queda mucho por avanzar, y que deben seguir dándole kilómetros a la carretera que ellas “empezamos un día a empichar”.

Comenzó su peculiar forma de activismo explicando y educando a su entorno en la transexualidad, transformando así la realidad local, sin ser consciente al principio de la importancia de su papel. Colaboró en la creación del primer protocolo trans para la ULL.

Desde que tiene uso de razón, y cada vez que pedía un deseo, siempre era el mismo: “Ser un niño como los demás”. Hasta en los momentos más felices, como cuando terminó Medicina, se sentía vacío. Con 31 años dio el paso que cambió su vida para siempre.

Nació en Santa Cruz de la Palma y desde muy pequeño se dio cuenta de que no encajaba. No se sentía una niña. Siempre tuvo muy claro que era un niño, pero la sociedad y su familia no lo veían así. Vivió durante 28 años “interpretando un papel que parecía no tener fin”.

Tras una infancia y una adolescencia muy confusas y dolorosas por la poca información y los prejuicios sobre la diversidad afectivo sexual y de género, tuvo la suerte de encontrar un vídeo en internet que, con 27 años, le ayudó a entender lo que vivía y sentía.

Militar y campeón intercontinental de artes marciales. Tras sufrir un atentado en Afganistán, decide tomar las riendas de su vida. Conoce a su mujer, se casa, forma una familia y en 2018 inicia su tránsito para convertirse en el hombre que siempre fue.