Luis García intentó entrar en la reunión de la Casa del Pueblo. No le dejaron: en realidad no había motivos para no dejarle, sigue siendo afiliado del PSOE, ni siquiera se ha solicitado su expulsión a Ferraz, pero el alcalde Mena dijo que ya no formaba parte del grupo municipal y se plantó. Cuando Mena volvió de buscar a Pedro Martín (se había perdido buscando la sede socialista), se encontró con García y no le dejó quedarse.

Los otros seis concejales díscolos estuvieron a punto de irse con él, pero García les pidió que aguantaran y defendieran su posición. Él se quedó esperando por fuera, guarnecido del sereno nocturno en su Kia Picanto azul celeste, un viejo coche que ya era viejo cuando lo sacaron de un desguace, dicen sus amigos que durante la guerra de Corea. De tan minúsculo, los colegas de partido se refieren a él como el tamagochi de Luis, y él presume de ser el único concejal de Urbanismo del mundo que mantiene el mismo coche birrioso y decrépito desde hace diez años. Encerrado desde las ocho y media de la noche hasta casi la una de la madrugada, aparcado en la puerta de la Casa del Pueblo, Luis García aguantó con la sola compañía de su móvil. No recibió ni un solo guasap: por precaución, para evitar filtraciones, se había pedido a todos los concejales que dejaran los teléfonos en un mueble de la entrada.

La Casa del pueblo de Arona no es una gran cosa, ni falta que hace: no se usa mucho. El martes pasado aún seguían colgados por las paredes los adornos de Navidad y la bola de brillos. La casa está al principio de una calle de un solo sentido, a las afueras de Arona Casco, unos cientos de metros por debajo de la barbería de Sixto -la otra sede del PSOE-, justo frente a un terraplén enorme. El edificio tiene una primera y única planta, con un salón de actos al que se accede directamente desde la calle, con sus butacas rojas, y al lado un patio con una barra para servir bebidas, un pequeño almacén y el retrete. Allí dentro, repartidos por las butacas del salón, estaban doce concejales aroneros, incluida la concejal de Cultura, Yurena García, que se ha dicho que no había asistido. Y enfrente, sobre un pequeño escenario, detrás de una mesa, el alcalde Mena, Pedro Martín, y Ángel Víctor Torres. A algunos les chocó que no estuviera presente Agustín Marichal, constructor, hotelero, presidente del PSOE de Arona, descubridor de Mena en sus tiempos jóvenes y uno de los principales apoyos del alcalde en su carrera edilicia. Habitual de todas las reuniones, en esta no estaba, pero es que no le habían invitado.

Capuletos y montescos

El encuentro transcurrió en un ambiente crispado y muy tenso, que puso en clara evidencia la división total del grupo municipal en dos mitades irreconciliables: Capuletos y montescos, en el argot de estos días. Empieza a hablar Mena, entre protestas por la ausencia de García, y llamadas a la calma de Ángel Víctor Torres, leyendo un documento previamente escrito, que provoca el rechazo de sus compañeros: cuestiona Mena el trabajo de García en el área de Urbanismo, y le acusa de haber tomado demasiadas decisiones sin consultarlas, pero no se refiere a él con ninguna acusación concreta, ni hace referencia a las denuncias presentadas que dispararon su cese. Mena sitúa el asunto como una cuestión exclusivamente política: pérdida de confianza en su concejal de Urbanismo, crisis abierta en un grupo municipal dividido, y necesidad de reconstruir la mayoría: los díscolos le replican que le habían advertido que si cesaba a García, ellos se considerarían cesados también. Una breve referencia a negociaciones con otros grupos del consistorio provoca el sobresalto de Torres -"pero si tenemos mayoría"- y la bronca en el patio de butacas. Mena explica entonces que el partido le ha pedido que busque cómo mantener la mayoría, y Pedro Martín -exalcalde de Guía de Isora, hombre del Sur, secretario general del PSOE tinerfeño- niega la mayor: "No, no, no, esa instrucción no se te ha dado nunca€". Mena se disculpa, dice que se explicó mal, y uno de los díscolos le insulta: "eres patético", le dice, palabras mayores. Los montescos saben que Mena se ha reunido ya con todos los partidos, y su asesor Nicolás Jorge con todos excepto Coalición. Antes y después de expulsar a Luis García. Mena no se lo contó nunca a Torres, y tampoco sabe que mientras él juega al despiste, todos los concejales de la oposición, menos Antonella Aliotti, de Sí Podemos Arona, han decidido apoyar cualquier candidato que propongan los díscolos. Suman diez votos. Sólo necesitan tres más para desbancar a Mena.

Pero el alcalde ni piensa que esa posibilidad exista. Está nervioso y claramente alterado, confundido por el desarrollo de los acontecimientos. Mira continuamente a los dos concejales más activos del grupo montesco: Sebastián Roque y el que fuera hasta hace no tanto uno de sus mejores amigos, José Luis Gómez, un hombre del partido desde siempre, herido por esta guerra de facciones en lo más hondo. Pol, el concejal de contratación, menista y capuleto, cabecea sin parar, reafirmando con el mentón cada intervención de su alcalde. Raquel García, aterrizada en el PSOE desde el PP, pasando antes por Ciudadanos por Arona, muy próxima a Mena, provoca una airada reacción colectiva de los montescos, al referirse con desdén a la honestidad de Luis García. Pero en todas las intervenciones, nadie aporta ninguna información sobre irregularidades. Solo insinuaciones. La situación parece completamente irreconducible.

Una mediación frustrada

No tenía por qué haberse llegado a esto: esta vez, el PSOE regional sí había hecho todo lo posible por arreglarlo. Cuando saltaron los avisos de crisis, Torres tuvo una primera reunión con Mena en la que le había pedido que recondujera las cosas y midiera con sumo cuidado todos sus pasos. Ese encuentro se produjo durante el inicio de la desescalada: Mena explicó en ella su versión del conflicto -que redujo a la actuación de un concejal desleal- y se comprometió con Torres a ser prudente y no precipitar acontecimientos. Ángel Víctor le propuso hasta tres distintos formatos para tender puentes entre las dos facciones y apaciguar la pelea. A la primera opción -reunir a los catorce con él- Mena se negó. La segunda, un encuentro de Mena y García con un enviado de Ángel Víctor -solo el alcalde, el mediador y el concejal de Urbanismo- fue aceptada por el alcalde. Para facilitar las cosas, se quedó en celebrar la reunión en Arona, y estando ya el pacificador esperando con Luis García, le llamaron de parte de Mena para decirle que el alcalde no podía asistir por motivos de agenda. Parece que eso cabreó bastante a Torres. Y más aún que se produjera el cese, cuando Mena había dicho que mediría los pasos a seguir. Por eso, tras el cese, se forzó la reunión en la Casa del Pueblo en la que Mena no dejó entrar a García. En la reunión, Torres habló poco, aunque algo más que Pedro Martín. Pidió a los presentes buscar una salida, para evitar perjudicar al partido. Sebas y José Luis, en nombre de los montescos, propusieron revertir el cese de Luis García y sacar del Ayuntamiento a Nicolás Jorge -una obsesión compartida- y al abogado Campos. No hubo manera: Mena dejó claro que no iba a dar marcha atrás. Al acabar el encuentro, después de casi cuatro horas de monólogo del alcalde, a veces interrumpido agriamente por José Luis o Sebas, los montesco se reunieron con Luis García, que seguía esperando en su coche. Cuando estaban hablando, José Luis Gómez comenzó a sentirse mal por una fuerte subida de tensión y tuvieron que llevarle al centro médico del Mojón. Lo acercó Sebas en su coche.

Esa misma noche, Torres llamó personalmente a José Luis García para convocarle a una reunión privada con él. Quería saber de primera mano lo que García tenía que decir. Quedaron en verse la mañana siguiente, en su despacho en el ala izquierda del Parlamento de Canarias. García subió desde el Sur a Santa Cruz con José Luis, ya con la tensión domada, y con Sebas. Dácil -posible candidata a sustituir a Mena en la alcaldía si no se llega a un acuerdo- también iba a ir, pero al final se quedó en Arona con las concejales disidentes, esperando noticias.

En el despacho con Torres

Cuando los tres montescos llegaron a Teobaldo Power, Torres había terminado de responder a una sesión de comparecencias, y se había ausentado. Los concejales tuvieron un primer encuentro con la diputada Nira Fierro, presidenta del grupo parlamentario socialista y vicesecretaria de Acción Política del PSOE canario, a la que asistieron otros diputados. Con ellos se habló de como recomponer la situación en Arona, de lo importante que era salvar la plaza. Fierro constató que el alcalde ha perdido los apoyos necesarios para conservar la mayoría absoluta. Como Torres no llegaba, los concejales se acercaron a un italiano del Parque Bulevar y pidieron algo de comer. Cuando aún no les habían servido las cervezas, les avisaron del Parlamento que el presidente había vuelto. Dejaron las cervezas sin pagar y bajaron corriendo por la calle del Pilar, sudando por el calor. Entraron en el frescor refrigerado del despacho de Torres y se sentaron los tres frente a la mesa del presidente. Tras ellos, Iñaki Lavandera. Torres estuvo atento: les explicó que entendía lo difícil de la situación, les pidió que contribuyeran a facilitar un acuerdo, y les pidió margen hasta el lunes 29 de junio, para intentar que el alcalde Mena comprenda la importancia de evitar la ruptura del partido en Arona y reconsidere el cese de García como responsable de Urbanismo. Cuatro días para poder convencerle de aceptar sus otras condiciones: el cese de Nicolás Jorge y bloquearle el acceso a él y sus amigos a información municipal reservada. Al rato, cuando volvieron a sentarse en torno a la mesa del Tagliatella, acompañados ahora por la parlamentaria aronera Yolanda Mendoza, también mostesca, sabían ya que a Torres le había quedado perfectamente claro que por mucho que ellos esperaran, por mucho que retrasaran la ruptura, Mena no iba a rectificar. El acuerdo no iba ser posible€

Mañana / 637.385 m2, entre el Mojón y Chayofa