La idea de compartir coche para visitar La Orotava y su recuerdo-homenaje al pintor Antonio Otazzo tuvimos que descartarla. En este año de pandemia, la frase Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo devuelve toda la razón al sabio Ortega y Gasset.

Después de almorzar algo en la orilla portuense, dio tiempo para un paseo sin los turistas necesarios para la recuperación económica y volver a repensar las posibilidades de un mayor turismo cultural en el Valle de Taoro. Uno no se quita de la cabeza cómo el Puerto de la Cruz no tiene todavía un museo para figuras históricas nacionales como los hermanos Iriarte y otro museo para el ingeniero internacional don Agustín.

Mientras subía al casco orotavense, sabía que no iba a pasar igual con el pintor Antonio Otazzo. Tras conocerse su muerte violenta en Venezuela, este mes de julio pasado, parte de su obra y su memoria ya estaban protegidas antes. Una asociación con su nombre había aprobado el proyecto de hacerle un museo en su ciudad natal, y una expedición a Venezuela en 2016, en la que iba su propio nieto Luis Perera González, pudo traer a la isla un conjunto de pintura, escultura, manuscritos y objetos personales, que el propio Antonio quiso donar a ese proyecto. El antes mencionado recuerdo-homenaje de La Orotava se le hizo a finales de julio en el Parque Cultural Doña Chana, con un libro de condolencias y una pequeña muestra de algunas obras suyas, que confirman una intuición compartida: que es uno de los artistas contemporáneos más importantes de la neofiguración, desde la segunda mitad del siglo XX.

Venezuela y México ocuparon la mayor parte de sus años productivos, además de varias exposiciones en países como Suiza, Alemania, Bélgica y Norteamérica. Una muestra de su pintura mural sigue sorprendiendo a los clientes del Hotel Alhambra, en su ciudad natal de La Orotava. El apellido Otazo tan poco frecuente lleva varios siglos en la isla, desde que Juan Antonio Botazo vino de Génova, se avecindó en Tenerife y casó en 1520 con Teresa de Casas. Esa familia ligur también dejó en La Palma un lugar en Breña Alta con ese nombre, Botazo. Los antecedentes Botazo de Antonio se localizan durante muchas generaciones en la zona de Candelaria y cercanías. Su abuelo Aarón Luis Otazo Marrero, notario y músico, había nacido en Arafo y casó en La Orotava con Matilde Robles Contreras, de quien nació Juan Otazo Robles que tuvo con Erenia Padrón Campos, a nuestro protagonista Antonio (La Orotava, 1929, Cagua, Venezuela, 2020).

Antonio (según propio testimonio) escapó para Venezuela en 1954, dejando atrás a su familia, además de un hijo de cuatro años (sin su apellido en el Libro de Bautismos, otro dogma social en aquellos tiempos tan desiguales€). Había estudiado en la isla algo de música y dibujo. Después de 26 años fuera regresó algunas veces, y pudo verse con su hijo Luis Perera Luis (criado por su madre doña Luisa Anastasia Perera Luis), hijo que es también hoy un pintor reconocido dentro y fuera de la isla, con exposiciones en la Península y Europa. En una de sus últimas visitas a la Villa, Antonio pintó junto a Luis un Cristo crucificado que donaron a la Parroquia de la Concepción con sus dos firmas: Perera, Otazzo. Lo que aquellos años lejanos no pudieron unir, lo ha hecho el arte para siempre, con una obra tan simbólica para la Humanidad.

Si el Valle de Taoro y su naturaleza privilegiada ensancha el espíritu, un museo nuevo en la Villa, con parte de la obra artística de Antonio Otazzo Padrón, le podría sumar un mayor disfrute estético y admiración cultural.