Julián Ruiz Luis nació en La Orotava en 1983 y, con apenas 18 años, aprendió joyería artesanal: "Estaba estudiando y un tío mío, Arnoldo, me dijo que si quería aprender el oficio, ya que tenía tres hijas y ninguna siguió ese camino. Le daba pena que se perdiera y quería enseñarle a alguien. Estuve con él un año, más o menos, en su joyería de Santa Úrsula, pero era muy joven y quería trabajar en algo para empezar a ganar mi dinerito". Lo dejó, pero se llevó consigo un tesoro en forma de conocimientos y habilidades que al final le han servido para reinventarse como artesano y seguir escapando.

Al empezar a trabajar por cuenta ajena dejó la joyería artesanal "un poco de lado". Ejerció como carpintero, fontanero, dependiente y encargado de mantenimiento, pero hacía algunas joyas "como regalos, detalles o encargos de amigos". En 2016, con los coletazos de la primera gran crisis económica del siglo XXI, Julián se quedó en el paro. "Tenía el taller montado y probé. No me fue mal y en 2019 me saqué el carné de artesano y desde entonces me dedico cien por cien a esto".

Siempre le tocó lidiar con la dificultad insular para obtener algunos materiales y herramientas especializadas: "Aquí es difícil conseguir algunas cosas. De hecho, sigo yendo al mismo negocio de Santa Cruz, regentado por unos señores mayores, que me enseñó mi tío cuando empecé con esto hace ya más de 20 años. Y si no, a través de internet".

Trabaja sobre todo la plata, pero elabora piezas con aluminio, cobre y latón. Obtener los metales tampoco es tarea sencilla: "La plata es un poco más difícil de conseguir aquí; la tienes que pedir fuera, así que me dedico a comprar plata reciclada, la fundo, la estiro... Yo me encargo de todo el proceso, que es bastante duro y laborioso. Es lo más que cuesta y es esa parte del trabajo que no se ve ni se valora".

Hasta que estalló la crisis del Covid-19, Julián progresaba con su marca JR Joyas Artesanas con un puesto que abre los sábados en el Mercadillo del Agricultor de La Orotava, al que regresó la semana pasada; en ferias especializadas, algunas tiendas y la venta directa por internet, Facebook e Instagram, en las que comparte sus diseños.

Cuando se decretó el estado de alarma, se paró todo de golpe y, como muchos otros profesionales, Julián se quedó parado ante la nueva situación. "Estuve días sin hacer nada. Me quedé bloqueado, amargado pensando para qué voy a hacer nada, si no lo voy a poder vender. Pero cuando se acercaba el día de la madre empezaron a llegarme encargos y me animé a empezar con la venta a domicilio y contraté a una empresa de transportes. Ahora he vuelto al mercadillo de La Orotava y toca ponerse las pilas, sacar cositas nuevas y darle al coco para innovar y seguir adelante".

Desde el primer domingo de mayo, con el empujón del día de la madre, este artesano retomó con muchas más ganas un trabajo que le apasiona. En su peculiar taller, encaramado a una tronja, este joven villero deja pasar las horas mientras idea, funde, moldea y pule joyas únicas. Las argollas canarias son su producto estrella, pero por encargo hace casi cualquier cosa: anillos, colgantes, pulseras, marcadores de libros, esculturas, portavelas y hasta aureolas para santos y vírgenes. "Si se puede hacer con metales, lo hacemos", explica.

A Julián Ruiz le apasiona innovar y trabaja continuamente en nuevos diseños y variaciones de sus argollas canarias, "que es lo que más piden los clientes". De momento ha conseguido vivir en exclusiva de la artesanía. "Ahora mismo vivo de esto, unos meses cuesta más y otros menos, pero vamos escapando. Eso sí, hay que trabajar mucho", aclara.

En el contexto actual, espera poder recibir algún tipo de ayuda por parte del Cabildo de Tenerife, pero se acuerda de "muchos artesanos que no van a poder acceder porque no son autónomos ni micropymes". Todos los artesanos echan mucho de menos las ferias, que son una parte muy importante de su sustento económico, por eso Julián subraya la importancia de que se sigan celebrando, "aunque sea de una manera virtual". Estos puntos de venta temporales son claves para el sostenimiento del sector artesanal.

El futuro es incierto, pero toca avanzar día a día: "Con las tiendas cerradas por el confinamiento he tenido que ir a recoger material para tratar de venderlo en estas semanas de forma directa. Lo que viene no será fácil, la artesanía es un lujo, pero al menos en mi caso debo agradecer a la gente su confianza. Hay un montón de competencia y me siguen llegando encargos, así que vamos a seguir adelante".