La cafetería de un mirador de 400.000 euros cumple 19 años cerrada

El mirador de La Atalaya, en el municipio de El Tanque, ofrece unas de las mejores vistas del casco histórico de Garachico, el roque y la costa de la Isla Baja. Es un maravilloso balcón sobre el océano Atlántico, dotado con una fotogénica plataforma de madera que permite disfrutar de un entorno de gran belleza y valor etnográfico, pues se ubica en unos antiguos lavaderos. Se trata de un lugar de gran belleza, construido con buenos materiales y servicios, pero costó 400.000 euros de dinero público y cumple 19 años cerrado. Se gastaron casi 67 millones de las antiguas pesetas y la cafetería no ha servido ni un cortado en casi dos décadas.

Vista la inviabilidad del modelo de negocio planteado inicialmente, el alcalde de El Tanque, Román Martín, dijo en 2013 que los transformaría en el primer albergue rural municipal y que estaría listo antes de 2014. Se suponía que el Ayuntamiento había iniciado todos los trámites para cambiar el uso del inmueble de cafetería a albergue y acondicionar el acceso. Aquella idea se descartó muy pronto y sí se ha tratado de ejecutar en el mirador del Mazapé, en San Juan de la Rambla, que contaba con mejores condiciones para ese uso.

La última vez que alguien planteó la posibilidad de poner en servicio este mirador-cafetería fue en enero de 2017, hace ahora cuatro años. De nuevo el alcalde tanquero, Román Martín, anunció a bombo y platillo que este mirador abriría sus puertas “por primera vez después de 15 años de espera”. Entonces explicaba que la instalación contaba con “espacio para una cafetería, cocina, aseos, solárium y una plataforma que se prolonga sobre el vecino municipio de Garachico y ofrece unas vistas privilegiadas de la comarca de la Isla Baja”. Además, la instalación cuenta con una segunda terraza, donde se acumula agua por falta de drenaje; un montacargas para abastecer la cafetería, y unos lavaderos antiguos, recuperados en su momento, donde los vecinos del lugar acudían a lavar su ropa.

Este mirador es fruto del Plan de Dinamización Turística de la Isla Baja, impulsado por el Cabildo de Tenerife a principios del siglo XXI, periodo en el que se invirtieron los más de 400.000 euros que ha costado adecuar, y dejar cerrado, este mirador. También se mejoró un poco el acceso a las instalaciones y se dotaron de una cafetería que, según decía Martín, “ayudaría a impulsar el sector turístico local”. La idea inicial de acondicionar este rincón privilegiado de El Tanque es anterior, de 1995, cuando se comenzó por recuperar los antiguos lavaderos.

El alcalde tanquero, ahora inmerso en un segundo proceso judicial por prevaricación administrativa, lamentaba en 2017 que “ningún gobierno local anterior pusiera en servicio este equipamiento turístico ubicado cerca del casco histórico de El Tanque”. Martín era muy optimista hace cuatro años y anunciaba que “en las próximas semanas” se iniciaría el proceso de licitación de esta infraestructura municipal para “propiciar su apertura y el impulso turístico local”.

Concurso desierto

El Ayuntamiento tenía entonces previsto intervenir en las inmediaciones del complejo para “garantizar un acceso seguro y eficiente” para que este nuevo servicio permitiera “dinamizar y potenciar turísticamente el casco histórico”. Aquel concurso público quedó desierto y muy poco se ha invertido después en el entorno. La accesibilidad no está garantizada y la falta de aparcamiento es tan evidente que cuesta entender por qué se realizó esta inversión sin prever que la gente necesitaría un vehículo a motor para llegar a este rincón del noroeste tinerfeño.

Los tres grandes problemas de este espectacular mirador norteño son la lejanía, la accesibilidad y la falta de aparcamiento. Para llegar a La Atalaya desde Garachico es necesario conducir durante casi nueve kilómetros por la sinuosa y deteriorada carretera TF-421, la subida de Las Cruces, o dar un gran rodeo de casi 13 kilómetros por Icod de los Vinos, San Juan del Reparo y El Tanque. Al llegar a la calle La Atalaya, que es estrecha y sin salida, no hay ni una plaza de aparcamiento reservada para acudir al mirador, que sólo es accesible a pie tras bajar unos 150 metros por un camino empedrado y empinado no apto para sillas de ruedas, carritos de bebé ni personas con movilidad reducida.

Cuesta ver alguna posibilidad de negocio en una cafetería tan alejada, sin aparcamiento, sin accesibilidad para carga y descarga de mercancías y con unas barreras arquitectónicas insalvables para muchos colectivos. El proyecto así concebido estaba abocado al fracaso, pero se invirtieron 400.000 euros de dinero público.

El Tanque sabe bien lo que es invertir en miradores y fracasar en el intento. Ocurrió en el mirador y restaurante escuela de Lomo Molino, que costó 618.000 euros en el año 1997 y permaneció durante años cerrado y abandonado. Pese a todos los esfuerzos realizados y su posterior recuperación, no logró convertirse nunca en el gran reclamo turístico de El Tanque. En la actualidad, el mirador de Lomo Molino sí está en funcionamiento.