El sacerdote José Hernández, nacido en Icod de los Vinos hace 51 años, lleva casi trece haciendovida la parábola del Buen Samaritano, que en su caso parecía más una profecía del Nuevo Testamento. Aunque recogida en la Biblia, escritura que como presbítero conoce a la perfección, vio cómo las letras cobraron vida después de que en septiembre de 2007 fuera designado párroco de Añaza, un barrio estigmatizado de la capital tinerfeña, según cuenta el propio presbítero. Tras su ordenación, fue destinado a La Palma, luego a El Hierro y la Cruz del Señor, en Santa Cruz de Tenerife, hasta que recaló en Añaza. Mirando atrás hace una radiografía de la situación que encontró, con un núcleo poco implicado en la vida parroquial y realidades particulares que evidenciaban el peso desigual que soporta la sociedad.

Pepe el Cura no se amedrentó y echó para adelante con un apostolado que siempre se ha caracterizado en su casa por combinar la promoción personal con dar respuesta a la atención inmediata desde acciones creativas y con imaginación. Bajo esas premisas promovió Cáritas Parroquiales en Añaza, siempre gracias a "gente buena que no acaparan los titulares porque lo bueno es discreto", comparte desde su mundología.

No se había instalado aún y ya habían tocado a su puerta varias familias para reclamar ayudas, lo que motivó el desarrollo de Cáritas para cubrir a las atenciones básicas que iban desde la demanda de alimento hasta pedir ayuda económica para cubrir los recibos de la luz y el agua... Pepe, un cura pragmático, es de los que piensa que mejor es dar una caña y enseñar a pescar porque así el otro comerá el resto de su vida. Bajo esa filosofía vital, al principio atendía la demanda de auxilio de cuantos tocaban en la parroquia de Añaza, pero poco a poco les fue redirigiendo a cursos de informática, cocina, costura... Una participar forma de pedir una contrapartida a cambio de la bolsa de comida o de pagarle la luz al otro, cuando en realidad salía en auxilio para 'sofocar el hambre' y también le ofrecía formación para intentar sacar de la calle a la familia que reclamaba la ayuda. En su diálogo se reitera una palabra: dignificar. Como no tenía electrodomésticos para garantizar la cadena de frío necesaria para mantener los alimentos que repartía, a Pepe se le ocurrió transformar unos terrenos anexos a la parroquia de Añaza en huertos urbanos, una iniciativa que contó con el apoyo del Ayuntamiento de Santa Cruz, que le cedió el suelo que Pepe convirtió en la finca donde la misma gente que acudía a pedir una bolsa de comida, más otros que se fueron sumando, se encargaba de cuidar. Tenían el terreno y el cura les daba las semillas, el agua y les procuraba un asesoramiento técnico para que cada uno sacara el suelo adelante, y pronto empezó a dar sus frutos, porque quienes los cultivaban también adquirían formación y lograban productos que luego se repartía entre algunas de las personas más vulnerables. Obtenían así la materia prima de un proyecto que creció. Se abrió la posibilidad de que las personas que se formaban en cursos oficiales de Gastronomía, costeados por el Gobierno de Canarias, trabajaran en una cocina industrial junto a la iglesia haciendo catering, además de repartir la comida a los necesitados.

Los proyectos seguían creciendo en la misma proporción que la necesidad, y desde la parroquia de Añaza se articularon medidas de acompañamiento a las familias bajo el modelo de 'apadrinamiento'; si los miembros de dicha unidad querían pintar, se les facilitaban los medios, igual si precisaban un electrodoméstico, pero siempre con una contrapartida: no se les daba como un donativo, sino con una contrapartida para que quien lo reciba vea que se le dignifica. De nuevo una de las palabras más reiteradas por Pepe.

También se articularon respuestas a las mujeres del barrio que necesitaban, tanto ayer como hoy, conciliar la vida laboral familiar, lo que dio pie a una serie de talleres prelaborables desde formación para emprendedoras que pueden obtener formación en estética, peluquería, restauración, ropa, tienda... darle capacitación, incluso animándolas a lograr el antiguo graduado escolar a través de los cursos de formación de Radio Ecca.

El objetivo de la parroquia era/es dar respuesta donde se registrara la necesidad. Movido por ese principio Pepe el Cura se metió en los barranco de Añaza donde gestionó cursos medioambientales e incorporó cursos de cocina para que los jóvenes realizaran el catering que le encargaba la cocina industrial, o darle formación en informática para que obtengan un ocio sano que les permita a la vez salir y evitar la calle gracias al aula de Informática.

Añaza, bajo la tutela de la parroquia del barrio, cuenta con un centro de día para mayores que pergiue el principio de "dignificar". ¿Cómo se traduce esta filosofía en la parábola del Pepe el cura? Los propios mayores que reciben servicio en el centro sirven de puente con otros vecinos de su generación que están en sus viviendas y precisan de alimentos y/o medicamentos, a los que visitan los residentes del centro que saben que, como contrapartida, aceptan el reto que les plantea desde el principio el presbítero: "Te ayudamos y tú también puede hacer algo".

Se trata de una interacción que incluye a diferentes generaciones implicadas todas en la búsqueda de empleo, explica Pepe, incluso contando con los niños del barrio, que participan en un coro de Gospel que protagoniza diferentes actos con un triple objetivo: la formación de los pequeños se combina con la celebración de los festivales que permiten recaudar fondos para costear el resto de proyectos y, a su vez, en los mismos actos se agradece la colaboración de cuantos arriman en hombro para tirar del barrio hacia delante.

De Añaza a Los Gladiolos

La amplia actividad desarrollada desde la parroquia de Añaza hizo que un día de 2017 Pepe fuera citado por el obispo de la Diócesis de Tenerife, Bernardo Álvarez, para plantearle que todos los proyectos se desarrollaran desde una misma plataforma. Nació la Fundación Buen Samaritano, un proyecto que desde hace un año y medio -coincidiendo con la designación de Pepe como párroco también de Los Gladiolos- se extiende hasta el ámbito de la iglesia que tuteló hasta su muerte Cristóbal Rafael Pérez Vega; Pepe recuerda el día que hablando con su sucesor le dijo que tal vez un día sería el párroco de San Alfonso María de Ligorio, como ocurre.

La parábola del Buen Samaritano se extiende a Los Gladiolos y con características propias, como el domingo que Pepe iba en su coche a dar misa y a la altura del parque que la barriada Cepsa vio a un grupo de inmigrantes cerca del Albergue municipio. Surgió entonces la duda en Pepe el cura: "¿me paro o no? Bajé y hablé con ellos". Fueron los inicios del piso de acogida que integra una quincena de jóvenes que reciben atención y formación en el barrio.

Ahora el cura de Añaza, y Los Gladiolos, toca a la puerta de la solidaridad para, entre todos, poder costear la compra de un vehículo de nueve plazas -tal vez una donación- que le permita trasladar materiales y personas según la necesidad y el momento; basta con un ingreso en el código 38030 de Bizum o en la cuenta corriente ES22 2100 6956 3102 0008 3805, una invitación para que cualquiera pueda ser un buen samaritano en el siglo XXI. "Hay gente buena, pero lo bueno es discreto", dice.