Nieves Lugo y Elisa González de Chaves nacieron en La Orotava en 1908 y 1914. Ambas tienen en común que fueron mujeres pioneras en ámbitos tan dispares como el cine y la educación de personas con diversidad funcional. Nieves, fallecida en 1958, pasó a la historia como la autora de la primera película dirigida por una mujer en las islas. A Elisa, fallecida en 1967, se la recordará por ser la impulsora del primer Hogar y Escuela de Sordos de Canarias.

Nieves Lugo Benítez de Lugo y Elisa González de Chaves fueron dos villeras extraordinarias y unas grandes desconocidas para muchos de sus vecinos. Dos mujeres pioneras, nacidas en La Orotava en 1908 y 1914, que fueron capaces de abrir nuevos caminos en un contexto histórico y social muy difícil y en ámbitos tan dispares como el cine y la educación de personas con diversidad funcional. Nieves se convirtió en el año 1955 en la primera cineasta de Canarias, con su cortometraje La sortija encantada, y Elisa, tras años de dedicación, superación y entrega, logró crear el primer Hogar y Escuela para Sordos en este archipiélago.

Ambas crecieron en un mundo marcado por las dos guerras mundiales y la Guerra Civil Española y, además, fueron capaces de avanzar e innovar en las primeras y difíciles décadas del franquismo. Las dos murieron jóvenes, con apenas 50 años de edad, y ambas lograron los hitos que marcan su trayectoria en la etapa final de su existencia. Esta es la historia de dos villeras que serán recordadas siempre como la autora de la primera película rodada por una mujer en Canarias y como la impulsora del primer centro educativo específico en las islas para personas sordomudas.

Elisa González de Chaves

Elisa González de Chaves nació en La Orotava el 12 de junio de 1914 y falleció en Santa Cruz de Tenerife en 1967, con apenas 53 años de edad. Fue la menor de siete hermanos y vino al mundo con la capacidad auditiva muy mermada, por lo que apenas podía hablar. Su infancia transcurrió en el ambiente rural de La Cruz Santa, en Los Realejos, y cuando sólo tenía cuatro años perdió a su madre, víctima de la epidemia de gripe española de 1918. Su padre, que falleció cuando ella tenía 15 años, le enseñó las primeras letras y continuó su formación en varios colegios del Valle.

Un dictamen médico la declaró incapaz para administrar sus bienes, pero ella nunca se rindió y acudió al Instituto Educativo de Sordos y Ciegos que existía en Barcelona, y a un centro especializado en Francia, donde aprendió a expresarse y comunicarse mejor. De regreso a Tenerife, con escasos medios, volcó todo sus esfuerzos en la educación y enseñanza de los sordos. Según recordaba José Luis Sánchez Parodi, “dispone de pocos medios, sin ayudas, sin nadie que pueda auxiliarla en su labor, pero con una gran fe, se lanza abiertamente a redimir a los sordomudos de la Isla. Recorre toda la geografía insular, los va a buscar a Valle de Guerra, La Laguna, La Orotava, Los Realejos... donde quiera que exista uno de ellos y lo sepa. La distancia no es obstáculo. En Santa Cruz reúne al primer grupo, les enseña en una sala que en su delegación le cede la Sección Femenina, un aula ruinosa; luego se traslada al viejo Instituto de Enseñanza Media, para de allí mudarse transitoriamente a un salón en el grupo escolar de San Francisco. Estos son los orígenes de la Asociación de Sordomudos de Tenerife”.

Parodi añadía, según recoge el blog Efemérides, de Bruno Juan Álvarez Abreu, que “entre 1957 y 1959, los trabajos de Elisa empiezan a conocerse. Le ayuda el joven Agustín Yánez Valer, entonces estudiante en la Escuela Superior de Bellas Artes y luego sacerdote, igualmente dedicado al apostolado entre los sordomudos del mundo. Elisa luchó sin descanso durante diez duros años e hizo ver a la gente que la sordomudez no es demencia ni irremisible infortunio, que no altera ni disminuye la inteligencia ni el discernimiento”.

“Numerosos sordomudos, que vivían una existencia desgraciada, aislados de la vida encontraron en ella a su libertadora. Necesitaba un local más amplio y más medios económicos, en solicitud de ayuda, llamó a muchas puertas, acudió a las autoridades, a instituciones y particulares, hizo cuanto estuvo en su mano. Además dirigió, enseñó, asumió compromisos que no le concernían, sin que la decepción, la ingratitud o el desánimo consiguieran doblegarla. En un esfuerzo de continua superación quiso mantenerse al día en el conocimiento de las nuevas técnicas de enseñanza y visitó, en Alemania, Francia o Suiza, las más vanguardistas instituciones europeas. Por fin consiguió una casa adecuada y seguridad, gracias a una subvención oficial y a las cuotas de socios protectores. En la santacrucera calle de Viera y Clavijo quedó decorosamente instalado el primer Hogar y Escuela de Sordomudos de Canarias”, evocaba Parodi.

Una calle en la capital tinerfeña; una placa en la que fue su casa, en el número 3 de la calle Cólogan, en La Orotava, y el nombre de la escuela infantil de El Mayorazgo mantienen vivo su recuerdo.

Nieves Lugo

Nieves Lugo (La Orotava, 1908-1958), hija de Antonio Lugo Massieu, fundador y director de El Campo, también fue una mujer adelantada a su tiempo, una apasionada de la cultura que supo expresarse, mediante un aprendizaje autodidacta, a través de la música, la pintura y, especialmente, la fotografía y el cine. Sus fotografías fueron publicadas en la Revista Sombras en 1947 y también participó en el I Salón de Fotografía Artística de Santa Cruz de Tenerife y en el VIII Salón Nacional de Fotografía Artística, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria. Bruno Juan Álvarez Abreu cita en Efemérides que ”Nieves Lugo fue capaz de superar la soledad del artista en los tiempos de silencio de la España y las Canarias de posguerra. Al espectador contemporáneo no puede dejar de sorprenderle su capacidad y decidida voluntad para hacer evolucionar su obra en un contexto político, social y cultural poco propicio para la mujer y para lograr proyectar su trabajo, desde su Villa natal, a otros foros”.

Carmelo Vega escribió sobre el proceso de creación de La sortija encantada, la primera película dirigida y filmada por una mujer en Canarias, que el interés de Nieves por el cine “no era nuevo y en su biblioteca se encontraban numerosos manuales sobre técnica cinematográfica. También se conservan varios cuadernos donde apuntaba sus impresiones y los datos técnicos más significativos de las películas que veía, así como un detallado resumen, por escenas, del contenido. Para la realización de su película de 17 minutos de duración, en color y blanco y negro, y en formato de 16 milímetros, Nieves Lugo actualizó sus conocimientos técnicos sobre el lenguaje cinematográfico y preparó cuidadosamente todos los detalles de producción, seleccionando a actores y extras entre sus familiares y amigos de La Orotava”.

Al tratarse de una película muda, “diseñó y dibujó ella misma los 36 rótulos que explicaban las escenas y recogían los diálogos entre los personajes. Para confeccionar el guión, adaptó un pequeño tebeo para niños, titulado La sortija encantada, de la colección Cuentos Azucena publicada por Ediciones Taray. Se trataba de una versión libre de la historia de Cenicienta”, recuerda Vega. Álvarez Abreu concluye que la muerte prematura de Nieves, solo tres años después de filmar la película, tras padecer leucemia durante años, “coincidió con el momento de su máxima madurez artística”.