Primer día hábil de la nueva La capital se pone en marcha sin colas. Juega a su favor que ya las clases acabaron de forma oficial, si bien desde el confinamiento decretado el 14 de marzo desaparecieron las colas en Santa Cruz. No hay sirenas ni atascos. Tampoco estado de alarma. En el intercambiador de guaguas, un grupo de adolescentes busca la línea 910 que los lleve a Las Teresitas, donde desplegarán sus toallas y recogerán sus mascarillas.

Un paseo por la ciudad permite descubrir que el vecino sale a la terraza a esperar la llegada de la nueva normalidad,nueva normalidad en busca de colas que demuestren que todo vuelve a ser como ayer, o sea como hacer tres meses y medio. De las pocas congestiones, los usuarios que pidieron cita previa para realizar sus trámites en las oficinas municipales del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y ahora se encuentran que tienen que llevar la autorización de todos los miembros de la unidad familiar para poder contar con acceso a un certificado de residencia.

Bajo un sol de castigo, continúan las obras en el parque de La Granja, que se han retrasado más allá de las previsiones iniciales. También está cerrada la próxima calle Unamuno, en su confluencia con la avenida Reyes Católicos; precisamente este lunes el Ayuntamiento de Santa Cruz anunciaba que han acabado los trabajos que se han desarrollado ahí en las últimas semanas. Vuelve la normalidad, y volverán las colas a la salida de los vehículos por la piscina municipal de Santa Cruz. Eso sí, el área de Servicios Públicos advierte de que los trabajos continuarán hacia la calle Gilberto Cayol. Esta nueva parte de las obras obligará a que, a partir de las 7:00 horas del jueves 25, se corten los dos carriles de Reyes Católicos en sentido entrada a la ciudad. El tráfico se desviará por la avenida Benito Pérez Armas hacia las avenidas de Madrid y de Bélgica, para retomar el camino por Las Ramblas desde la plaza de República Dominicana.

Rumbo a la plaza de La Paz -más fuente, y pequeña, que plaza-, el Bar Imperial vuelve a ser uno de los polos de atracción, aportando el sabor de los bocadillos de pollo de toda la vida.

De camino al parque, vista a la derecha a la altura del colegio Hispano Inglés, donde en estos meses de confinamiento ha crecido la cubierta del patio. Un grupo de mayores alterna la lectura de la prensa con el diálogo, mientras un abuelo comparte conversación con sus dos nietos entre patinetes. Por el camino, las pequeñas zonas de juegos infantiles están cerradas y la del parque García Sanabria, que en su día sustituyó al minigolf, no es una excepción, hasta el punto que la hojarasca denuncia que hace varias semanas que no lo visita ni el personal del servicio municipal de limpieza.

De nuevo, más patinetes y bicicletas en zigzag para sortear el solajero. Desde el reloj de flores a la playa de España. En Pérez Galdós tal vez un grupo de los primeros turistas de la era postcovid. De nuevo la sensación de otro bocadillo, el de La Garriga, confirma que la normalidad es como la de antes, solo que sin tanta gente en la calle, y la mayoría con mascarillas. Un alto en la plaza del Príncipe para buscar una foto curiosa con los niños de nuevo jugando en la calle. En las escaleras del recoleto aforo, testigo de tantos carnavales, dos pequeños disfrutan de sus helados, bajo la atenta mirada de su madre que desliza su malestar: "Van a abrir antes las discotecas que los jardines para que jueguen los niños". Tampoco está abierta la zona infantil de la Alameda del Duque de Santa Elena; el Ayuntamiento anuncia que los parques estarán en servicio esta semana tras la limpieza acorde a la nueva normativa y la instalación de señalización que advertirán aglomeraciones, incidirán en mantener la distancia interpersonal, el uso mascarillas y limpieza e higiene frecuente de manos.

En la misma plaza de España los operarios limpian las letras de Santa Cruz, prueba evidente de que llega la nueva normalidad, si bien en El Puntero será el 1 de julio cuando abrirá. Poco a poco.

Paseos y helados en Aguere

La historia unos kilómetros más arriba no difiere demasiado. La Laguna, la vieja Aguere, es ciudad de paseos, terrazas, niños que comen helados... El confinamiento es como si hubiese sido relegado a un mal sueño. Solo quedan las mascarillas (menos que hace una semana) en las calles más céntricas del casco y esas lonas naranjas que recuerdan la distancia social, y que en algunos casos no sirven para mucho. "Déjate de saludos raros; un beso", le dice una joven a otra cuando la primera empezaba a mover el codo. Se acaban abrazando. "¡Párense ahí! ¡Párense! ¡Como no se tranquilicen no salimos más!", alerta un abuelo a unos nietos en la céntrica calle de La Carrera.

Comercios en los que la gente entra y sale. Bares que empiezan a parecerse a lo que fueron. Y la otra cara de la moneda: encontrar un aparcamiento también se convierte, cada día más, en una tarea harto complicada. El camino de Las Peras, bajo el sol de mediodía, invita a calzarse las zapatillas de deporte. Más atletas que antes del estado de alarma a la misma hora. El espacio de aparatos biosaludables, eso sí, sigue cerrado.

La cara y la cruz de la nueva normalidad se observa también en San Benito: el barrio está activo, pero no calienta motores para su romería. "Mi hija no quiere que esté saliendo, pero tenía que coger un poco de aire", parece confesar una señora a otra.