La empresa Servicios de Aguas del Valle (Savasa) pone las ruinas del elevador de Gordejuela, en la costa de Los Realejos, a disposición de las administraciones públicas para que desarrollen las actuaciones de conservación, consolidación o restauración que estimen convenientes. Uno de los propietarios, Carlos Acevedo, acompañó ayer a EL DÍA en una visita a la zona y reiteró que no pondrán “ningún impedimento” a las acciones públicas que se estimen oportunas respecto a este inmueble de 1903, considerado por el portal turístico Civitatis como uno de los seis lugares abandonados más bonitos del mundo.

En Savasa, que adquirió esta finca en 1988, se muestran muy preocupados por el gran número de personas que se acercan a la zona para tratar de acceder a las ruinas, cuyo acceso está cerrado por tratarse de una explotación en activo para la extracción de aguas. En la zona hay tres galerías activas que vierten a un depósito situado junto al elevador. En el año 2020, las tres galerías activas en Gordejuela produjeron unas 340.000 pipas de agua que se bombearon hasta otro depósito situado en el núcleo realejero La Zamora, por encima de la TF-5. Fueron más de 163 millones de litros de agua que sólo pueden destinarse a uso agrícola.

Elevar el agua, la mayor parte en los meses de verano, requiere el uso de una potente estación de bombeo, que funciona con un transformador eléctrico en las horas en las que el consumo energético y el precio de la electricidad son menores. El vallado de la zona y la existencia de muros y carteles no son caprichos de Savasa. Se trata de una industria en funcionamiento junto a algunas estructuras y edificaciones en ruinas.

El elevador de aguas de Gordejuela contaba inicialmente con cuatro grandes edificaciones: el edificio más cercano a la costa, de cinco plantas de altura, desde el que se bombeaba el agua hacia la parte superior del acantilado, donde se ubicaba la chimenea de las calderas de carbón. Este elemento ya no existe y poco queda del edificio que estaba a su lado, del que solo se conserva una parte de los muros. Ese inmueble, cuyo espacio ocupa parcialmente el transformador eléctrico, era el espacio que albergaba la primera máquina de vapor que se utilizó en Tenerife. A unos metros, junto al sendero y el camino de acceso, está el tercer edificio, ahora rehabilitado como alojamiento rural.

Savasa realizó una importante inversión en los primeros años del siglo XXI para rehabilitar este último inmueble, el más alejado de la costa, que la compañía Hamilton usó como alojamiento de los trabajadores del elevador en los comienzos del siglo XX. Está en explotación turística desde 2006. La empresa acaba de impulsar el proyecto de rehabilitación del edificio central del complejo hidráulico, con la intención de destinarlo también a turismo rural. El proyecto aún debe recorrer un tortuoso trámite administrativo, con numerosas administraciones públicas implicadas, antes de que se determine si es viable o no.

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Elevador de aguas de Gordejuela Carsten W. Lauritsen

La empresa no se plantea darle un uso alojativo similar al edificio del elevador debido a su ubicación y difícil acceso. Su intención, ya anticipada al Ayuntamiento de Los Realejos, es colaborar con las administraciones que quieran actuar en la zona mediante la puesta a disposición del inmueble.

Acevedo recalca la preocupación de Savasa por la gran cantidad de personas que se acercan a la zona y la posibilidad de que “ocurra una desgracia a pesar de los medios que se ponen para tratar de evitarla”. Los destrozos y robos son habituales, por lo que las ruinas de Gordejuela se han convertido en un dolor de cabeza para sus dueños. “Si mañana viene una administración y nos dice que quieren hacerse cargo del edificio, lo ponemos a su disposición. Esa es nuestra voluntad”, insiste.

El Ayuntamiento realejero ha tomado la iniciativa y anuncia que planteará al Gobierno de Canarias “alguna figura de protección para el edificio”, así como su intención de buscar el apoyo también del Cabildo para plantear alguna propuesta de futuro que evite la desaparición de este emblema de la costa norteña.

La escalera de acceso se encuentra en un estado de conservación aceptable y solo requeriría una pequeña reforma para convertirse en un camino seguro. Actualmente está cerrada para impedir el acceso al elevador. El mayor riesgo está en el edificio en ruinas, que ha perdido la cubierta, presenta muros agrietados y numerosos huecos que pueden provocar caídas a distinto nivel. Se trata de una estructura de cinco plantas de altura, construida mayoritariamente con ladrillos y expuesta durante más de 118 años a la erosión y la influencia del cercano ambiente marino. En la zona se notan los efectos del vandalismo, con algunas pintadas y la rotura de elementos como la vieja puerta de metal “que han destrozado ya ni se sabe cuantas veces”, según relata Acevedo. En las plantas inferiores hay colchones y restos de ropa y de enseres que demuestran que en el pasado algunas personas se han metido a vivir allí.