El restaurante de El Portillo cumplirá en breve un año cerrado y los dos únicos que siguen abiertos sufren la ausencia de los grupos de turistas, que eran los que hacían viable el negocio en una zona donde el agua se tiene que traer en camiones cubas y la electricidad proviene de motores de gasoil. Se mantienen en funcionamiento para sumar facturaciones mínimas que les ayuden a mantener los puestos de trabajo y pagar los gastos fijos. 

Mantener abierta una cafetería, un bar o un restaurante en los tiempos que corren es todo un reto. Una continua carrera de obstáculos, al ritmo de la pandemia del coronavirus y sus cambiantes restricciones, que roza lo imposible si ese negocio se ubica en pleno Parque Nacional del Teide: una zona alejada de todos los núcleos de población de Tenerife, sometida a un clima extremo, sin redes eléctricas ni de agua potable y especialmente castigada por la ausencia de turistas, que siempre han sido el motor económico de las pocas empresas de la isla que se atreven a trabajar a más de 2.000 metros de altitud.

Las restricciones por el Covid-19, que mantuvieron en pleno diciembre cerrados los interiores de estos restaurantes de montaña; el parón turístico, y los últimos cierres de los accesos a la cumbre por nevadas tienen a los restaurantes Bamby y Papillón en una situación límite. El restaurante-cafetería de El Portillo cumplirá en marzo un año cerrado. Los dos únicos restaurantes que siguen abiertos sufren cada día la ausencia de los turistas, que eran los que hacían viable el negocio en una zona donde el agua se tiene que traer en camiones cubas y la electricidad proviene de motores alimentados con gasoil. Sólo mantener los gastos en agua y combustible ponen las cuentas muy cuesta arriba. Ambos se mantienen en funcionamiento para sumar facturaciones mínimas que les ayuden a mantener los puestos de trabajo y pagar los cuantiosos gastos.

La cafetería de El Portillo y los dos restaurantes citados dan empleo directo a casi 60 personas, de las que alrededor de 40 están ahora con contratos suspendidos gracias a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), prorrogados hasta el próximo mes de mayo. Este salvavidas permite ganar tiempo, pero con la facturación actual simplemente pagar la Seguridad Social de sus plantillas supone un esfuerzo brutal. Cada cortado cuenta.

Rosi es la propietaria de los restaurantes El Portillo, cerrado desde el 14 de marzo de 2020, y Bamby, que se mantiene abierto “a duras penas”. El negocio “no sale adelante y la cosa sigue muy mal”, explica. Lo que más afecta es la ausencia de turistas: “La gente de aquí igual sube un día por la novelería de la nieve, pero no tienen la costumbre de pararse a comer aquí. Entre semana prácticamente no se ve a nadie, salvo algunos moteros. Y gracias a ellos”.

Sus dos restaurantes daban empleo a unas 30 personas. Ahora sólo mantiene en activo a cuatro personas. “Es todo lo que puedo hacer. Esto no da ni para cubrir los gastos”, reconoce Rosi, que vive el peor momento desde que se responsabilizó de ambos negocios familiares hace ya 14 años.

Tras el estado de alarma, el remate fue el paso de la isla a semáforo rojo, que se cerró el interior de todos los bares y restaurantes. Su negocio cuenta con enormes terrazas, pero el tiempo no ayuda, y menos aún en diciembre y enero, así que aquel cierre interior “fue como matarnos”.

“Se puede decir que estos restaurantes viven al 100% de los turistas”, reconoce Rosi, quien lamenta que la tímida recuperación del sector no haya llegado a notarse en el Parque Nacional del Teide. Echa en falta más ayudas y no sabe cuánto tiempo podrá aguantar su negocio en la situación actual: “No sé lo que vamos a durar, igual tenemos que cerrar de un momento a otro. La situación es muy pero que muy complicada”. Pese a todo, Rosi no tira la toalla: “Abrimos desde las nueve de la mañana, todos los días. Pero por aquí aparece muy poca gente. Se te cae el alma a los pies. Abrimos y si hacemos 50 euros pues son 50 euros que tenemos. Tenemos que seguir pagando sueldos, seguridad social, suministros...”.

Para sobrevivir necesitan que la clientela local les ayude. Lo suyo es un mensaje de socorro. Un SOS para activar un consumo solidario. Subir un día a almorzar a un restaurante de Las Cañadas puede salvar casi 60 empleos. Han bajado los precios y, en el caso del restaurante Bamby, ofrecen un menú con rancho canario, pollo en salmorejo, papas arrugadas, postre, pan, agua o vino a precio casi de guachinche: 12 euros por persona.

Agustín lleva el restaurante Papillón desde hace seis años y su situación es parecida a la del negocio vecino: “Tengo 15 trabajadores en ERTE y aún mantengo a 11 en activo. En esta empresa hay un 80% con contratos fijos y casi todo es gente joven de La Orotava”. 

“El canario sube a Las Cañadas y habitualmente se trae el bocadillo, así que como mucho se toman un cortado o un chocolate caliente. Sin embargo, nuestros precios ya no son tan altos y se parecen mucho a lo que encuentras en cualquier otro lugar. Un cortado lo tenemos a 1,50”, explica Agustín. El cliente local podría salvar a estos negocios de la ruina mientras llegan los ansiados turistas.

La falta de ayudas públicas es otro lastre para unos restaurantes que se han convertido en “los baños del Teide”. El caos de tráfico que causan las nevadas ha generado situaciones tensas y desagradables. “Es comprensible que la gente se ponga nerviosa después de estar horas en un atasco y que necesiten ir al baño, pero cada vez que tiras aquí de la cisterna sale un agua que hemos traído en una cuba que cuesta un dineral. Pedimos a la gente que consuma algo y muchas veces nos encontramos hasta con insultos”, lamenta Rosi.

Casi 40 trabajadores en ERTE

Los restaurantes El Portillo, Papillón y Bamby, en el Parque Nacional del Teide, daban empleo hasta marzo de 2020 a casi 60 personas. En la actualidad entre ambos suman casi 40 trabajadores en expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), con los contratos suspendidos al menos hasta mayo, pero con la obligación de seguir abonando sus cotizaciones a la Seguridad Social. Es mucho dinero en unos tiempos en los que las cajas son irrisorias: algunos cortados para los moteros, chocolates calientes, dulces y muy poco más. Un día entre semana, ambas terrazas permanecen tan vacías como los interiores.