Agosto no suele ser mes de vendimia en la comarca de Tacoronte-Acentejo. La mayor parte de las fincas cosechan la uva a partir de septiembre, cuando la fruta cumple con todos los parámetros para ser recogida. Sin embargo, el año 2020 se ha propuesto ser atípico en todas sus facetas, también en la vendimia de esta zona de la Isla, que se ha adelantado casi un mes debido a las altas temperaturas alcanzadas en la primavera y el verano. Los viticultores de la comarca están inmersos en la cosecha de este producto a través del que se obtendrán los vinos de las diferentes bodegas de la zona, que adelantan este año tendrán una calidad "magnífica".

La gerente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Tacoronte-Acentejo, Mari Paz Gil, señala que este año el 15 de agosto ya se habían recogido 200.000 kilos de uva, ya que de manera generalizada el pistoletazo de salida de la cosecha se dio el pasado 10 de agosto. "Estamos viendo que este año será un diferente, porque a finales de septiembre ya se habrá terminado de vendimiar", explica. Una situación que han favorecido "el calor de este verano", pero también la lluvia y el frío en el invierno, algo que ha hecho que el ciclo vegetativo de la viña se haya adelantado.

José Sosa es dueño de una finca de 15.000 metros cuadrados en La Victoria de Acentejo, de la que espera obtener este año 6.000 kilos de las variedades de listán negro y listán blanco, una cosecha que es un 20% superior a la que se recogió el año pasado, una situación generalizada en la comarca. A diferencia de años anteriores, a principios de septiembre espera tener ya toda la uva recogida y trasladada a Bodegas Insulares, entidad de la que es presidente, y a la que destina toda su cosecha. "Este año se presenta bastante mejor que el año pasado, cuando se recogió la mitad que el anterior", valora, por lo que esta temporada la cosecha estará dentro de la media para esta zona de la Isla.

En Arrayanero

La vendimia en su finca, ubicada en la zona del Arrayanero de este municipio, se extiende durante varias jornadas, en las que Sosa debe contratar a trabajadores para sacar adelante toda la faena. "Sobre todo contrato a mujeres amas de casa que aprovechan estos días para sacar un dinerillo", comenta. Todos los años repiten, por lo que "no tienes que explicarle la técnica, porque ya saben que lo que está malo o podrido tiene que ir al suelo".

Las medidas de seguridad para prevenir los contagios de la Covid-19 apenas han alterado el trabajo que se desarrolla en la finca los días de vendimia. Además de la obligatoriedad de llevar mascarilla, -que se hace difícil a medida que avanza el día y aprieta el calor-, las trabajadoras deben mantener la distancia de seguridad. "He buscado grupos no mayores de diez personas, que deben dejar una fila de separación mientras trabajan para que no haya complicaciones, pero a parte de esto no ha cambiado nada", explica.

El trabajo arranca nada más sale el sol y se extiende durante toda la mañana. Los racimos se cortan con unas tijeras de poda y se retiran aquellas partes que estén dañadas. Después se colocan en cajas de unos 20 kilos cada una, donde se trasladan los racimos.

Sosa cuenta con la ayuda de su hijo Alexis, ingeniero agrícola, para llevar al día el trabajo de la finca, aunque reconoce que cuando es necesario contrata por días a algunos trabajadores para desarrollar algunas tareas, porque "a mis 72 años ya no puedo con todo". El propietario defiende que tiene suerte de que sus hijos quieran continuar con la actividad, ya que la falta de relevo generacional es uno de los grandes problemas del sector primario y una de las causas del abandono de terrenos, algo que cada vez es más habitual en la zona.

El agricultor advierte que se trata de una actividad a la que hay que dedicar bastante inversión y constata que "para mi ahora mismo no es rentable", pero no abandona porque "tengo que dejarles algo a mis hijos". Sosa reconoce que el trabajo es "muy sacrificado" y que en muchos momentos tiraría la toalla, pero no lo hace porque "es una tradición que ya hacían misma padres y si no continuamos desaparecerá". Su hijo Alexis batalla con él para poder sacar la finca adelante y mantener la actividad que ha vivido desde niño. Cuenta que hace años hacían su propio vino, unos 40.000 litros cada año "y se vendía todo", pero ahora las cosas han cambiado porque "hay muchos en el mercado y más competencia", por lo que optan por vender la uva.

El cambio lo achaca a la transformación de algunos patrones de consumo, algo que ha hecho que muchos viticultores abandonen la actividad "porque no tienen recursos para seguir y no les sale rentable". Por eso, lamenta que en la comarca "existe mucho abandono de fincas" y él se afana en continuar porque no quiere que la de su padre se convierta en una de ellas.

Precios más baratos

En cuanto al precio de este año, Sosa apunta que es inferior al del año pasado, ya que la reducción de la cosecha en 2019 hizo que se pagara más cara. Sin embargo, este año afirma que la calidad de la uva es muy buena, por lo que "el vino de este año será bastante mejor". A pesar de la buena calidad de los caldos y la mayor cosecha, productores y bodegueros temen que pueda haber problemas con la comercialización de los nuevos vinos, ya que la paralización de la actividad como consecuencia de la crisis sanitaria puede afectar al sector.

Así lo indica la gerente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Tacoronte-Acentejo, Mari Paz Gil, quien explica que a diferencia de lo que les ocurre a la mayoría de las bodegas de la comarca, -que después de cosechas escasas durante los dos últimos años no cuentan con excedentes en sus almacenes-, en otras partes del país sí que existen muchas existencias. "La Península está llena de vino, incluso hay bodegas que no están recogiendo uva a los viticultores porque están llenas", lamenta. Una situación que provocará que en el mes de diciembre buena parte de ese excedente llegue a las Islas con ofertas muy agresivas con las que los productores tinerfeños no pueden competir. Por eso, señala que se deberá apelar "a la responsabilidad de todos para consumir productos canarios y de kilómetro cero", una reivindicación que ahora "se hace más necesaria que nunca", ya que la comercialización a través de los alojamientos turísticos y los establecimientos de restauración también se ha visto afectada por la crisis.

Incertidumbre en el sector

Una situación de incertidumbre que ha provocado que las bodegas sean muy cautelosas a la hora de comprar uva. "Adquirirán un 20% más que el año pasado", expone Gil, ya que no tienen existencias, pero no se arriesgarán a comprar más cantidad aunque haya una mayor cosecha, porque existen muchas dudas acerca de cómo será la comercialización del vino en los próximos meses. José Sosa expone que los consejeros reguladores de la Isla están tratando de buscar fórmulas para sacar el vino de las bodegas. Las mayores dificultades las tienen aquellas que habían orientado su comercialización al canal Horeca, centrado en hoteles y restaurantes, mientras que las que optaron por la venta en grandes superficies han capeado mejor la paralización económica.

Esta última es la situación de Bodegas Insulares, por lo que Sosa mantiene que comprarán "entre 500.000 y 600.000 kilos de uva" y confían en poder "venderlo todo a pesar de que la actividad económica esté ralentizada", ya que "la gente ha seguido consumiendo vino en casa y hay que seguir haciéndolo porque el vino mata al coronavirus", bromea.

La venta 'online'

Otra de las fórmulas de comercialización que comenzó a llevarse a cabo durante el confinamiento fue la venta online, una modalidad que Sosa cree que ha llegado para quedarse. "Va a continuar porque tenemos que adaptarnos a los nuevos métodos de venta". Este viticultor asegura que a pesar de que no se han alcanzado los números de años anteriores, la venta online ha ayudado al sector a no paralizar por completo la comercialización.

Sin embargo, la comercialización y la falta de relevo generacional no son los únicos problemas a los que se enfrenta la actividad vitivinícola en Tenerife. El cambio climático está provocando que muchos años la planta no encuentre las condiciones óptimas, lo que provoca una merma en las cosechas. Por eso, la gerente del Consejo Regulador pide para el próximo año "un invierno decente", en el que el frío y la lluvia se dejen notar, ya que de lo contrario el estrés de las viñas dejará notar una vez más en su producción.

Aunque no tenga todos los beneficios que aporta el agua de lluvia, el riego es una de las grandes alternativas para este tipo de cultivo. En el caso del municipio de La Victoria de Acentejo, donde se ubica la finca de José Sosa, su alcalde, Juan Antonio García Abreu, destaca que junto al Cabildo se están tratando de buscar fórmulas para obtener un mayor agua de riego. "Buscamos alternativas para la reutilización del agua residual, para poder elevarla hasta los cultivos y aliviar un poco la escasez, que irá a más", indica.

El regidor señala que la viña "es el principal cultivo del municipio", ya que está muy extendido en la localidad. "Quien no tiene una gran extensión de terreno, tiene un pedacito, porque nos gusta tener nuestro vino con el que invitar a amigos y familiares", explica.

Para García Abreu "La Victoria es conocida por nuestros vinos, guachinche y gastronomía", actividades que dependen del trabajo esencial de los agricultores de la zona, que no solo surten de excelentes productos, sino que también se convierten en "jardineros de la Isla", -como los denomina Mari Paz Gil-, para conformar un paisaje identificativo de toda la comarca.