El Puertito de Adeje entra en una nueva etapa. El pequeño núcleo y su entorno ha sido durante casi dos décadas un reducto de campistas; uno de los pocos enclaves del Sur a los que llega una carretera y no tiene, todavía, hoteles o edificios residenciales. Hace años que el Ayuntamiento anunció que ese espacio, también, sería destino turístico, lo que conllevaría demoler el antiguo salón de empaquetado y ampliar la superficie de arena para la playa.

Desde finales del siglo XIX, El Puertito fue un caserío de pescadores y de trabajadores para el cultivo de plátanos y tomates, vinculados a la finca Casa Fuerte. Las huertas se mantuvieron hasta mediados o finales de los noventa de la pasada centuria. Poco más tarde, en esa tierra se plantaron caravanas y tiendas de campaña sin permiso alguno. Hace casi una década, la propiedad usó maquinaria para hacer gigantescos surcos e impedir así el asentamiento de más campistas. Hace una semana y media, la propietaria tomó medidas en el entorno de la ermita, con el cierre del acceso rodado, para que, al menos, no entren nuevas caravanas y los coches de quienes ya están establecidos. La medida afecta a personas que llevan allí, de manera permanente o estacional, durante 20, 14 o 13 años en un suelo que, como reconocen ellos mismos, no les pertenece. El primer aviso fijaba que debían sacar sus vehículos de allí el 3 de julio. La medida se aplazó a la mañana del 6 de julio. Tras diversas consultas, según varios campistas, policías locales dicen a los afectados que el lugar está afectado por una serventía. Así, el cierre se retrasó por segunda vez.

Pero en la madrugada del martes, entre las 4:00 y las 5:00 horas, una grúa llegó al lugar y colocó las barreras New Jersey. Muchos campistas habían sacado ya sus automóviles.

"Esto no es nuestro"

Uno de los campistas, junto a su esposa y su hija, admite con claridad que "esto no es nuestro y estamos dispuestos a marcharnos de aquí", pero consideran que la propiedad del suelo tendría dos opciones para actuar en estos casos. Una pasa por comunicar sus intenciones de edificar o despejar su terreno, campista por campista, "por las buenas". Y la otra consiste en utilizar la vía de la comunicación judicial para desalojarlos y que se les otorgue un plazo concreto para salir de allí. Y dicen que, desde ese momento, recogerán sus elementos y regresarán a sus casas. La inmensa mayoría solo tiene en El Puertito una segunda residencia en forma de caravana o tienda. Pero unos pocos tienen allí su vivienda permanente. De hecho, según señala un hombre, dos vecinos están empadronados en el entorno de la ermita. Y hay dos niños que, desde allí, van a su colegio en guagua.

La tranquilidad, el aire, las puestas de sol o la posibilidad de tener en pocos metros la casa, la playa y el barco son algunos de los motivos que tienen algunos campistas para elegir este paraje y vivir en un suelo sobre tierra que no les pertenece. Pero también el ambiente de vecindad, en el que se comparten alimentos o se avisa de los días en los que no se va a estar para que los conocidos estén al tanto de su espacio.

Desde la pasada semana, el consistorio acometió la eliminación de aparcamientos en el entorno de la vieja construcción que recuerda que en la zona se cultivaba, se empaquetaba y se exportaba. Este no es el primer asentamiento ilegal en El Puertito. A finales de los años 70 y comienzos de los 80, decenas de tiendas de campaña se convirtieron, poco a poco, en casas de madera o de bloques entre la playa y el antiguo salón. Muchas familias llegaron desde algunos barrios de Santa Cruz o La Laguna. Y así se mantuvo hasta finales de los 80, cuando el Ayuntamiento y otras administraciones decidieron actuar para desmantelar aquel poblado improvisado. Ahora, la ocupación de terrenos por campistas se ha extendido hacia Playa Paraíso y las cercanías del hotel Bahía Príncipe, con decenas de chabolas, tiendas de campaña y caravanas.