En la Villa Mariana se respiraba ayer un ambiente agridulce. Por una parte, de desconsuelo, porque nunca llegaron los componentes de La Guanchería, ni los corredores del maratón de atletismo que parte todos los días 15 de agosto desde el Parque de La Granja, ni los ciclistas -al menos tan numerosos como en otras ediciones-... Por no haber, no hubo ni parada militar, solo un triste piquete a las puertas de la Basílica de Candelaria, junto a la Fuente de los Peregrinos, donde una trompeta tocó el himno nacional para recibir al representante del Rey con la cadencia del "Novio de la muerte". Fue la parte agria: las tradiciones con las que ha acabado este año el protocolo del Covid. La satisfacción del día de ayer: el poder de convocatoria, o mejor de desconvocatoria, de la alcaldesa de la Villa, Mari Brito, que acuñó la frase peregrinar con el corazón y acabó calando en los visitantes potenciales.

El día grande de las Fiestas de Agosto fue una convocatoria en familia... pero en familia política, porque precisamente los gestores públicos casi fueron mayoría tanto en la plaza, para acoger al representante de Su Majestad, como luego en el interior del templo. Se habilitaron 179 plazas, y sobraron decenas de ellas. Seguro que todos los caminos llevan a Candelaria, pero el Covid lo impidió.

Desde las ocho de la mañana, Agustín Expósito Papuchi salió a caminar por la calle de La Arena, desde la antigua carpintería que regentaban su padre y su tío. No se lo creía: "Esto está muerto". Fue la primera víspera del día de la Virgen de Candelaria que pudo descansar sin el tránsito de las parrandas o las miles de personas cruzando la calle de La Arena rumbo a la Basílica. Y como buen canario, cuando vienen en masa, uno se queja por la cantidad de personas; y cuando no vienen por el Covid, también se lamenta.

Un paseo horas antes del mediodía hacía temer una muchedumbre, por más que desde el Ayuntamiento de la Villa se había insistido en peregrinar con el corazón, la versión más convencional de la interpretación que sacó ayer a las redes Abubukaka, que personifican a la Virgen de Candelaria visitando los hogares...

Se podía caminar tan bien a primera hora, que Bruno Alberto Sabina no faltó al paseo matinal, con la preceptiva mascarilla; o hasta el operario de Urbaser se lo tomaba con calma en el coche mientras recorría la calle de La Arena, tal vez ante un paisaje insólito: 15 de agosto y ni medio centenar de personas a las ocho y media de la mañana por el corazón de la Villa.

Y no sería porque Candelaria no estaba preparada para una multitud, a pesar de su recomendación. La alcaldesa, Mari Brito, y su equipo de gobierno idearon un circuito que establecía la entrada a la Basílica desde la plaza de Teror, a trescientos metros del templo. Por ahí era el sendero urbano para ir al encuentro de la Basílica; ya en la plaza se habilitó un circuito similar a las vallas que se establecen a las puertas de los conciertos en forma de zig zag y, antes de llegar a la Fuente de los Peregrinos había que superar un penúltimo control dejando el DNI a uno de los efectivos contratados para vigilar y recordar los consejos a los visitantes. Y no era el último control porque, ya en el interior de la Basílica, la seguridad contratada y efectivos de Protección Civil velaban para que todo el mundo -o sea, los pocos cientos de personas que pasaron ayer por la Basílica- llevara la mascarilla y guardara la distancia de seguridad.

Una vez culminado el circuito en la Basílica, los vecinos y visitantes debían cruzar la plaza y salir rumbo a su casa o el coche por la calle de La Arena, lo que fue una experiencia piloto para poner orden de cara a futuras ediciones más porque ayer todos los peregrinos cabían en un par de guaguas.

Hasta las once, los peregrinos podían acercarse hasta los pies de la Virgen, como el caso de Adela, que todos los años acude desde Santa Cruz; esta edición la trajeron y pudo cumplir su promesa: agradecer el milagro de la vida. Justo a las 11:00 horas, se procedió a acordonar los bancos que estaban reservados para las autoridades; casi hizo falta un capítulo general de los dominicos para dilucidar cómo poner al representante del Rey y a las primeras autoridades civiles y militares.

De los primeros curas en llegar a la Villa, Domingo Navarro, no en balde fue a la postre el que abrió la procesión tras los ciriales y la cruz alzada. Una vez culminada la distribución de los bancos, se procedió a habilitar el espacio para recibir al representante del rey; se da la circunstancia de que esta designación recayó este año en Carlos Palacios Zaforteza, teniente general jefe del Mando de Canarias.

La llegada de las autoridades tuvo su aquello. No hubo parada militar sino un piquete que se colocó a los pies de las escaleras de la Fuente de los Peregrinos; en el lado más próximo a la propia fuente en sí, la Corporación local, y junto a la puerta de la Basílica, el delegado del Gobierno y las autoridades regionales e insulares.

Mari Brito no dio dispensa a los políticos, y obligó pasar a todos por el control de seguridad a la plaza; eso sí, no les pidieron en DNI. Entre ellos, el consejero regional Julio Pérez, o la vicepresidenta del Parlamento Rosa Dávila. Ya distribuidos en forma de "U" en la Fuente de los Peregrinos, este año se ofreció un trato preferencial a cuatro autoridades que llegaron hasta casi la puerta en coche oficial. El primero, el presidente del Cabildo, el socialista Pedro Martín, con el bastón de mando incluido y que saludó a viva voz a las cuarenta o cincuenta personas que estaban siguiendo el directo el agasajo; eran tan pocos, que podía haberse tomado un barraquito con cada uno si no fuera por la inmediatez en el inicio de la ceremonia religiosa. En el borde de la plaza de la Fuente de los Peregrinos lo saludó la alcaldesa y compañera de partido, con quien estaba el concejal de Fiestas, Manuel González, para acompañar a Pedro Martín a su sitio; le siguió el delegado del Gobierno en Canarias, Anselmo Pestana. Saludo de rigor de parte de la alcaldesa, flanqueada en esta oportunidad por Olivia Pérez, concejala de Servicios Sociales. Ocurrió lo mismo cuando llegó, también en coche oficial el también socialista Gustavo Matos, presidente del Parlamento, a quien el viento de Candelaria hizo ondear su cabellera. Junto a Mari Brito, Paco Pinto, concejal de Relaciones Institucionales y jefe de Protocolo vocacional, que también lo acomodó en la fila a Matos; y falta que le hizo porque al salir del vehículo puso rumbo a la puerta lateral del templo. El cuarto, el presidente socialista de Canarias Ángel Víctor Torres, que cuando salió del coche se encontró de frente con la ovación de las personas allí reunidas y que tras la acogida de la alcaldesa fue saludado también por el concejal de Obras y Servicios, Jorge Baute; Candelaria fue precisamente el primer acto oficial como mandatario regional y no faltó a la cita por segundo año consecutivo.

Por último, entre sirenas, dos escoltas de policía en moto y otro detrás, el representante de la Casa Real, el teniente general jefe del Mando de Canarias, Carlos Palacios Zaforteza, quien estuvo en todo momento acompañado por la anfitriona, Mari Brito.

El piquete militar rindió honores con un himno que sonó a réquiem. Y de la Fuente de los Peregrinos, a misa con el obispo. Tras ser acomodados, y sobrar sitios en el templo, llegó el prelado, que se deshizo en saludos a las autoridades en su procesión litúrgica rumbo al altar, para luego saludarlos uno a uno en su homilía.

Con una intervención magistral de la Coral Villa de Candelaria y la Orquesta de Cámara de Las Candelas, que parecieron bajar un trozo del cielo al coro de la Basílica, comenzó la función religiosa.

En la plática, el prelado nivariense se contagió del pregón musical que protagonizaron Los Sabandeños, a los que también dirigió unas palabras de reconocimiento, con desconsuelo tal vez por no haber encontrado entre los presentes al director del grupo, Elfidio Alonso. Al obispo le encantó que el pregón de las Fiestas de Agosto fuera musical. Lo dijo y lo demostró, porque cuando iba a acabar de explicar el evangelio -que dedicó a la Virgen María-, Bernardo Álvarez se vino arriba y en un guiño al coro y a la orquesta de cámara, como el programa radiofónico de canciones dedicadas, acabó con una homilía cantada al ritmo del Mientras recorres la vida. Continuaron llegando unos pocos de peregrinos, que entraban y salía, como Juan Estarriol, que vino caminando desde Candelaria para agradecer a la Virgen que acabó su carrera.

Cerca de la una y media finalizó la eucaristía, sin procesión de la Virgen. En ese momento, Candelaria pareció colgar el cartel de cerrado para evitar el Covid, mientras por la noche se emitió por la tele la ofrenda grabada de lo que pudo haber sido y no fue, un formato tipo Tenderete que presentó Alexis Hernández en la Fuente de los Peregrinos, con Los Sabandeños haciendo de parranda al grupo de baile de Los Campesinos, llegados de Lanzarote, en una exquisita recreación de época que tomó el pulso a los dos espectáculos que inventó la Concejalía de Cultura, con Víctor Añate en sus filas, el ingeniero del folclore.