La capital tinerfeña atesora en la zona nororiental de la Isla uno de los tesoros naturales que desde hace cinco años cuenta con el reconocimiento de Reserva de la Biosfera, una distinción que está respaldada por la Unesco y que pretende promover el desarrollo sostenible basado en los esfuerzos de la comunidad local y el apoyo de la ciencia.

Se trata de una marca que invita a consolidar y preservar los valores de Anaga, que van más allá de la normativa supramunicipal que se desarrolla para la protección del Parque Rural de Anaga. Este último está regulado por una normativa; en el caso de la Reserva de la Biosfera es un impulso para conciliar la conservación de la diversidad biológica y cultural con el desarrollo económico y social, a través de la asociación entre personas y la naturaleza.

Más allá del concepto idílico de Anaga como un paraíso natural, tres condicionantes marcan su realidad diaria, pues no se trata de un espacio inerte, sino que casi 21.000 personas, según los datos de la Unidad de Población de 2014, residen en esta zona y se debaten entre el avance o la conservación del lugar. De ahí precisamente sus reticencias al cada vez más nutrido turismo que pone sus ojos en este territorio, mientras los vecinos consultados por este periódico no ocultan su malestar porque el uso y abuso de una normativa que limita el desarrollo en defensa del territorio y, por tanto, siguen en pleno siglo XXI como si nada hubiera cambiado desde mitad de 1950.

El desarrollo de Anaga está supeditado a tres grandes condicionantes: el medio natural y paisajístico por una parte, la conservación de usos y tradiciones, y el turismo y la presión del territorio.

Aunque pueda parecer una contradicción, la normativa que se regula desde el Parque Rural de Anaga limita el desarrollo de un territorio que vive en una contradicción: frente al fenómeno de la despoblación de este enclave como residencia habitual cada vez más se experimenta el regreso de quienes encuentra en los altos de San Andrés o entras zonas del lugar una segunda fuente de ingreso con la explotación de la agricultura, o incluso en la explotación de casas que en su momento quedaron deshabitadas y abandonadas y que se han recuperado como segunda residencia o, incluso, como viviendas que se dedican al turismo vacacional. Para entender Anaga es preciso distinguir el Parque Rural, regulado por una normativa legal y con superficie inferior a la Reserva de la Biosfera, declarada hace cinco años que incluye no solo la vertiente norte de esta zona, sino también la franja de María Jiménez.

Cuando se le pregunta a los oriundos del lugar qué es Anaga en su vida, gente como Miguel o Domingo lo resumen, con brillo en los ojos, como su segunda familia. "Anaga es historia, cultura, raíces, idiosincracia, protección del territorio. Sentido de pertenencia y orgullo". El eterno debate se centra precisamente en ese sentido de propiedad, pues consideran cada uno de los los principales núcleos como si fuera parte de su vida o de su propiedad, donde sus antepasados hicieron su casa-cueva, o habitáculos con cubierta vegetal, unas con azotea otras con teja desafiando a los barrancos y cumbres. Pero es su hábitat donde se han acostumbrado a convivir con el mar de nubes, o formaciones vegetales boscosas de fayal-brezal y laurisilva que coronan el macizo por encima de los 500 metros de altitud.

Se trata de un territorio único; con 196 especie de flora vascular, de los 39 endemismos macaronésicos, 102 canarios, 26 tinerfeños y 21 locales; con 1.910 especies inventariadas como invertebrados dentro de la fauna terrestre, de los cuáles 512 solo viven en Canarias, 329 en Tenerife y 95 son exclusivas de Anaga. Esta Reserva de la Biosfera incluye también la fauna marina, con 60 especies de condríctios englobadas en 24 familias y 493 especies de osteíctios de 134 familias diferentes.

Un reciente estudio realizado por Marisa Tejedor, catedrática de Edafología de la Universidad de La Laguna para la Fundación Santa Cruz Sostenible, concluye que "siete de los doce tipos de suelos del planeta se encuentran en Anaga, lo que evidencia la extraordinaria diversidad del territorio de la Reserva de la Biosfera, el atractivo más valioso de Santa Cruz de Tenerife por su diversidad biológica, genética, de ecosistemas, por su riqueza patrimonial y su paisaje con sistemas de adaptación humana al territorio muy singulares". El estudio del equipo que dirigió Marisa Tejedor destaca la presencia de los andisoles, los suelos más característicos de las regiones volcánicas y por tanto de Canarias, con unas propiedades muy singulares, y es que "el suelo es el resultado de la interacción de diferentes factores, clima, roca, tiempo, vegetación y topografía". Uno de los secretos del Universo vegetal llamado Anaga.