Numerosos residentes en Tenerife, y algunos visitantes, tienen por tradición subir al Parque Nacional del Teide para empezar cada nuevo año en contacto con la naturaleza y con el aire más puro de la isla. La pandemia del coronavirus y las restricciones vigentes en Tenerife no impidieron que, un año más, los escasos aparcamientos disponibles en Las Cañadas se llenaran de coches y motos de personas que acudieron a la cumbre para disfrutar de un paseo, un rato de deporte, un picnic o un tentempié en el Restaurante Bamby o en la cafetería del Parador de Las Cañadas, que despidió 2020 con una ocupación del 100% de las habitaciones disponibles.

El Teleférico del Teide, que empezó la jornada con menos actividad de la habitual, terminó sin pases disponibles para subir hasta La Rambleta, a 3.555 metros de altitud. Se cerró a las 15:00 horas, después de mover a entre 300 y 400 personas hasta la cima de España. Pedro y Antonio Carballo explicaban que el cupo de subida se llenó, “pero la gente empezó a llegar más tarde de lo habitual”.

Los moteros se quedaron sin su parada obligada en el restaurante El Portillo, que ayer permanecía cerrado, pero muchos disfrutaron de la conducción por la carretera más bonita de la Isla. Desde Icod de los Vinos, Tacoronte y Tegueste llegaron las moteras Ifara, Virginia y Patricia, que desde hace varios años suben al Teide cada 1 de enero “cuando ya ha salido el sol y la carretera está sequita”. En este 2021 notaron algo más de tráfico de lo que suele ser habitual en esta fecha tan señalada.

Roque y su pareja vinieron desde Santa Cruz de Tenerife, “como todos los años”, para visitar el entorno de El Portillo y el Parador, “y volver por el Sur o por La Esperanza, según nos apetezca”. En su caso eligieron hace tiempo esta alternativa diferente y saludable “porque ya no trasnochamos como antes”.

Entre los visitantes, y fuera de servicio, estaba el edil de Seguridad de La Orotava, Narciso Pérez, quien también tiene por costumbre desde hace seis años tomarse “el primer café del año” y disfrutar de una caminata en Las Cañadas. “No soy muy novelero para partir el año y por eso subimos temprano para disfrutar de nuestro café aquí. Lo trajimos en el termo de casa. Es una forma diferente de comenzar el año: disfrutas del aire puro y del paisaje, te relajas y coges fuerzas para empezar de nuevo”.

El subjefe de Protección Civil de La Orotava, Enoc Abrante, es otro habitual de Las Cañadas en este día, en el que sí ha notado “el bajón del turismo”. Sin embargo, subraya que cada vez se ve a más gente de la isla que “sube a las alturas para recibir el nuevo año de una forma más tranquila”.

En la cola para acceder al restaurante Bamby, con el aforo muy limitado por el Covid-19, la familia de Adela Pinto retomaba ayer la tradición de la que antaño disfrutó junto a su marido. Rosi, del restaurante Bamby, no paraba de trabajar en un día que “es muy fuerte, aunque este año no esperábamos tanto jaleo”. Una jornada que se vivirá como un oasis en el desierto que imponen las limitaciones que les impiden, por ejemplo, abrir el comedor interior, que tiene capacidad para 400 personas y ayer estaba completamente vacío.