"¡Mamá, te quiero, me oyes!". Estas fueron las primeras palabras que Pilar Figueroa le pudo dirigir a su madre en persona después de casi tres meses. La pandemia provocada por el Covid-19 las ha mantenido separadas debido a la prohibición de las visitas en los centros de mayores, ya que su madre reside en el Hogar Santa Rita de Puerto de la Cruz desde hace 17 años. "Es raro no poder abrazarla, pero al menos puedo verla sonreír, aunque sea con la mascarilla puesta", afirma.

La Fundación Hogar Santa Rita retomó esta semana las visitas de los familiares bajo un estricto protocolo de seguridad. Con un recibimiento al aire libre y por turnos, el centro entró en la nueva normalidad, que permite que los mayores, uno de los colectivos más vulnerables a la enfermedad, pueda volver a encontrarse con los suyos, para recibir cariño y ánimo.

"Hay vacíos que solo la familia puede llenar". Con estas palabras resumió ayer Manuel Carracedo cómo había recibido la visita de su hija después de semanas sin verse. Emocionado relató que lleva tiempo esperando que la situación sanitaria le permitiera reencontrarse con ella, aunque este hombre de 91 años reconoce que la visita le supo a poco, porque todavía no puede salir al exterior con su familia a tomarse un café.

Su hija, Aurora Carracedo, sostiene que su padre "nos ha dado tranquilidad a todos durante este tiempo, ya que siempre nos decía que había que adaptarse y conseguir salir de esta sin ninguna desgracia cercana".

"Se han tenido que tomar medidas porque esta es una situación extraordinaria, yo nunca he vivido algo así", valora él, quien espera que poco a poco los protocolos vayan normalizándose y pueda verse con su hija "sin que haya tanto espectáculo en medio".

Carracedo cumplió los 91 años durante la cuarentena, por lo que su hija le recordó ayer que todavía está pendiente la celebración cuando se pueda con el resto de las familia.

"Si hoy no me dejaban entrar pensaba ponerme por fuera con una pancarta, para que me viera". Así resume María del Carmen Jiménez las ganas que tenía de reencontrarse con su madre Victoria Cano. "Vivo en el Sur y el jueves 12 de marzo vine a verla, pero ya no me dejaron pasar", lamenta. Por lo que esta tinerfeña lleva más de tres meses sin poder estar cerca de ella. "Se pasa muy mal, he estado angustiada, todo el confinamiento deseando venir", señala.

Las noticias de brotes en residencias de mayores por todo el país intranquilizaba a las familias, aunque sostienen que el Hogar Santa Rita, -que registró el fallecimiento de uno de sus residentes y contabilizó siete positivos entre los usuarios y trabajadores-, actuó de manera correcta y les ha mantenido informados en todo momento de la situación.

"Al principio se hizo muy duro, con todo lo que se escuchaba estaba muy preocupada", explica María Lourdes Rodríguez, que ayer acudió por primera vez al centro después de la declaración de la pandemia para ver a su madre.

Rodríguez solía acudir con frecuencia a la residencia para estar cerca de ella, por lo que sintió mucho la suspensión de las visitas. Un sentimiento que aminoró un poco cuando el centro comenzó a realizar videollamadas para acercar a usuarios y familiares. "Fue un respiro poder verla, aunque fuera en la distancia", recuerda.

Rodríguez solo lamenta que ahora no puede tener ningún contacto físico con su madre y que debido a las medidas de seguridad, tampoco puede llevarle "cositas de comer, como fruta o dulces, que le gustan mucho".

Pilar, madre de Pilar Figueroa, también echó de menos las pequeñas delicias culinarias que su hija le traía cada vez que venía a verla. "Nada más llegar me preguntó si había traído algo", lamenta ella, quien reconoce que es mejor así para preservar la seguridad de todos.

De lo que sí pudo disfrutar Pilar fue de los vídeos que sus otros hijos y nietos habían grabado para poder saludarla. A pesar de que el sonido jugó una mala pasada, esta mujer pudo volver a ver al resto de su familia, aunque fuera a través de una pantalla.

"Nosotros cuidamos de mi madre durante 15 años, pero llegó un momento en el que ni mis hermanos ni yo nos podíamos organizar y le buscamos este hogar, donde ella está muy bien atendida", explica, aunque insiste en que siempre han mantenido el contacto, por lo que se les ha echo muy duro estar separadas durante tantos meses.

Su hija mantiene que los nervios se la comían en los días antes de la visita. "Estaba a base de tila", asegura. "Es muy raro volver a verla sin poder abrazarla y echamos mucho de menos el contacto", mantiene.

El patio exterior en el que se producen los encuentros de los residentes con sus familiares fue ayer un hervidero de emociones. Los mayores aguardaban tiempo antes de que llegaran sus allegados en mesas individuales desde las que trataban de divisarlos a lo lejos. "Mira a ver si lo ves por ahí, porque hasta que no llegue yo no me muevo de aquí", ratificó una de las usuarias deseosa de reencontrarse con los suyos.

Poco a poco fueron llegando, pero las restricciones en el contacto físico obligaron a que en esta nueva normalidad, los abrazos tengan que darse tan solo con la mirada.

"Me ha reconocido hasta con la mascarilla puesta", se alegró José Manuel Fuentes, hijo de una residente que lleva dos años en el centro. Su madre también soltó alguna que otra lágrima al verlo llegar y juntos se dispusieron a pasar la media hora que tenían por delante.

Fuentes solo se quejó de que solo un familiar pudiera acudir al centro a realizar las visitas. "No podemos turnarnos, a mi mujer también le gustaría venir a verla y mi madre se lleva mejor con ella que conmigo", bromeó.

Él valora las medidas de seguridad y protocolos que ha puesto en marcha el Hogar Santa Rita. "Estoy contento, está todo muy bien organizado y durante todo este tiempo han sabido manejar la crisis de una manera extraordinaria", sostiene.

El director del centro, Tomás Villar, afirma que retomar las visitas de los familiares ha sido "emocionante" y asegura que muchos antes de entrar "ya estaban llorando".

El centro reabrió el pasado miércoles sus puertas a los familiares aunque con cita previa, turnos y siempre al aire libre. "Tenemos dos turnos por la tarde de media hora, con otra media hora entre ellos para desinfectar todo", explica.

Sin embargo, son más de 600 los residentes que en estos momentos tiene este centro, por lo que la coordinación de las visitas de los familiares no está siendo sencilla. "Queremos poner en marcha la cita previa a través de alguna aplicación o programa informático para hacerlo todo más fácil", apuntó.

El centro continuará implementando todos los protocolos necesarios para impedir que el Covid-19 vuelva a colarse en el interior. Por ahora, los visitantes deberán adaptarse a las nuevas circunstancias, en una normalidad que poco tiene que ver con la que había antes de la pandemia. Al menos, de aquí en adelante podrán estar más cerca de sus familiares y transmitirles todo su amor, aunque tenga que ser a un metro y medio de distancia.