A las 18:35 horas de ayer, el alcalde de la capital tinerfeña, José Manuel Bermúdez, activó el mecanismo que activó el espectáculo de luz y sonido en el que desde anoche, y todos los días desde las 18:30 y durante cuatro horas hasta el 14 de febrero, transforman el Palmetum en un parque encantado, donde la técnica multiplica, o al menos reinventa, la belleza natural de este jardín botánico en el que desde 2014 se convirtió el antiguo vertedero del Lazareto.

Como si fuera una profecía del propio César Manrique, mentor del vecino parque marítimo, la empresa Letsgo pone al servicio de la naturaleza efectos lumínicos que parecen dar vida a las más de cuatrocientas palmeras de especies diferentes que integran este jardín botánico que ideó para Santa Cruz el ingeniero Manuel Caballero, como recordó el regidor municipal. Muchas de las plantas que hoy se muestran en el Palmetum llegaron en maletas que se transportaron desde América, recordaba anoche el director artístico Iñaki Domínguez, que contagia sensaciones en Naturaleza Encendida, como se denomina el espectáculo que se puede visitar hasta mañana con un descuento de hasta el 50 por ciento de las entradas.

La acción transcurre en un circuito de poco más de dos kilómetros que arranca entre palabras sugerentes, con la sutileza del artística de deja el trazo para que el visitante sea el verdadero protagonista y culmine la oración, haciéndose su composición de lugar.

¿Qué frase sería capaz de construir con palabras como planeta, action, futuro? Iñaki Domínguez es el autor de esta historia de amor que se teje en el museo de las palmeras de Tenerife, con un amplio equipo de diseñadores y constructores de efectos especiales de luz, capaces de escribir con colores en el aire, como demuestran Felype de Lima, responsable de la dirección creativa, y Carlos Torrijos, responsable del diseño de iluminación. Iñaki Domínguez, referente de los musicales que han visitado años atrás el Auditorio, ahora evidencia su dominio de las sensaciones al aire libre, con la complicidad de la empresa Encaro Factory, en la que caminan de la mano la sensibilidad por los espectáculos de calidad y con buen gusto que distinguen los trabajos de Enrique Camacho y Paco Sotelo, de Pantalla Canaria. A ellos se debe que el espectáculo Naturaleza Encendida que desde ayer se muestra en el Palmetum esté en Tenerife y sea uno de los dos de estas características que se pueden disfrutar en España, el otro, de corte similar, se localiza en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Recital de técnica vegetal

El paseo arranca junto al Unicornio que acompañó a la empresa Letsgo en su estreno con el espectáculo en Madrid el año pasado, un elemento que incorporan casi como talismán, y que ya en el día del estreno parece que les acompaña: 1.500 visitantes pasaron ayer y 15.000 entradas ya están vendidas, lo que se traduce en que está todo vendido hasta el día después de Navidad.

El recorrido tiene una duración estimada de 45 o 60 minutos, aunque en realidad todo depende de la batería del móvil y la capacidad de la tarjeta de memoria para almacenar fotografías. Así, cada quince minutos acceden grupos de cien personas –con las medidas de seguridad sanitarias correspondientes–. Solo el paseo inicial, que discurre por los Miradores del Pacífico –made in Palmetum– merece el pago de la entrada. Una invitación a deleitarse en el nuevo Santa Cruz, en la milla de oro que se ganó por el PGO de 1992 al Polígono Cepsa-Disa. Precisamente el vestigio que se augura en el futuro de la Refinería encendida parece un plotter de lujo para deleitarse en Santa Cruz. Y todavía no ha comenzado el espectáculo Naturaleza Encendida, por obra y técnica de Letsgo. Simple belleza natural.

El espectáculo despega con la primera de las propuestas: el mundo aéreo, donde los cucús parecen alongarse desde sus casetas a las palmeras del recinto. La banda sonora compuesta para el espectáculo del Palmetum por Víctor Tomé permite al visitante que se sienta vigilado por los “cucús”, a la par que sorprendido en la penumbra por una gigante libélula, la primera de las diecisiete figuras para el deleite del público.

2,3 kilómetros para contagiarse de sensaciones en un musical vegetal

Los diseñadores de Naturaleza Encendida, cuando pensaron en el mundo aéreo, tenían clara su apuesta por los insectos, bajo la premisa de sacar brillo al entorno y a gran escala. Y hasta lanzan un mensaje de amor explícito a través de una cigüeña, portadora de vida, que se hace sitio entre la vegetación a modo de invitación a reflexionar en favor de la naturaleza y en medio de ella. Nace la vida en un huevo que tiene por peana unos tubos de luz, mientras planean luciérnagas diseñadas por y para Santa Cruz.

Del mundo aéreo, al vértigo acuático. Unos peces luminosos –chernes, para unos; meros, para otros, pero nunca carpas– levitan sobre el visitante y ayuda a sumergirse en el fondo del mar del Palmetum, donde el hombre deja su mano, representada por una botella gigante abandonada.

Cuando el célebre César Fernández-Trujillo dijo que la plaza del Príncipe o la de Toros era el marco incomparable... era porque no conoció la Naturaleza Encendida del Palmetum. Entre cascadas de agua, y bajando a la cota cero del jardín botánico de Santa Cruz bajo medusas que pululan en el vacío hasta que... de frente, un láser proyecta una ola de sensaciones que casi puede tocar el visitante por el pasillo que acotan unos nenúfares, naturales.

Y del fondo del mar, al mundo terrestre, donde el hombre, o la mujer, pasean entre hormigas –de luz– que trepan por palmeras caribeñas, como las que se pueden ver en Hawai, entre luciérnagas que tapizan el Palmetum y, de frente, otro láser que genera un túnel infinito que adentra al visitante en un bosque de palmeras de tallo de luz, donde el fuego reivindica su protagonismo entre una gigante amantis religiosa, o un escarabajo de luz que permanece escondido entre la vegetación al igual que un saltamonte.

Es la tierra. El pulso entre el fuego y la magia El regreso de un viaje onírico por la Naturaleza Encendida a la realidad. Antes de finalizar el paseo, la empresa productora del espectáculo, Letsgo, quiere rendir su propio homenaje al Palmetum, con una exhibición de luz que parece estirar hasta el cielo las especies vegetales entre el zig zag de luces multicolores que desde el otro lado de la plaza observa otra pieza singular una demostración de que técnica y naturaleza caminan de la mano, como cohabitan una figura de luz con patos reales.

Y como colofón, una invitación a reflexionar. Los ojos de la propia naturaleza se hacen sitio entre la penumbra, como advirtiendo al visitante para que la cuide.