El Casal Catalá de Tenerife es un punto de encunetro para los catalanes que deseen juntarse con sus paisanos o para aquellos canarios y canarias que residieron en Cataluña o han unido sentimentalmente su vida a quienes nacieron allí. Es el perfil de quienes se dan cita en la sede del municipio de Adeje, aunque está abierta a todo el mundo. Hoy viven su jornada de reflexión antes de las elecciones de mañana, la política influye, pero de eso no se habla. 

Cataluña vive mañana una jornada electoral que a un par de miles de kilómetros de distancia se vive con diversos sentimientos, pero nunca con indiferencia. Los 35.000 catalanes registrados en la Isla reflexionan hoy, aunque muchos no votarán. Un centenar de ellos son socios del Casal Catalá de Tenerife, con sede de Adeje y un punto de encuentro. De los que nacieron allí y viven aquí, de quienes han hecho pareja sentimental en ambos lados o de isleños que residieron en aquellas tierras. Son perfiles de quienes allí acuden aunque “este es un centro abierto a todo el mundo”, según explica Alejandro Paños, hostelero y presidente desde hace unos meses.

La única condición para hacer este reportaje sobre la comunidad catalana, su organización e integración en la sociedad tinerfeña, fue no incluir la vertiente política. Está presente pero los últimos años ha abierto algunas heridas en la imagen exterior y en la convivencia que quieren reabrir.

Porque se trata de una comunidad que se reúne para casi todo. Con la gastronomía como marco en el caso de las calçotadas, butifarradas y castanyadas de los típicos panellets o la coca que se come en la fiesta de San Joan. Con la intención de asistir a actos culturales de alguna personalidad catalana de visita que ofrezca charlas o exposiciones. A través del canto de las Habaneras, una de las tradiciones de los pueblos bañados por el Mediterráneo. O para ver los partidos de fútbol. Del Barça, que recibe el apoyo mayoritario, pero también del RCD Espanyol o del CD Tenerife, que de todo hay.

Un día especial, por supuesto, es el 23 de abril, festividad de San Jordi. Paños lo resume: “Como marca la tradición, ellos les regalan flores a ellas y ellas libros a ellos. Además, algún año se han hecho actos conmemorativos en la plaza de Adeje”.

El Sur acoge a la mayoría de catalanes en la Isla, ya que, valora Paños, “la condición de emprendedores y comerciantes nos acompaña. Ha habido siempre residentes a lo largo de la historia, aunque fue en los años 90 del siglo pasado cuando llegaron muchos propietarios de negocios de restauración, hostelería o agencias de viaje y se instalaron allí. Otros eran personal cualificado como directores y gerentes de empresas catalanas que luego se quedaron”. En este sentido, Paños señala que “somos muy serios en los negocios, Respecto a tópicos no considero que lo tacaños sea cierto, pero tampoco derrochadores o despilfarradores”.

Casal Catalá se funda en 1989 por una veintena de catalanes que se reunían de manera informal en el restaurante de Felipe el Payés, en el Puerto de la Cruz. Paños menciona a los primeros socios: “Josep Tort, Bartomeu Torroellas, Isidra Dardiña y Joan Pina”. La sede actual en San Eugenio Alto es de un socio que la cede al colectivo. Tanto en aquellos orígenes como en la actualidad la intención y el objetivo es dar a conocer la cultura catalana. Sin más pretensiones. Además de fomentar la integración con la sociedad tinerfeña. Participan muchas parejas mixtas canario-catalanas, aunque Paños insiste en la filosofía de que “estamos abiertos a todos”.

En la junta directiva figura como vicepresidenta la profesora Natalia Agut que es ya una veterana en divulgar el idioma catalán. Valora que “hay demanda e interés, aunque la pandemia ha afectado negativamente en este sentido, como en casi todos”. Hay clases de catalán a todos los niveles educativos, en la Universidad de La Laguna y también en el ámbito privado con titulaciones avaladas por el Instituto Ramón Llull de Barcelona y el aval institucional de la Generalitat

Un guiño en este intento de radiografía social y colectiva es la referencia al caserío de Catalanes, en Anaga, que toma su nombre de los primeros pobladores. Produce “sorpresa” inicial, aunque los que llevan más tiempo aquí sí lo rememoran con cariño como algo para unir a ambos pueblos.

La pincelada sobre este trozo de Cataluña en Tenerife está culminada con la ayuda de los cientos de miembros de la comunidad que se han volcado en las redes sociales para responder a la iniciativa. Y con el orgullo de mostrar la mirada en la distancia hacia su tierra de nacimiento desde la que han elegido para vivir. Sin polìtica.