El veterano soldado regresa a casa. Desde su vuelta, ¿cómo ha encontrado a Santa Cruz y sus gentes?

La verdad es que nunca perdí el contacto. El hecho de que mis padres vivieran aquí hacía que todos los veranos viniera a verlos, por lo que los distintos cambios que iba experimentando la ciudad los seguía año tras año. En cuanto a sus gentes, qué le voy a decir, el santacrucero es una persona acogedora, como el canario en general, y eso, afortunadamente, no ha cambiado a lo largo de los 38 años que he estado fuera.

Su pasión por la vida militar tiene mucho de genética, ¿verdad?

Más que de genética, diría que de herencia. En mi familia siempre ha existido tradición militar. Por línea paterna, mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre lo eran. Esto hace que desde niño vayas alimentando una cierta vocación que se consolida con el paso del tiempo. De hecho, mi hermano mayor es coronel y otro, guardia civil. Esta tradición también ha pasado a mis hijos: uno es teniente de la Guardia Civil y el otro, sargento del Ejército de Tierra.

Su padre era un gran seguidor del CD Tenerife. ¿A usted le gusta el fútbol?

La verdad es que no soy un gran aficionado, salvo cuando juega la selección española.

¿Qué significados encierra ser un novio de la muerte

En mi carrera militar he pasado casi dieciocho años en distintas unidades de la Legión. A los legionarios se nos conoce también como los novios de la muerte y esto es así, además de por la letra de la canción, por la gran cantidad de bajas que sufrieron durante la llamada Guerra de Marruecos, donde las unidades de la Legión y las de Regulares participaron en las acciones de combate más arriesgadas. Entiendo que ser novio de la muerte es un compromiso con tu patria, por el cual uno está dispuesto a dar su vida por ella si fuera necesario, ya sea en su defensa o allí donde los intereses que demandara España, en un momento dado, lo exigiera. De hecho, en alguna de las misiones internacionales ya se ha derramado sangre legionaria. En el credo legionario existe un espíritu que es el de la muerte y que dice así: "El morir en el combate es el mayor honor, no se muere más que una vez, la muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece, lo más horrible es vivir siendo un cobarde". Pero no debemos olvidar que los españoles, al cumplir con el acto de jurar bandera, nos comprometemos a dar la vida en defensa de España.

17 de julio de 2012. Siendo usted comandante dirigió el operativo que afianzó el islote de Perejil, invadido por Marruecos. Imagino que son episodios que no se olvidan y que marcan.

Para mí fue un honor que me designaran para dicha operación y que se contara con la Legión para ello. La misión no dejaba de entrañar cierto riesgo, aunque afortunadamente después no lo hubo, pero el orgullo de servir a tu país en un momento tan complicado como ese es algo que no podré olvidar nunca.

Y, precisamente, el 18 de julio cumplía años.

Efectivamente, al día siguiente de la llegada fue mi cumpleaños. En cierta ocasión me preguntaron si me habían hecho un regalo y contesté que el mejor regalo fue mi designación como jefe de los 75 legionarios que ocupamos y permanecimos en el islote y, sobre todo, el hecho de que regresáramos todos sanos y salvos.

¿Acaso han sido las 85 horas más largas de su vida?

Lo cierto es que el tiempo se nos pasó volando, sobre todo porque no paramos de fortificarnos desde el primer momento, es decir, de construir y mejorar constantemente los parapetos para protegernos en caso de ser atacados, porque en ello nos hubiera ido la vida, y también a observar la costa por si se producía algún tipo de concentración de fuerzas, así como por la actitud del buque de la Armada Real marroquí que durante todo el tiempo nos acompañó. Buque que no lo tuvo fácil, afortunadamente, gracias a la Armada Española que en todo momento le impidió acercarse y le dificultó cualquier acción que intentó, incluso en una ocasión interponiéndose físicamente, con gran peligro para ellos, en la trayectoria que seguía en dirección al islote. Tanto es así que los legionarios que allí estuvimos siempre nos sentiremos agradecidos a esos marinos españoles que, como dije antes, incluso pusieron en peligro sus vidas para ofrecernos seguridad.

Por cierto, en Tejina preparan una deliciosa carne de cabra asada con perejil...

Me imagino que eso lo dice por aquella cabra que una marroquí denunció que nos comimos y que era de su propiedad. La verdad es que la única cabra que vimos fue una que estaba troceada y cocinada en el campamento que tenían los marroquíes y que, por cierto, no tuvieron tiempo para disfrutar. Nosotros desembarcamos en el islote bien provistos con raciones de campaña para aguantar, al menos, durante tres días, si bien es cierto que a partir del segundo día nos traían en un helicóptero una comida caliente en termos. O sea, que somos inocentes respecto a la acusación sobre la desaparición de la famosa cabra.

¿Qué sintió al escuchar aquello de "Tato es un héroe"?

Ninguno de los que permanecimos en el islote nos consideramos héroes, entre otras cosas porque no tuvimos, afortunadamente, que demostrarlo al no entrar en combate, otra cosa es que estábamos dispuestos a ello si la situación lo hubiera exigido. Quienes sí realmente lo demostraron fueron nuestros compañeros del Mando de Operaciones Especiales, los conocidos como los boinas verdes o guerrilleros, que entraron los primeros en el islote y capturaron a los marroquíes sin pegar un solo tiro. Ellos sí lo tuvieron más complicado, pero su profesionalidad y preparación hicieron que la acción fuera un éxito, de hecho se les condecoró con la Cruz Roja del Mérito Militar con distintivo rojo, que lleva aparejado el valor reconocido.

Y ahora, en la retaguardia, un infante toma

La mayor parte de mi carrera en activo, desde teniente a coronel, ha transcurrido en Unidades de Infantería, podríamos decir que de combate. En mi nueva situación, la de reserva, vi una oportunidad de seguir ligado de una manera más activa al Ejército y opté por solicitar un destino en el Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias. Como dije en mi discurso de toma de posesión, he cambiado las armas por la pluma y la cultura. España también se la defiende difundiendo su legado y creando conciencia de Defensa y de esa manera es como ahora me toca servir a mi Patria.

¿Percibe que el Covid-19 es un enemigo emboscado, un enemigo distinto?

Lo es y lo peor de esta pandemia ha sido las vidas humanas que se han perdido, pero también las consecuencias económicas que va a acarrear. A nosotros como institución también nos ha afectado. Durante estos meses de confinamiento, el centro ha dejado de realizar sus actividades normales y se han suprimido no sólo las visitas, sino también exposiciones, conferencias y otras actividades programadas.

¿Ya ha trazado planes? ¿Cuáles son sus desafíos?

Espero que la nueva situación nos permita recuperar el tiempo perdido con el Covid-19 y a ello dedicaremos nuestro esfuerzo para continuar con nuestra oferta cultural, principalmente con las exposiciones, especialmente la prevista para septiembre con motivo del Centenario de creación de la Legión, y activando nuevamente la Cátedra General Gutiérrez que tenemos con la ULL.

¿Qué se siente al estar rodeado de tanta historia?

La gran responsabilidad que supone estar a la altura de mis antecesores y la importancia que debemos dar, todos los destinados en este centro, a difundir nuestra historia militar y contribuir a la labor educativa, facilitando a nuestros visitantes el acceso a ese legado que nos han dejado a través de nuestros fondos archivísticos, bibliográficos y museísticos.

¿Tiene la impresión de que entre esos muros se expone buena parte de la memoria de la ciudad?

Entre los fondos expuestos podemos encontrar distintos hechos relacionados con la ciudad, como el ataque de Nelson, o de Canarias en general, como son las primeras expediciones a las Islas.

¿Acaso hay episodios, más allá de la Gesta del 25 de julio, que deberían calar también en el imaginario popular?

Por supuesto que sí, como pueden ser los ataques rechazados a los almirantes ingleses Blake en 1657 y John Jennings en 1706, que junto con el de Nelson hacen que el escudo de la ciudad tenga tres cabezas negras de león. O, en fechas más próximas, la enorme e importante labor social que hizo el Mando Económico de Canarias, acometiendo obras de interés general que, además, permitieron amortiguar los efectos del paro, sirva de ejemplo la barriada del General García-Escámez, en Santa Cruz de Tenerife, y de Nuestra Señora del Carmen, en Las Palmas; obras religiosas, como la Iglesia de Frontera (Hierro), la de San José, S/C de Tenerife, o el Hogar-Escuela de María Auxiliadora y Escuelas Pías, en Tenerife; sanitarias, caso del edificio de la Cruz Roja en el Puerto de la Cruz, el de la Laguna o el de las Palmas; obras públicas como el muelle pesquero de San Andrés, la pista del Bailadero en Anaga o el Puente Serrador, en Santa Cruz; en Educaciuón, los terrenos adquiridos para la construcción de la Universidad de La Laguna o el Grupo Escolar en la Villa de Agaete, en Gran Canaria; hoteles como el de Santa Catalina, en Las Palmas, o el Mencey en Tenerife, el Mercado de Nuestra Señora de África, en Santa Cruz...

Aunque suene a contradicción, los militares siempre insisten en afirmar que son gente de paz.

No le quepa la menor duda de que es así. Nosotros nos preparamos para la guerra y por eso sabemos perfectamente las consecuencias que conlleva, especialmente en vidas humanas. Otra cosa es que, como militares que somos, estemos dispuestos a ofrecer nuestra propia vida, si fuera necesario, para defender nuestra nación o a nuestros conciudadanos, o bien ir a aquellas zonas donde existan conflictos bélicos y los intereses de España así lo requieran. Y no sólo lo sabemos porque nos preparamos, como dije antes, sino que también lo hemos pagado con la vida de nuestros compañeros, en alguna de las Misiones internacionales en las que hemos participado. Por ejemplo, es el caso de la muerte del teniente Muñoz Castellano, de la Legión, primer muerto en una operación internacional, cuando trasladaba medicamentos y plasma sanguíneo a un hospital en la ciudad de Mostar, en la antigua Yugoslavia, o la del sargento Argudín y la soldado Pineda por un ataque talibán en Afganistán, ambos pertenecientes al Regimiento Soria nº 9 con sede en la isla de Fuerteventura.