"A esta hora, aquí solo estaría mi padre". Son las dos y cuarto de la tarde en la azotea de la casa de Aníbal, donde ya la barbacoa está a pleno rendimiento y se canta el Viva San Roquito. Richard cuenta que un 16 de agosto "normal" llevaría horas con su carroza en plena romería en honor al santo patrón de Garachico, San Roque. En este 2020, el coronavirus Covid-19 impidió la celebración del acto popular más importante del municipio. Ayer el tipismo se redujo a algunos simbolismos.

El traslado de la imagen de San Roquito, como lo llaman los vecinos del lugar, desde su ermita hasta la parroquia de Santa Ana se produjo hace dos meses, "en un furgón y calladita la boca", cuenta Ángel, un garachiquense de pro. Casas engalanadas, cientos de varas o cañas con cintas de colores -el símbolo del peregrino- y "tanta gente como cualquier otro domingo, o un poco más" recordaban que era el día de San Roque y que Garachico estaba de fiesta.

La pandemia no pudo con alguna tradición. Al menos con la de un grupo de vecinos que recorrió el camino que separa el monte de la localidad isorana de Chío con la plaza de La Libertad, pasando por Chinyero, Trevejos y La Culata, entre otros lugares. Llegaron a tiempo de vivir el repique de campanas, tambores y chácaras al son del Tajaraste que comenzó a las 11:30, la hora (más o menos) en la que la imagen del patrón suele llegar a su destino.

"Este es un año raro, diferente, que nos pide cosas nuevas, distintas y con creatividad". Palabras del párroco Domingo González, quien agradeció "el comportamiento ciudadano" que ayer no solo respetó las recomendaciones y obligaciones sanitarias para evitar la propagación del coronavirus -el Ayuntamiento entregó a cada vecino una mascarilla-, sino que colaboró con la tradición realizando las ofrendas tradicionales -el símbolo del peregrino, el pan, fruta...-, pero en el templo. "Como el santo no se mueve este año, es la forma de rendirle culto, agradecerle y cumplir con él", explicó el cura. Ayer, como medida excepcional, también se oficiaron cinco misas en la iglesia de Santa Ana, debidamente programadas para cumplir con la medida preventiva de limpiar el templo y cumplir los protocolos.

La eucaristía principal (12:00 horas) la presidió el obispo Bernardo Álvarez, por primera vez. A la iglesia de Santa Ana solo accedieron 130 personas al estar el aforo reducido. Mientras, el folclore canario tomaba la glorieta de San Francisco y la miniferia gastronómica ofrecía productos de la tierra. En la plaza de La Libertad, los pequeños disfrutaban de su pequeño parque o transitaban con prudencia con su bicicleta al tiempo que vecinos y visitantes departían y disfrutaban de la cerveza, la tapa y el café a modo de tentempié. Balcones y azoteas permanecían vacías.

"Es una fiesta diferente porque la vivimos solo con la familia, pero no con toda la familia, porque somos muchos y no se puede estar juntos. Lo echamos de menos. Eso y compartir con los amigos". Esta reflexión de Nieves es compartida y sentida por otros garachiquenses que ayer, como es el caso de Leo, sintieron "felicidad por estar en mi pueblo celebrando a nuestro santo, el que une a todos los pueblos de Garachico". Este vecino de San Juan del Reparo o La Culata recuerda que acudir a la fiesta de San Roquito "es algo que vivimos desde pequeños. Nuestros padres nos traen este día desde el momento en que nacemos". Y ayer los garachiquenses dieron un ejemplo de civismo y su condición de pueblo acogedor. El tránsito peatonal pausado por sus calles, la mascarilla en su lugar y el roce de los codos para saludar en los encuentros inesperados "que se producen incluso en una ocasión tan extraña como esta".

La jornada amaneció con el buenos días anunciador del día grande de la fiesta de San Roque que, esta vez, sonó a través de la megafonía que sustituyó a la tradicional fanfarria. "Mucho turismo, sobre todo local, y siempre con mascarilla", destacó Andrés Hernández, el concejal de Fiestas. "La campaña de prevención que realizamos para vivir estas fiestas en las casas ha tenido resultado. Los vecinos han respondido muy bien y cumpliendo con el eslogan han vivido la fiesta desde dentro. Saben que es lo que toca".

En la azotea de la casa de Aníbal la carne en la barbacoa mientras Diego, Alejandro, Richard, Roque y Juan José cantan a San Roquito y el vino está preparado en la mesa. Al momento se escucha la protesta de Afur, el labrador retriever que controla la escena, al sonar algún que otro volador. La fiesta está empezando en cada hogar.

Las calles de Garachico por las que cada 16 de agosto transitan los romeros, el olor a carne, mojo y papas arrugadas acompañando a San Roque ayer vivieron la tranquilidad de cualquier domingo. Pero para los vecinos del municipio no era lo mismo. "Estamos con la lágrima en el ojo. Hoy es un día muy especial", insistía Andrés, el concejal. "Hoy estamos con el nudo en la garganta". Por la emotividad de la fiesta en honor al patrón del municipio y por la importancia de que "todo se desarrolle con normalidad, respetando las recomendaciones y sin aglomeraciones". San Roquito no faltó a la cita, a pesar del Covid-19.