Damián Iguacen Borau, obispo emérito de Tenerife, falleció ayer a los 104 años de edad en el Hogar Saturnino López Nova, en Huesca, una residencia donde era atendido por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Su estado “se había deteriorado durante los últimos meses”, según informaron este martes desde el Obispado tinerfeño, y añadieron que a finales de julio fue visitado por última vez por el prelado nivariense, Bernardo Álvarez. Medios especializados, como Religión Digital o la Agencia SIC, publicaron tras su muerta que era el obispo más longevo del mundo. Sus exequias tendrán lugar mañana, a las 11:00 horas, en la Catedral de Huesca, apuntaron desde la Diócesis.

Iguacen nació en el pueblo aragonés de Fuencalderas (Zaragoza) y cursó estudios en el Seminario Conciliar de la Santa Cruz de Huesca. El 7 de junio de 1941 fue ordenado sacerdote, el 11 de octubre de 1970 fue consagrado Obispo en la Catedral de Barbastro y el 14 de agosto de 1984 se convirtió en el máximo responsable de la Diócesis de Tenerife. Su andadura se prolongó hasta el 12 de junio de 1991, cuando el Vaticano aceptó su renuncia y pasó a emérito.

“El actual obispo nivariense, tras conocer la noticia, expresó su hondo pesar por el fallecimiento de un gran pastor que vivió entre nosotros, como rezaba su lema episcopal, como el último de todos y el servidor de todos”, recoge la nota de prensa del Obispado de Tenerife. En la CEE fue miembro de la Comisión Episcopal de Liturgia de 1972 a 1981 y de 1984 a 1993, presidió la Comisión de Patrimonio Cultural.

El obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, junto a Damián Iguacen | | E.D.

Además, en el trienio de 1975-1978 formó parte de la Comisión para la Vida Religiosa. De nuevo fue miembro de ella de 1981 a 1984. Iguacen también publicó diversos estudios y libros sobre el patrimonio histórico y sobre advocaciones marianas. “A su edad, era probablemente el obispo más longevo de la Iglesia Católica. Ante un nuevo cumpleaños siempre respondía igual: ‘Es una gracia de Dios que no sé cómo agradecérsela más que poniéndome enteramente a su servicio”, expusieron desde la Diócesis.

“Los recuerdos pervivían en la mente de monseñor Iguacen con una nitidez asombrosa. Era capaz de rememorar su vida deteniéndose en los detalles y conectando sus experiencias siempre a la luz de Cristo. Su ordenación como sacerdote era, sin lugar a dudas, uno de estos recuerdos grabados a fuego. ‘Después de mi bautismo, considero que ha sido el día más grande de mi vida. Que el Señor se fije en uno para ser ministro de su Evangelio te confiere otra entidad. Es algo muy grande’, recoge la semblanza remitida desde el Obispado de Tenerife.

Las exequias del centenario sacerdote se oficiará este jueves en la Catedral de Huesca

El prelado emérito escribió varios comentarios sobre advocaciones marianas. Algunos de ellos fueron reeditados debido a la “gran aceptación que tenía”. Así ocurrió, por ejemplo, con dos pequeños comentarios sobre las advocaciones marianas de Santa María del Buen Humor y Nuestra Señora del Silencio. “En ellos, el obispo emérito de la Diócesis Nivariense, hacía hincapié, por un lado, en la importancia que tiene para el cristiano afrontar la vida sin acritud y, por otro lado, la necesidad de hacer silencio para encontrarse con uno mismo y con Dios”, expusieron.

Damián Iguacen, en una entrevista que realizó Juan Luis Calero y difundió el Departamento de Comunicación diocesano con motivo de la celebración del bicentenario de la diócesis, rememoró su paso por La Laguna. “Recuerdo con mucho cariño y mucho afecto esa época”, dijo. “No me ha quedado ningún detalle malo o negativo de aquella etapa. Tenía claro mi objetivo: aquí estoy para darme a los demás; si enfermo, pues enfermo, y si muero, pues muero… pero siempre dándome, por eso señalaba a los diocesanos”, indicó en aquella conversación, según trabajo a la memoria ayer el Obispado de Tenerife. Desde esta institución se refirieron a él como un pastor que ha dejado una honda huella tras su paso por estas canarias occidentales”.