La Demarcación provincial de Costas y el Ayuntamiento de Granadilla llevaron a cabo ayer el desalojo y la limpieza de decenas de cuevas en la franja del litoral conocida como La Mareta y Puerto Clérigo, un paraje situado entre La Tejita y Los Abrigos. La actuación se desarrolló de forma pacífica y con la colaboración de la media docena de personas que se quedaron en el lugar hasta el último momento, después de que el jueves de la semana pasada se les notificara que debían abandonar ese espacio público de deslinde marítimo-terrestre. Hasta hace pocos días, en esas cavidades volcánicas vivían alrededor de 40 ciudadanos, pero casi todos se marcharon tras el aviso del citado organismo del Estado.

Todos ellos son naturales de otros países, excepto uno, Pedro, vecino de San Isidro y que se vio obligado a residir junto al mar por falta de recursos económicos tras la llegada de la pandemia. Cuando la mayoría se fue, él y otros jóvenes italianos o franceses limpiaron parte de la basura que quedó en la zona. Ayer, desde las 8:30 horas, policías locales de Granadilla y guardias civiles garantizaron la seguridad, mientras operarios de la empresa municipal Sermugran y de convenios de empleo retiraron decenas de colchones y diversos enseres, como somieres, tendederos, estanterías o espejos, entre otros muchos objetos.

Una joven italiana aseguró que llegó a La Mareta una semana antes de la cuarentena y explica que "la mayoría eran mochileros". Con anterioridad se habían marchado los propietarios de autocaravanas. La chica transalpina señala que "hay gente que se ha ido y ha dejado un desastre ambiental; si hoy puedo ayudar a limpiar, lo haré encantada". Otro varón francés señala que "se ha creado una familia de gente conectada con la naturaleza y la vida en cuevas, como los guanches". Aclara que "no todos somos iguales", en relación a la falta de limpieza, y señala que ahora irá a otro lugar o a otra isla, como La Palma o La Gomera.

Una israelí de 26 años se sentía débil y casi no podía moverse. Un policía local activó a la ambulancia para que la atendiera. Sus conocidos explicaron que es vegana y que come poco cada día. Pero, además, llevaba varios días de ayuno "para purificarse". En un primer momento se temió que estuviera infectada de Covid, pero esa posibilidad se descartó y la chica abandonó por su propio pie la zona, con ayuda de dos sanitarios, en dirección a la ambulancia.

Pedro cuenta que, al no tener dinero para pagar el alquiler, se fue a vivir a La Mareta. Un perro y una bombona de gas son sus posesiones más preciadas. Ahora se pregunta: "¿Cómo lo hago?; ahora, ¿para dónde voy?". En estos días prevé acudir a los Servicios Sociales de Granadilla a pedir ayuda.

Tras una mañana tranquila, en el último momento se produjo cierta reticencia de los residentes para dejar la cueva en la que estaban todos a la sombra. Y sobre una joven italiana pesa una amenaza de denuncia si en las próximas horas no se va. De hecho, fue identificada por la Guardia Civil.

La concejal de Seguridad, María Candelaria Rodríguez, planteó que, desde este momento, haya un control para evitar que otras personas o las mismas vuelvan al lugar. Desde el Ayuntamiento llevan años tratando de resolver este problema. Pero no es el único. Según Rodríguez, todavía están pendientes de desalojar los asentamientos ilegales situados en El Topo, el barranco próximo a la cueva del Santo Hermano Pedro o las cercanías del instituto de El Médano. La concejal manifestó que en estos momentos se realiza un censo para saber el número de personas que residen en dichos enclaves en cuevas o chabolas. Para actuar en tales espacios hará falta la implicación del Cabildo o el Consejo Insular de Aguas. Ayer, Rodríguez echó en falta la ayuda de la corporación insular en la limpieza hecha en La Mareta.

Tres técnicos de Cáritas vinculadas al proyecto Unidad Móvil de Atención en la Calle (UMAC) visitaron en varias ocasiones a las personas que han vivido cerca de Puerto Clérigo. Su objetivo es atender a los diferentes tipos de personas sin hogar, mediante el conocimiento de su realidad, la valoración de su situación y el aviso a recursos de la administración para que actúen con las mismas.

Dos de esas profesionales, Arancha Méndez y Elisabeth Marcelino, exponen que, además de velar para que no se vulneren sus derechos, la UMAC trata de que esas personas sin vivienda "vuelvan a conectar con la sociedad y salgan de esa situación". Son conscientes de que, a veces, la respuesta de la administración no es todo lo rápida y eficaz que debiera. En La Mareta y Puerto Clérigo han encontrado diversos perfiles de personas sin hogar y en algún caso existe una vulnerabilidad grave, en la medida en que carecen de alternativa alguna para acceder a un hogar.