El abogado e investigador Alfonso Soriano y Benítez de Lugo, que fue primer presidente de la Junta de Canarias, senador y diputado en el Congreso, entre otros cargos, es un firme defensor de la monarquía parlamentaria y de la figura de Juan Carlos de Borbón. Cuando el rey emérito era príncipe de Asturias, tenía apenas 20 años y ninguna autoridad de la Isla quiso acompañarlo en una visita que hizo a Tenerife durante su formación en la Armada, Soriano estuvo con él e hizo gestiones con sus amigos para que el futuro monarca no se sintiera solo. Ahora, en los peores momentos de la imagen pública de Juan Carlos, resalta el papel que ha jugado en la historia de España y en la consecución de la democracia.

¿Cómo valora la salida o huida de España de Juan Carlos I?

Como un episodio más en la campaña promovida por la extrema izquierda de Podemos e independentistas del País Vasco y Cataluña, que desean acabar con la Constitución de 1978, cuya cúspide fundamental es la Corona.

¿Cree que se trata de una medida adecuada ante las actuales acusaciones y para salvar a la monarquía? ¿O huye de la acción de la Justicia por haber ocultado a Hacienda una importante cantidad de dinero?

Lo primero que hay que decir es que don Juan Carlos no está condenado, ni procesado, ni investigado por delito alguno. Todo lo que hay está sacado de una conversación de una señora, entre comillas, (Corina Larsen) y un policía corrupto (el excomisario José Manuel Villarejo).

Nació en el exilio y se va al exilio con más de 80 años.

Estoy convencido de que no está en el exilio. Él conoció el exilio y, sobre todo, su padre, don Juan, en la etapa del franquismo. A don Juan Carlos no lo ha echado nadie; se ha ido voluntariamente. Los mismos que afirmaron que tenía que marcharse son los que ahora dicen que ha huido, cosa que no es cierta.

¿Cuándo lo conoció?

Lo conocí muy jovencito, en 1958, cuando vino a Tenerife y yo estaba en las milicias universitarias. Le acompañé, porque ninguna autoridad quiso hacerlo: ni el alcalde de Santa Cruz, ni el presidente del Cabildo, ni el capitán general ni el gobernador civil. Se escondieron todos. Lo llevé a un almuerzo en casa de mi tío, Juan Ruiz Benítez de Lugo, (en frente del actual Casino lagunero), desde donde presenció la Romería de San Benito.

¿Cómo era entonces el futuro monarca?

En aquel momento gobernaba Franco y el Príncipe de Asturias estaba muy vigilado y controlado. Al llegar a la ventana donde se hallaba el futuro monarca, la banda se paró e interpretó la Marcha Real (el himno español). Juan Carlos se puso firme, pero no paraba de repetir a los presentes: "Me están poniendo en un compromiso". Quería pasar desapercibido y tenía mucho miedo. Era un joven normal con el que se podía hablar de todo.

¿Por qué lo acompañó usted?

Alguien desde Estoril llamó a una persona en Madrid y esta última me avisó a mí, para decir que don Juan Carlos llegaba en una flotilla y temían que no lo recibiera nadie. Me preguntaron que si me podía hacer cargo. Y yo respondí que podía acompañarlo en la tarde del sábado y el domingo, porque el lunes debía regresar al cuartel. Pero avisé a unos amigos, que en los días siguientes lo llevaron por La Laguna, La Orotava o el campo de golf de Tacoronte, y hay fotos.

¿Cambió al ser Rey?

Le cambió el carácter por la responsabilidad que asumió. Don Juan Carlos heredó todos los poderes de Franco y renunció voluntariamente a ellos para traer un sistema democrático que ahora disfrutamos. Quienes más reconocieron ese gesto fueron los políticos de izquierda que vivieron la República y estuvieron casi 40 años exiliados, como el caso de dos senadores: el socialista José Prats (subsecretario de Justicia en la II República) y el liberal Justino Azcárate. Ambos me hablaron del fracaso de la República y del acierto de la monarquía parlamentaria. Juan Carlos llamó a Justino para que fuera senador real (en la etapa constituyente) y la respuesta fue: "pero, señor, ¡si yo soy republicano!" Y el rey le contestó: "precisamente por eso quiero nombrarle senador real". Las generaciones actuales no conocen la historia de España; por no conocer, no conocen ni la época de Franco. Los socialistas de la Transición, que dieron la cara y fueron perseguidos, son los mayores defensores de Juan Carlos.

Gobernantes socialistas actuales no piensan igual.

Les recomendaría que se leyeran el libro del historiador Juan Francisco Fuentes que analiza la relación de los socialistas con las monarquías desde 1879 hasta la actualidad. La conclusión más importante de esa obra es que a los socialistas nunca les fue tan bien como en el reinado de Juan Carlos I.

Felipe González ha defendido su figura.

Felipe González ha sido el único expresidente del Gobierno del Estado que ha defendido al rey en estos momentos. También están muy calladitos todos esos grandes empresarios de muchas campanillas que hicieron suculentos negocios gracias a la mediación de Juan Carlos, como el proyecto del AVE a la Meca, en Arabia Saudí, con la intervención del rey, que consiguió para España el mayor contrato en obras públicas de su reinado.

Precisamente, la sospecha de que recibió comisiones de 100 millones de euros por sus gestiones para la realización de ese macroproyecto ha contribuido a hundir su reputación.

Eso no está probado. El caso tiene muchas cosas extrañas, como que ese dinero se lo dio el rey de Arabia Saudí después de que a este se lo entregaran los empresarios beneficiarios del contrato. Quienes se lo tenían que haber dado, en todo caso, son los adjudicatarios. Se supone que lo primero que tendría que preguntar el juez a la tal Corina y a Villarejo será cómo se explica la entrega de esa supuesta comisión.

¿Le consta la debilidad del rey emérito por el dinero, como afirma Corina Larsen?

Por supuesto que no; en absoluto. Y de lo que diga esa señora no me creo ni una palabra.

¿Algún día pudo imaginar que Juan Carlos de Borbón tendría que abdicar y salir del país en medio de una investigación por el supuesto cobro indebido de dinero y su ocultación?

Nunca lo pude imaginar, porque recuerdo muy bien una frase que dijo don Juan Carlos: "Los reyes no abdican", sino que mueren en el ejercicio de su función, y esto lo sabe bien la reina de Inglaterra, Isabel II.

¿Cree que, durante más de tres décadas, hubo un exceso de complacencia y poco control sobre las actividades de Juan Carlos I y la Casa Real?

Por supuesto que hubo un exceso de complacencia y son cómplices todos los presidentes del Gobierno del Estado, que tenían información de los servicios de inteligencia (lo que hoy se conoce como CNI). Todos lo han tolerado, porque una de las características de la monarquía parlamentaria es que los reyes siguen siempre las instrucciones del Gobierno democrático de turno.

¿Cómo valora las medidas que Felipe VI ha adoptado con su padre en los últimos meses?

Demasiado duras, teniendo en cuenta que don Juan Carlos no tiene formulada todavía acusación judicial de ninguna clase. Pero, además, no nos engañemos, esta es una operación contra la Corona. Ahora están contra don Juan Carlos, pero ya veremos el tiempo que tardan en atacar a Felipe VI. Tengamos en cuenta que este gobierno del PSOE y Podemos no ha defendido claramente al rey emérito y la Corona; antes al contrario, ha habido ministros que han proferido duros ataques contra don Juan Carlos.

¿Las personas defensoras de la Monarquía cada vez se quedan con menos argumentos para apoyar a dicha institución?

Cada vez tenemos más argumentos, porque los países más avanzados del mundo, con mayor estado del bienestar, con menos pobreza y más cultura son monarquías parlamentarias, desde Japón hasta el Reino Unido, pasando por Dinamarca, Suecia, Noruega, Holanda o Bélgica, entre otros.