De catequista a monja

La actual superiora de las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl que prestan su servicio en el comedor social de La Noria, Sor María del Carmen Hernández, natural de La Orotava, recuerda que prestaba su labor como catequista en la parroquia de San Juan, en Villa Arriba, cuando surgió su vocación. Tenía 25 años. A la iglesia mandaron a una religiosa de la Caridad que desarrollaba su labor en el colegio La Milagrosa, en el referido municipio norteño, y fue precisamente quien la animó a despertar su vocación. Sor María del Carmen admite que su principal preocupación evangelizadora ha sido llevar al Señor de los demás, en especial a los niños. De la mano de la religiosa, que acudía a su parroquia a animar la liturgia, Sor María del Carmen decidió seguir sus pasos, y ya han transcurrido 33 años de su toma de hábitos, tantos, curiosamente, como el tiempo que hace que se abrió el comedor social en el que ella presta su labor, junto a otras cuatro religiosas, en favor de los más desfavorecidos de Santa Cruz.

En el comedor social Virgen de la Milagrosa, en la calle de La Noria, no se dan tregua. Tras una llamada telefónica previa, concertamos cita con la superiora de la comunidad de las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl que regentan este servicio desde hace 33 años. Al frente, sor María del Carmen Hernández, una orotavense que después de casi veinticinco años de servicio en diferentes destinos de Las Palmas de Gran Canaria, fue destinada hace nueve al centro de la céntrica calle chicharrera. Nos atiende en tenis y con mascarilla, en la oficina de la trabajadora social para guardar la intimidad de los usuarios, mientras se atienden algunas donaciones de anónimos, o trabajadores de diferentes empresas –ayer, por ejemplo, la del personal del Puerto–, que realizan sus aportaciones. Es Navidad y se nota en el antiguo comedor, hoy habilitado como almacén para clasificar alimentos.

Desde el confinamiento del 13 de marzo, el comedor estuvo abierto con muchas limitaciones a penas cinco días hasta que se vieron obligadas a cerrar el salón, pero inventaron dar un picnic.

Ante la entrada en vigor del confinamiento, el Ayuntamiento de Santa Cruz, así como el de La Laguna, y también en el Norte y el Sur, pusieron en marcha cuatro albergues en pabellones deportivos, lo que se tradujo en una reducción en el número de usuario. A penas unas sesenta personas siguieron tocando a la puerta del comedor social... un número que en los últimos meses, cuando se suprimieron los albergues, se duplicaron. “Por aquí hemos visto pasar a gente universitaria, como periodistas, médicos, fisioterapeutas, maestros... Ha cambiado el perfil o, mejor, se ha ampliada la franja de la sociedad en la que incide el riesgo de exclusión social, pues muchas personas que se han visto en ERTE en sus trabajos no han podido afrontar los gastos de la vivienda –como el agua, la luz...– y encima el alquiler o la hipoteca– y han venido a pedir ayuda”.

Sor María del Carmen prefiere ser optimista y ver la parte positiva de la crisis social y económica que va en aumento. “Tenemos una sociedad muy comprometida y concienciada, muy sensibilizada ante esta situación y dispuesta a prestar ayuda”. Esa es la garantía del éxito de un comedor que abre a diario, salvo domingos y festivos, sin saber qué se va a encontrar. Una cosa tienen claro estas religiosas: hacer cumplir su razón de ser, ayudar al desvalido.

Desde que irrumpió el Covid, las cosas han cambiado en el comedor. No sólo no se abre el comedor social, sino que no se recoge ropa de segunda mano; solo si es nueva, para evitar posibles contagios. Junto a las cinco monjas de San Vicente Paúl, desarrollan su labor profesional media docena de trabajadores que se encargan de la cocina, la limpieza y tener todo a punto para los más necesitados. En medio de la conversación, el vigilante interrumpe para advertir que uno de los usuarios se cortó mientras se afeitaba.

La Milagrosa es más que un comedor. Desde las ocho de la mañana está abierto para que los usuarios puedan ducharse. También ahí se han aplicado las medidas de seguridad. De las tres instalaciones para el baño se han dejado dos para garantizar el pretendido distanciamiento social que imponen las autoridades sanitarias. El baño está disponible de ocho a doce los lunes, miércoles y viernes, mientras que a diario, a partir del mediodía, se entregan los picnics. “Habitualmente se entrega un tuper aumentado de comida caliente más el bocadillo, pan, fruta, zumo, agua..”. “Esta Navidad hemos preparado una comida festiva: hoy será bacalao con papas arrugadas, más un bocadillo, fruta, refresco o sidra y algunos turrones”.

También miman la promoción de la persona, con la puesta en marcha de un economato para familias con menos recurso que pueden comprar al 25% del coste, o mantiene un coro que ensaya bajo el campanario de La Concepción y que cantará a las puertas del comedor el martes 29... Casi el argumento de una película de las que se emiten ahora por Navidad.